La Muerte

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Luciano tenía fotos de todos los ataques que habían encontrado hasta el momento, que según él, eran probablemente menos de la mitad del total. Eso consideraba casi veinte fotografías de cuerpos secos, varios de ellos con las extremidades rotas o amputadas, aunque algunos, tres o cuatro en total, no eran vampiros. El cazador le había señalado cada cadáver con indiferencia, explicándole a él y a Sebastián -aunque Martín aún no entendía por qué Sebastián tenía que estar involucrado en todo eso- las marcas de las distintas razas. Las brujas morían como humanos, los hombres lobo morían como animales, y los vampiros se volvían estatuas de ceniza blanca, que según Luciano, se desmoronaban con la más mínima presión luego de haber perdido toda la sangre.

— ¿Cómo es que nadie los encontró antes? —preguntó Sebastián, apilando las fotos con una mueca de asco.— Deberían haber salido en las noticias o algo.

— La mayoría de estos lugares son edificios abandonados.—explicó Luciano, encogiéndose de hombros.— Principalmente bodegas o fábricas a las afueras de Santiago. Y de todas formas, los cadáveres de los vampiros se disuelven solos luego de un día.

— ¿Y las brujas? —preguntó Martín, entrecerrando los ojos.

— Si las encontramos, nos deshacemos del cadáver —respondió Luciano.— Mantener el secreto es importante para mantener el equilibrio —añadió, como si estuviera recitando de memoria.— Usualmente es trabajo de la corte encargarse de ese tipo de cosas, pero considerando que también han sido parte de las víctimas no es extraño que el príncipe esté perdiendo el control de ciertas tareas.

— ¿Eso no es ser cómplice del asesino? —preguntó Sebastián, claramente disgustado con el prospecto.

— No lo consideramos asesinato cuando pasa entre criaturas.

En otro universo, Martín podría imaginarse comprendiendo esa respuesta, y aceptandola también. Incluso en esa realidad, donde él mismo era una criatura, no habría juzgado a Sebastián por aceptar esa respuesta. Él había visto de primera mano lo que significaba matar, o lo poco que significaba realmente: había visto a Adán ordenar la muerte de Lucía y había cazado por meses antes de aprender a no asesinar mientras lo hacía.

La única diferencia entre las muertes de sus víctimas, y la muerte de Lucía, es que a ella la conocía; e incluso eso era poco, solo sabía su nombre y algo de su historia, que en retrospectiva, había sido mucho menos de lo que había sabido de sus víctimas luego de la mordida.

Las criaturas eran criaturas, los villanos eran villanos, y las niñas eran niñas, pero todos significaban lo mismo cuando dejaban de respirar.

— ¿Cómo podés no considerarlo asesinato? —preguntó Sebastián, engañosamente suave.— No son animales Luciano. Mierda, incluso con los animales harías algo para evitar que se maten ¿o no? Vos no dejarías que tus perros se mataran entre ellos.

— Mis perros no tienen sus propias sociedades —alegó Luciano apenas se recuperó de la sorpresa. Probablemente era la primera vez que alguien cuestionaba su código de conducta desde que se había vuelto un cazador, a fin de cuentas, Martín no imaginaba al Mayor aceptando a nadie que pensara distinto en su orden— Hay reglamentos intentos, Seba, el príncipe puede tomar la decisión de ejecutar a los suyos por casi cualquier cosa, y nosotros no podemos meternos.

— Eso no quiere decir que esté bien , boludo.

Martín dejó de escucharlos en ese momento, más concentrado en buscar alguna pista que pudiera conectar con Francisca además de las extremidades rotas. Había una gran posibilidad de que la plaga no tuviera nada que ver con ella, pero Martín lo dudaba. Manuel le había hablado sobre los experimentos de Francisca alimentándose de otros vampiros, y qué era la Plaga, sino un gran patrón de algo alimentándose de otros seres sobrenaturales.

Toda una vida (Argchi)Where stories live. Discover now