Parte 18: La vida

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Tres años después...

Lincoln volvía a repasar uno de los cómics más curiosos que había visto. Un asesinato planeado por el mismo asesinado. Quien lo diría. Aún así, tuvo que levantar la vista al oír una pelea en el piso de arriba. 

- ¡Es mío! 

- ¡No, mío!

- ¡Dámelo!

- ¡Déjame ya...! ¡Mamá!

- Ay, ya ten, quejona.

Lincoln suspiró y fue a ver que ocurría.

Llegó justo en el momento en que su esposa reñía a sus hijos.

- ¡Luca! ¡Liby! ¡Les he dicho muchas veces que no peleen por ese muñeco!

- ¡Él empezó! -gritó Liby.

- ¡No, fue ella! -exclamó Luca.

- ¡No me interesa quien empezó! Si no se comportan, les daré verdaderos motivos para llorar.

Los dos se miraron con resentimiento, pero se calmaron.

- Sí, mamá, perdón.

Los gemelos se fueron a sus cuartos, perdonándose por el momento.

Lincoln estaba muy feliz con la familia que tuvo. Y más aún por el regalo del perdón. Tuvieron que pasar por la boda para que algunos los aceptaran al fin. A sus amigos más cercanos no les importó. Clyde, Bobby, Ronnie Anne, incluso sus abuelos los felicitaron. Cristina salía con un jugador de fútbol, Cookie había seguido su vida con Tom, y Maggie trataba de entrar a un teatro dramático, exclusivo en Nueva York. Al parecer, Benny trataba de engatusar a Maggie en esa misma institución. 

El verdadero reto fueron sus hermanas y su padre. Lisa, al constatar que los bebés de ambos nacieron sin problemas, y que al crecer le dieron tanta ternura y cariño a su tía científica, les concedió su perdón. Lori fue recibida con admiración por haber sabido seguir adelante a pesar de ese incidente, por lo que los dejó en paz. Hubo veces en que la visitaron, y Lori se portaba de manera amable. Lola los ignoró al hacer sus presentaciones como modelo, pero Leni, quien fue su diseñadora, la hizo ver que eran una pareja feliz. Lola terminó por aceptar su relación, sobre todo después de recibir un perfume que le encantaba, hecho por sus sobrinos. Los demás siguieron visitándolos, y todo parecía volver a la normalidad. 

Brandon, el hijo de Bobby y Lori, jugaba mucho con Luca, y la hija adoptiva de Luna y Sam, Erika, se divertía con Liby. Leni tenía pretendientes, pero no sentaba cabeza. Lynn solamente vivía para jugar deportes, y le encantaba. Lucy salía con Rocky, el chico normal que había conocido en su infancia. Lola y Lana seguían discutiendo, pero ahora eran más tranquilas, ya que tenían casi diez años. Y Lily, por fin tenía una personalidad: juguetona, tímida pero igual de adorable. Y por supuesto, jugaba con sus sobrinos quienes eran solo un poco más jóvenes que ella.

Lo sorprendente fue que habían pasado tres años, casi cuatro, y sus hijos ya se peleaban como hermanos normales. Se notaba que la sangre Loud corría por sus venas. 

Lincoln pensó en todo eso. Le hacía feliz como eran todos con su familia y que hubieran solucionado el problema con todos. O casi todos. Una sombra en su memoria lo hizo perder la sonrisa. Su padre llevaba años sin hablarles. Aún cuando Lincoln se convirtió en un prestigiado crítico de cómics, y el negocio de fiestas de Luan fuera todo un éxito, su progenitor seguía sin poder aceptarlos como parte de la familia. Lo trataban de hacer cambiar de opinión, pero no cedía. Eso sí, una vez que Luan fue a visitar a Luna en la casa, vio a su padre a los ojos. Este se apresuró a subir las escaleras, pero lo hizo con cara que, si no la engañaban sus ojos, fue de pena. Tal vez se arrepentía.

La broma del amorWhere stories live. Discover now