La Vida

418 61 28
                                    


Victoria no apareció en el bar esa noche, ni la siguiente. Se cumplió alrededor de una semana sin verla, pero según Manuel, eso no era era inusual para ella. Si realmente le hubiese pasado algo, lo sabrían, según él. Jamás le explicó cómo exactamente se supone que lo iban a saber, pero para el tercer día, Martín ya estaba cansado de preguntar.

No sabía realmente si estaba feliz con su ausencia o no. Por un momento había estado seguro de que todo lo que quería era que desapareciera, pero eso había sido hace muchos días ya, y le costaba reunir ese nivel de desprecio ahora que todo parecía estar volviendo a la normalidad.
No, no exactamente normalidad. No había nada de normal en pasar las noches leyendo novelas malas con Manuel, ni en las conversaciones que tenía de vez en cuando con Miguel y Catalina. No era normal en comparación a su vida como humano, pero se sentía cotidiano, lo suficientemente tranquilo como para olvidar las circunstancias que lo habían llevado ahí en primer lugar.

Manuel parecía feliz de no hablar de Francisca ni de Victoria, y ya había leído más de la mitad de las novelas que habían comprado, sin importar lo ofensivas o equivocadas que le habían parecido. Martín había descubierto que la parte más difícil para Manuel era empezar, pero una vez pasaba las primeras diez páginas, era cuestión de tiempo y paciencia esperar a que empezaran los primeros comentarios.

Cosas como: «Esto es ridículo, no podemos procrear. Estamos muertos.» —solían interrumpir el silencio relativo del segundo piso, sin ningún tipo de contexto, y sin embargo, Manuel siempre leía las novelas enteras.

Nunca hablaba en voz alta mientras leía, pero su mente proyectaba sus opiniones tan ruidosamente que Martín estaba absolutamente seguro de que tenía que ser a propósito. El vampiro pretendía que lo escuchara, y a Martín no le costaba nada darle en el gusto.

La mayoría de las veces incluso intentaba mantener la conversación solo a nivel mental, pero siempre terminaba riéndose en voz alta con algunas de las cosas que Manuel decía. De vez en cuando pillaba a Manuel mirándolo en esos momentos, pero su risa usualmente marcaba el final de la conversación, y Manuel volvía la vista a la novela sin decirle nada más.

A veces, el que tenía comentarios era él mismo, y en vez de decirlos, simplemente le leía pasajes a Manuel, haciendo voces y caras para enfatizar su punto. Manuel siempre se cubría la boca con el libro cuando pasaba, pero sus ojos parecían estar riéndose, y Martín nunca tenía que dudar de si estaba escuchándolo o no.

Era su parte favorita de leer con él, la seguridad de que no estaba solo, de que aún había cosas que podía disfrutar igual que en su vida humana, aunque no había escuchado a Manuel decir una sola cosa positiva de sus tardes leyendo sobre vampiros ficticios, Martín sabía que no era el único que lo estaba disfrutando.

Cuando no estaba con Manuel, Martín pasaba sus noches en la barra, hablando con Miguel y Catalina, aunque rara vez estaban desocupados al mismo tiempo. Usualmente Martín empezaba a hablar con uno de ellos, y apenas se iba, llegaba el otro a continuar la conversación, como si fuese una carrera de relevos. Tenía la sensación de que lo hacían por él, para no dejarlo solo en medio de la barra, pero ninguno de los tres lo comentaba, y aunque le causaba gracia de vez en cuando, Martín lo prefería así. Incluso había intercambiado un par de conversaciones con Julio en esa semana, aunque no había sido nada más profundo que preguntar la clave del internet.

Había prendido su laptop varias veces desde que habían vuelto a la civilización. No había mucho que hacer, pero le gustaba revisar su correo electrónico de vez en cuando, y sus redes sociales cuando estaba especialmente aburrido. Hace muchos días ya que ninguno de sus amigos ni familiares trataba de mandarle nada, pero su primo seguía insistiendo de vez en cuando.

Toda una vida (Argchi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora