Parte 2: La recuperación

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Los señores Loud llevaban más de una semana visitando a Lincoln cuando los doctores los llamaron para informarles de su situación.

- Hemos hecho todo lo posible para recuperar a su hijo -comenzó el doctor- Pero aún no conseguimos que despierte.

Los señores Loud se miraron, con la tristeza y el dolor reflejados en sus rostros.

- Sin embargo -continuó el amaestrado- Sus ondas cerebrales se presentan cada vez con mayor frecuencia y fuerza. Sus piernas tendrán que permanecer en reposo por lo menos un mes más antes de que intente volver a caminar, pero todo indica a que recuperará el conocimiento en breve. Yo le daría uno, o dos días.

La señora Loud emitió un gritito de emoción y las lágrimas asomaron a sus ojos, a la vez que abrazaba a su esposo, quien dejó salir un largo suspiro de alivio.

- Me extraña, sin embargo, que su hijo haya podido soportar un peso de esa magnitud -continuó el doctor- Esa pared le cayó con mucha fuerza.

El señor Loud le respondió al doctor.

- Tal parece que había unos muebles tumbados que redujeron el impacto. Y fue una suerte que se quedaran de esa manera. Si nuestro hijo hubiera intentado pararse, sin duda habría muerto, porque le habría caído en la cabeza.

- Bueno, ahora ya está mejor -suspiró la señora Loud- Sólo hoy que esperar.

Agradecieron al doctor y se marcharon a su hogar para contar las buenas nuevas. La casa de los Loud estaba inusualmente silenciosa, algo que los vecinos agradecían. Ninguna de las hermanas se sentía con ánimo de jugar.

Pero había una hermana en especial quien no podía comer y apenas podía dormir a causa del incidente. Sin siquiera hablar, limpió prácticamente toda la casa ella sola, se disculpó con creces por horas, hasta que sus padres por fin le hicieron comprender que no la culpaban de lo ocurrido.

Pero Luan no podía dejar de pensar que sí que había sido su culpa. No dejó de llorar en todo el día. Y aún en los días siguientes no salió de su cuarto. Rechazaba la comida que le ofrecían, y no descansaba por las noches. Nadie hablaba con nadie. ya llevaban unos días experimentando lo mismo: Sus padres se iban al hospital para checar como iba su hermano, se tardaban y regresaban. Por eso se sorprendieron todas un poco cuando escucharon a sus padres llegar, y llamarlas para que bajaran. Todas se dirigieron a la sala. Y sus padres estaban sonrientes.

- Niñas, sabemos que se sienten mal por su hermano Lincoln, pero ya no se deben preocupar. Los doctores ya nos confirmaron que Lincoln se recuperará. ¡Pronto volverá con nosotros!

Todas las niñas gritaron y se abrazaron de emoción. Luan suspiró prolongadamente del enorme alivio que sentía. No podía evitar sentirse culpable por ser la agresora del peliblanco, pero al menos no fue la razón que apagó su vida.

En diez minutos la familia ya se encontraban en el hospital, esperando a que los dejaran ver a Lincoln. Entraron en pequeños grupos para no agobiar al peliblanco. Pero Luan no entró con ellos; quería hablar a solas con él. Los demás entendieron y se fueron al restaurante del hospital. Luan entró pues, sola. Lincoln estaba tranquilamente recostado, leyendo un cómic de Ace Savvy que le habían llevado, cuando le puerta se volvió a abrir. Se preguntó quien sería, porque las enfermeras no entraban a esa hora, y era el único paciente en esa habitación. Se quedó mudo cuando vio entrar a Luan. Hubo un largo silencio entre los dos, hasta que la comediante decidió romperlo.

- Hola, Lincoln... Me alegro que... que ya hayas despertado...

Lincoln no respondió.

- Solo quería que supieras... que nunca quise lastimarte, y lamento haberte hecho daño... Y que... nunca volveré a hacer una broma como esa...

Silencio.

- Prometo nunca más hacerte daño... y en serio... En serio lo siento...

Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. Se volteó para marcharse, pero entonces sintió una mano posarse sobre la suya. Se dio la vuelta y vio a Lincoln sujetándola para que no se fuera. Vio sus brillantes ojos grises clavados en los suyos.

- Luan, yo sé que nunca me lastimarías a propósito. Te salvé porque eso es lo que se supone que tiene que hacer un hermano. Y estoy seguro de que si hubieras estado en mi lugar, tú me habrías salvado a mí. Te quiero Luan... Te perdono.

Algo se desató en el pecho de Luan. Lloró desconsoladamente en el hombro de su hermano. Y aunque tenía cuidado de no lastimarle las piernas, lo abrazó con mucha fuerza. Pasó un largo rato hasta que por fin Luan se calmó un poco.

- Ay, Lincoln -susurró, limpiándose el rostro- Eres el mejor hermano que alguien pueda tener. Te quiero, hermanito.

Luan sintió por Lincoln algo mucho más que un simple agradecimiento. Sentía que su existencia dependía únicamente de la persona que se hallaba ante ella. Cuando vio la enorme sonrisa que Lincoln le dedicaba, sintió paz en su corazón, y se prometió a si misma no volver a lastimarlo nunca más. Se quedaron un largo rato abrazados, hasta que Luan se dio cuenta de que tenía un hambre voraz, y bajó a comer también.

El viaje de regreso fue mucho mejor que el de ida. Con Lincoln de vuelta, no había nada que retuviera a las hermanas Loud. Volvían a sentirse felices al ver a su hermano junto a ellas. Era un poco difícil manejar su silla de ruedas, pero Luan se ofreció para llevarlo hasta que se recuperara.

No había nada que hiciera más feliz a Luan que ver a Lincoln alegre y contento con su regreso. Pero había algo que no se sentía bien. Y eso ocurrió cuando el mes de reposo de su hermano terminaba. Ya se acercaba el tiempo en el que Lincoln ya no necesitaría de sus cuidados, y estaba casi listo para volver a caminar.

Pero ella no quería dejarlo ir. Estaría vacía por alguna razón. No tenía sentido, pero de algo estaba segura: su felicidad ya no la podía encontrar solo con sus bromas. Nada podía compararse con lo que sintió cuando Lincoln le sonreía a ella y solo a ella cuando se abrazaban.

El último día, antes de que a Lincoln le quitaran el yeso, Luan durmió con él. Lincoln ya estaba muy cansado por el día, pero Luan se quedó despierta un rato más. Soltó su cabello, el cual cayó a los costados de su cabeza, a la vez que acariciaba suave y lentamente el cabello de su hermano.

- Que lindo se ve cuando duerme -pensó la comediante- No importa cuantas cosas te pasen Lincoln, yo estaré ahí para ti. Te amaré hasta el final.

Terminó durmiéndose con su cabeza apoyada en la cabeza de Lincoln, con una ligera sonrisa asomándose en el rostro de Luan.

La broma del amorWhere stories live. Discover now