Martín

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Estaba en una galería de tiendas con su madre, aunque solo podía ver su espalda mientras caminaban. Intentaba seguirle el ritmo a duras penas con sus pasitos, a fin de cuentas, era solo un niño, y su madre siempre había sido una mujer alta. Sus piernas parecían eternas desde su perspectiva, pero aún así alcanzaba a ver su pelo rubio amarrado en un moño alto, estricto y elegante, su largo cuello blanco, sus hombros angulosos. Estaba usando una falda verde que nunca dejaba de ondear entre sus piernas, y sus tacones puntuaban cada paso como si fuese su propia banda sonora. A Martín siempre le gustó verla caminar, su madre tenía un andar teatral incluso en el supermercado, y le hacía pensar en las películas que veían juntos en las tardes de los domingos. Nadie caminaba como ella, incluso a esa edad, él había visto suficientes actrices y actores como para saberlo: su conocimiento no venía solo de las películas y teleseries, sino que también de la vida real, de verlos bebiendo en la sala de su casa, en las fiestas de su madre.

Nadie era como ella, que parecía sacada directamente de una película, ficticia y perfecta en todos los sentidos. La mayoría de las personas alrededor eran como todo el resto de la gente, como su padre, como sus tíos, como sus vecinos, dejándose caer sin gracia en los sillones, ofreciendo risas demasiado agudas, o demasiado falsas. Era gente que se movía como podía por la vida, si acaso era arrastrándose, se arrastrarían, si acaso era corriendo, correrían.

La única forma de andar para su madre era una caminata de pasarela.

Tanto Martín como su padre nacieron con una marcada debilidad por los cumplidos, convencerlos con palabras bonitas nunca fue demasiado difícil: eran gente normal, a fin de cuentas. Pero para su madre los cumplidos solo eran otra parte de su trabajo, palabras vacías, cosas que era mejor ignorar.

Había intentado enseñarle eso muchas veces, pero Martín jamás pudo aprender esa lección en particular.
Mientras caminaban por la galería, su madre iba cambiando de atuendo; probándose abrigos, vestidos, pantalones, blusas y sombreros. Todo se veía bonito en ella, porque era alta y delgada, y cuando sonreía, se le forman hoyuelos en las mejillas y sus ojos se achinaban un poquito.

Ella se daba vueltas para él, haciendo ondear las telas, preguntándole cómo lucía, en medio de mil espejos idénticos. Martín la amaba, pero se aburría rápido de verla desfilar.

Estaba cansado de las tiendas brillantes, y del reflejo dorado de los escaparates, pero siguió caminando detrás de ella, cada vez más y más lejos.

La seguía porque al final de la galería siempre estaba la promesa de ver a su padre. Allá en la última tienda, vendiendo una extraña mezcla de adornos modernos y antigüedades valiosas. La tienda de su padre nunca tuvo un tema en especial, porque su padre jamás podía compremeterse con una sola cosa, según su mamá. Ni siquiera había sido capaz de comprometerse con ellos, o al menos eso es lo que ella decía cuando Martín preguntaba por qué no vivían juntos.
Su padre sólo tomaba lo que le gustaba y lo hacía brillar en el escaparate, contando historias maravillosas a sus clientes: cuentos sobre los dueños anteriores, o lo difícil que había sido conseguirlo, o las maldiciones que traía. Les hablaba sobre las leyendas que había oído en relación a una u otra cosa, estatuillas, joyas, alhajeros, cualquier artefacto bonito que encontrara servía, incluso los que no tenían ninguna historia para empezar.

Martín había creído esas fantasías a ciegas durante toda su infancia, deseando con tanta fuerza que fueran reales que incluso se molestaba con su madre cuando ella interrumpía los cuentos, o corregía las mentiras.

— ¿Martín? ¿Qué opinas, te gusta? —preguntaba su madre, una y otra vez, y él solo podía asentir, mirándola desde el piso.

Parecía tan alta a su lado, pero cuando por fin alcanzaron la brillante tienda de su padre, se veía pequeña y lejana, demasiado lejos en comparación a lo cerca que se oía su voz cuando volvió a hablar.— ¿Martín? No hay nada ahí, hijo. Vámonos.

Toda una vida (Argchi)Where stories live. Discover now