El Reino

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Las reglas del príncipe prohibían matar durante la caza en su territorio, según Victoria, no era fácil comprobar quién había matado y quién no, pero el hecho de que Adán y la corte supieran sobre la existencia de Martín era suficiente para culparlo. Si llegaran a encontrar un solo cadáver, él sería el primer sospechoso, simplemente por ser el más joven, y ella no estaba dispuesta a interrumpir su misión para pelear con el príncipe.

Martín estaba cansado de ser el chivo expiatorio de todos a esas alturas, ni siquiera se sentía como un niño, más bien le parecía que el resto lo estaba viendo como un mueble, una vasija, o quizá un animal, y no había mucho que pudiese hacer para evitarlo, excepto dejarse enseñar.

Victoria se rió de buena gana cuando Martín lo comentó, y sin ninguna palabra le apuntó hacia una mujer que estaba apoyada contra un semáforo en la vereda de enfrente. Tenía el pelo crespo y corto, aunque Martín estaba inclinado a dudar sobre qué tan natural era con la forma en que estaba levantado hacia todas direcciones. Sus ojos estaban delineados con una gruesa línea negra, y tenían algo ausente, como si no estuviese del todo ahí.

— Tienes que concentrarte en ser humano. —dijo Victoria, guiñándole un ojo— Cuando comiences a sentirte realmente bien, entonces, tienes que parar.

— No es enserio —murmuró, viéndola caminar hacia la extraña como si fuese lo más normal de la vida.

Martín la miró hablarle, vio la postura defensiva de la extraña transformándose en una cercanía intima en cosa de segundos. Una parte de él tenía ganas de apartar la vista, como si hubiera algo indecente en la forma en que esa mujer le ofrecía su cuello a Victoria, su cuerpo entero pegado a ella, como si llevaran años siendo amantes.

No había tomado más que unas palabras y los ojos ausentes de la extraña siempre clavados en los de Victoria para volverla un sacrificio.
La otra parte de Martín, una parte mucho más grande en realidad, no podía apartar la vista. Sus colmillos habían salido en alguna parte del show y su boca se sentía incómodamente llena. Cuando Victoria por fin mordió a la extraña, Martín tuvo que cerrar los ojos para no acercarse. Le dolían los músculos con el esfuerzo de no avanzar, pero se mantuvo quieto incluso luego de escuchar el pequeño gruñido satisfecho de Victoria.

Casi había olvidado lo hambriento que estaba.

Se sintió como un trance, al menos hasta que un auto se detuvo frente a ellas, ignorando deliberadamente la luz verde en el semáforo. Martín tuvo dos segundos para pensar que los humanos iban a ver lo que realmente estaba pasando y el príncipe los ejecutaría a todos, hasta que los ocupantes del auto bajaron las ventanas.

Con los vidrios abajo, la música al interior del auto le parecía una presencia física en la calle, reverberando en todas partes al mismo tiempo, incómodamente artificial y estruendosa. Martín pensó en ir hacia ellos, o esconderse, pero no hizo ninguna de las dos cosas, y entonces empezaron los gritos: Los tres hombres dentro del Mitsubishi estaban riéndose, compitiendo entre ellos a quién podía hacer la proposición más obscena en el menor tiempo posible, totalmente ignorantes de lo que estaba pasando realmente. Martín no supo decidir si estaban ebrios o simplemente eran estúpidos. Victoria se separó de la humana, sujetándola con un brazo en la cintura, y una sonrisa animal en el rostro. Se veía peligrosa, de formas que Martín estaba seguro deberían haber sido suficientes para activar los instintos de supervivencia de cualquier animal. Los conejos en el bosque habrían sabido huir de esa sonrisa, pero aparentemente los humanos no, a juzgar por el beso exagerado que le lanzó el copiloto.

Victoria les hizo un gesto ofensivo con la mano libre, y los hombres volvieron a reírse.

La humana en los brazos de Victoria también se rio, y desde donde estaba, Martín podía ver su cuerpo laxo, y la mirada perdida de sus ojos. Se veía ebria, o más que ebria en realidad, aunque Martín no tenía suficiente experiencia como para compararlo con algo más fuerte que el alcohol. Si Victoria decidiera soltarla, probablemente caería al piso en cosa de segundos.

Toda una vida (Argchi)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang