EL ANIMAGO

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Sus pezuñas no dejaban huellas en la orilla. Miraba a Harry con sus ojos grandes y plateados. Lentamente reclinó la cornamenta. Y Harry comprendió: —Cornamenta —susurró Harry Potter

—Sí, tu padre se transformaba siempre en ciervo —confirmó—.Lo adivinaste. Por eso lo llamábamos Cornamenta. —Lupin puso los últimos libros en la maleta, cerró los cajones y se volvió para mirar a Harry

Harry Potter y Remus Lupin. Capítulo 22, Más Lechuzas Mensajeras

Harry Potter y el Prisionero de Azkaban

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EL ANIMAGO

JAMES POTTER--------------------

—¡BOMBARDA!

La puerta estalló, el marco se desquebrajó en mil pedazos, sentí el retumbo del suelo bajo los pies y el polvo se alzó nublando mí, ya de por sí, deficiente vista.

No me di el tiempo de contemplar el desastre; tan pronto como había profanado la entrada de esa sala alcé la varita que había arrebatado a Regulus Black.

—¡Immobilus!

El encantamiento de congelamiento, efectivo por lo menos un instante, con suerte el suficiente  antes de que estos recuperaran la facultad de contraatacar.  Sabía que tendría oportunidad de sólo conjurar un único hechizo tras el aturdimiento de la bomba, y pensé que inmovilizarlos a los tres era mejor que sólo aturdir a uno.

No perdí el tiempo. Di una zancada, salté sobre la Nimbus y alcé el vuelo.

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Aferré una mano firme en el palo de la escoba, el resto del cuerpo estaba al ras del piso, estirando el brazo para alcanzar mi objetivo: Mary Macdonal.  ¿Volvería a lograr la proeza que tanto se he había vitoreado en el campo? Visualizaba la ventana como un aro de la portería al que debía llegar como de a lugar. Volando a un metro sobre el suelo, alcancé el brazo de la chica y apreté.  Sin detener el trayecto, me dirigí a la ventana. Me aferré a ese brazo con fuerza, la levanté como una muñeca de trapo de cuarenta o cincuenta kilos, acomodándola delante de mí, apoyándola sobre el palo del vehículo. Cerré los ojos con fuerza antes del inminente impacto contra el cristal que conformaba el ventanal.

El restallante sonido del cristal reverberó en mis oídos. Los trozos de vidrios salieron disparados hacia todas las direcciones, algunos fueron a rasgarme las ropas y otros tantos partes de la piel. Pronto sentí los aires nocturnos helándome la cara, arañándome el cabello y las ropas. Supe que estaba fuera.

Resonó enseguida el maullido de la alarma de la protección que, instantes antes, el hermano de Sirius me había advertido que cubría a la mansión Lestrange.

Amiga de James PotterWhere stories live. Discover now