Capítulo 18:

1K 130 12
                                    

«¡Oh, qué angustiante!»

Era casi las cuatro de la mañana cuando Song Kyong Nam empezó a hiperventilar. Y abrió los ojos de golpe, haciendo crecer la fatiga que pensó que se desaparecía con solo dormir apenas seis horas. Con mucho esmero, se levantó de la cama y fue al baño para encerrarse. Inspeccionó la sala en busca de algo que pudiese obstruir la puerta. Debía aprisionarse porque en ese minuto era un peligro para todos.

Encontró un mueble con ruedas y lo puso firmemente a la puerta. No parecía ser útil por lo que tomó unas toallas del mismo mueble, las juntó e hizo un nudo al pomo de la puerta con el inodoro.

Y entonces, se sentó en el retrete esperando que esa visión borrosa apareciera de nuevo. Pero no apareció sino que repentinamente se volvió ciega. Como si ya no pudiese ver más que oscuridad.

De la nada, estaba frente a un auto, con su mano agarrando el picaporte de la máquina. Kyong Nam recordaba perfectamente esto, volvió a recordar aquella memoria recientemente, pero en una imagen difusa que acarreó una sensación de nostalgia y culpabilidad.

En algún tiempo ya inexistente, en los días de su más fría adolescencia, estaba en esa situación no muy normal en que nada le interesaba. Ni siquiera lo que le pasaba al resto, incluido su familia. Su hermano, como era muy menor, estaba raramente obsesionado con exclamar que había transcurrido cinco minutos en cada insignificante acción, revisando su reloj de Pororo, un personaje animado que era su favorito (hasta le había ganado la obsesión por Peppa Pig).

"Cinco minutos de lavarse los dientes; cinco minutos de haberse comido unas tres bolsas pequeñas de papas seguidas; cinco minutos de hacer todo." Y Kyong Nam, con fastidio, no encontraba alguna explicación ante tal raro hobby.

Es por eso, nombró como "Cinco minutos" a esta historia sin importancia en su desdichada vida.

—Cinco minutos. —dijo su hermano apenas ella se subió al auto. Kyong Nam rodó los ojos y solo se sacó la mochila de la espalda para acomodarse con flojera. Ella bajó completamente la ventanilla para poder recibir un poco de viento fresco, ya que el día estaba demasiado caluroso.

Su madre estaba muy alejada de lo que sucedía pues hablaba animadamente por celular. Pero no duró mucho ya que apenas notó a Kyong Nam por el espejo retrovisor, cortó la llamada sin ningún problema.

—¿Cómo te fue en la escuela? —preguntó muy cariñosamente.

—Mamá, no superaste los cinco minutos. —comentó el niño bastante triste, revisando su reloj de plástico en la muñeca. Pororo lo miraba inexpresivamente, con esa sonrisa típica de los dibujos animados.

—Oh, perdón, cariño. —se disculpó, acariciando con el pulgar la mejilla de su hijo.—. Para la próxima trataré de hablar más tiempo.

—Estuvo...bien. —respondió Kyong Nam interrumpiendo la conversación, dirigiendo sus ojos hacia algún punto fijo en el panorama, dentro de lo que permitía develar el marco de la ventanilla. Su madre hizo una mueca de molestia; quería saber más. Por lo que trató de nuevo en preguntar, mirándola todavía en el espejo retrovisor.

—¿Qué tanto observas, Kyong Nam?

Kyong Nam miró a ese grupo de compañeras de su clase que se paseaba frente a la entrada de la escuela. Sin ninguna aparente sensibilidad, atestiguó el hecho de que Eun Bi (la que encabezaba el grupo) nuevamente golpeaba a Won Kye, hasta que apartó la mirada. Y se alejó de la ventana, fingiendo una sonrisa sin mostrar los dientes.

—Nada.

—¡Han pasado cinco minutos!

Exclamó su hermano, muy alegre. Y después todo se volvió negro otra vez.

El Síndrome de Alicia『MYG』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora