Parte 9: La discusión

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- Yo podría preguntarte lo mismo, Luan -argumentó Lincoln.

Luan se quedó quieta. No esperaba ni por asomo que alguien pudiera seguir despierto a esa hora. Se puso nerviosa al instante.

- Eso no te incumbe, Lincoln.

- ¿Qué...? Yo solo quería...

- Prefiero no hablar de ello, ¿ok?

Y ahí estaba, hablando impulsivamente a causa de los nervios de nuevo.

- Ah... Lo siento, solo quería saber -dijo Lincoln, desconcertado.

- Pues no preguntes, porque alguien podría pensar que eres chismoso -dijo Luan sin pensar, dejándose llevar por impulso.

Lincoln no dijo nada.

- Co... Como sea. ¿Tú donde estabas?

Su hermano sonrió un poco.

- Regresé de mi cita con Cookie. Pero de alguna forma, las cosas se pusieron románticas, y... ¡ahora ella es mi novia!

Algo se desató dentro de Luan. No pudo pensar ni siquiera en su actual novio. Solo sintió como sus entrañas se retorcían de rabia con las palabras del peliblanco.

- ¿Qué?

- Lo que oyes -sonrió Lincoln- Nos besamos, y su mamá nos aceptó. Ya solo falta arreglar las cosas con las demás chicas, y todo estará bien.

- Oh, bien por ti -dijo fríamente Luan.

A Lincoln no le pasó desapercibido ese tono.

- Luan, ¿qué tienes?

- Nada.

- No parece.

- No me importa. Y en respuesta a tu pregunta, yo vengo de una cita con Benny. Ahora él es mi novio.

Esperó que Lincoln se pusiera celoso, o por lo menos molesto. Pero él solo mostró una franca curiosidad.

- ¿En serio? ¡Felicidades!

Luan bufó, molesta. La comediante quiso marcharse a su cuarto, pero Lincoln le estorbó el paso, intrigado por la actitud de su hermana.

- Luan, en serio, ¿qué te pasa?

- Nada -exclamó Luan, tal vez un poco bruscamente- No lo entenderías.

- Oye, soy listo. Puedo intentarlo.

- No, Lincoln -dijo Luan, furiosa- Alguien inmaduro e iluso como tú no podría hacerlo -escupió, conducida por su ira.

El albino levantó las cejas, ofendido.

- Lo siento -dijo con sarcasmo- La reina de los malos chistes debe estar preocupada por aburrir a todo el mundo.

Luan recibió sus palabras como una bofetada.

- ¿Qué...? ¡Al menos yo no arruino la vida de los demás con estúpidos planes, ni leo en ropa interior!

Lincoln la miró con furia.

- ¡Cállate payasa ilusa!

La voz de los dos comenzó a aumentar de volumen, sin importarles que todos en su familia escuchaban su disputa.

- ¡Friki obsesivo!

- ¡Actriz incompetente!

Ambos se acercaron el rostro el uno al otro, el enojo impregnado en sus rostros. Lo único que estaba en sus mentes era herir lo más posible con las siguientes palabras.

La broma del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora