Héroes del Quidditch

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Héroes del Quidditch

Héroes del Quidditch

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Al principio era una lluvia tibia, que se presumía pasajera e inocente, nada que interfiriera con la final de Quidditch. Media hora transcurrido el partido, la llovizna se tornó en una fúrica y densa tormenta.

El agua nos había hecho lentos. Había prolongado el partido mucho más de lo programado, dos horas para ser exactos. Los buscadores sencillamente no encontraban la snitch. Y no se les podía culpar, entre la  espesa neblina y la fuerte lluvia apenas se podía vislumbrar a los espectadores en las gradas.

Al principio Gryffindor había liderado el marcador, como era de esperarse. Pero nuestro guardián comenzó a decaer, una serie de balonazos había terminado por desgastarlo, a tal grado que le costaba ir de un aro a otro, y sus piernas ya no se sostenían en los pedales de la escoba.

—"Se les recuerda a los capitanes que el árbitro permitió la opción de detener el partido y continuarlo mañana"—recordó por cuarta ocasión la voz de Lovegood en el megáfono.

Emma Vanity no lo hizo una hora antes, no lo haría entonces. Slytherin había remontado considerablemente. 520 a 490 a favor de Gryffindor. En cualquier descuido Slytherin podría empatarnos.

James era orgulloso, testarudo, casi caprichoso como para rendirse a esa altura de las circunstancias. Uno de nuestros cazadores había caído a manos de una Bludger, cortesía de Vanity, pero la tormenta también había mermado su visibilidad, al cabo de dos horas nuestras bajas tan solo se reducían a una.

 En el labio de James manaba un hilo de sangre escarlata y brillante, un Slytherin le había arrebatado la Quaffle por medio de un codazo directo a la cara. El árbitro nunca marcó la falta. La espesa lluvia no le había hecho reparar en la mitad de las infracciones que, especialmente durante esa última hora, proliferaron. James sin embargo no se quejó, y el golpe le alentó a jugar con rabia, como si su vida dependiera de ello.

Desde las alturas yo cazaba las Bludgers, principalmente me había dedicado a lanzarlas lejos de Vanity. Una acechaba a nuestro portero, cuyo rostro pálido y deshecho anunciaba que si se mantenía sobre la escoba era por mera obra de Merlín. Noté que los oídos le sangraban, debió tratarse de una bludger que, dos anotaciones atrás, le golpeó a la cara. Crucé el cielo a toda velocidad, con el bate en mano para adelantarme a la pelota y desviarla tan lejos como me diera la potencia del brazo. Miré al guardián. Había soltado un coágulo de sangre por la boca.

—¡Brennan! —elevé la voz tanto como pude sobre el atronador sonido de la lluvia —¡Debes retirarte! —ordené. 

Pero aquél recobró algo de energía sólo para gritarme: —CARAJO, MACDONALD, VE A DEFENDER A POTTER.

Y tenía razón. Vanity se había ensañado con mandar las bludgers hacia el capitán, sabía que una vez eliminando a Potter el resto sería tan sencillo como conjurar un lumus.

Amiga de James PotterWhere stories live. Discover now