FINAL

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"Antes de que la serie Harry Potter comenzara —cuando Lord Voldemort le declaró la guerra al mundo mágico— Albus Dumbledore, director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería ciudadano altamente respetado y poderoso del mundo mágico, intentó tomar el control de la situación fundando la Orden del Fénix. Varios personajes se unieron a la organización, buscando evitar que Voldemort se apodere del mundo mágico y establezca un nuevo orden mundial tiránico."  

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«Cornamenta», Pensaba boquiabierta, no me atrevía ni a pestañear. La palabra se incrustaba en mi mente sin dejar de hacer un fuerte eco entre aquello que acababa de presenciar y ese conocido apodo que James portaba con orgullo entre sus colegas; un guiño interno que ahora tenía más sentido que nunca. «Cornamenta», Repetía, y el misterio se esclarecía con vehemencia. "Canuto, Lunático y Colagusano". Eran animagos. Por supuesto, "La manada".

De pronto la respuesta a ese gran rompecabezas, que irónicamente, nunca le presté demasiada atención, ahora era el catalizador de un sinfín de dudas que se multiplicaban a medida que reflexionaba. ¿Desde cuándo?, ¿Por qué?, ¿Cómo?...

Salvo el viento silbando entre las ramas, todo se hallaba en el más absoluto silencio en las sombras. La espesura del bosque impedía que la luz de la luna se colara en la cepa del tronco dónde yacía recostada, débil y tiritante. Sentía los alrededores vacíos e inhóspitos, a salvo de mortífagos, si, pero al tiempo sabía que estaba indefensa y abandonada en un punto perdido del mapa.

Confundida, estupefacta y desamparada, intentaba digerir todo aquello divagando en la vorágine de preguntas interminables mientras una voz en mi cabeza no dejaba de recordarme la culpa, la preocupación o la incertidumbre de no saber si James volvería a salvo o siquiera seguiría vivo.

Mi respiración era agitada, en contraparte de un cuerpo pesado como el plomo, tembloroso, y tan exánime que era incapaz de andar.

Tomé la varita que James, el animago (Era extraño solo pensarlo) me había dejado. Con un frágil movimiento conseguí agitar el objeto entre mis dedos.

Se me ocurrió conjurar la transformación "acuapyro", aquél hechizo que Sirius me había ayudado a dominar.

Un fuego inofensivo y tibio se manifestó a partir del agua que empapaba mis ropas y mi cabello. Las pequeñas gotitas que escurrían por mis extremidades de pronto se elevaban en ascuas azules, finas como luciérnagas que se suspendían y bailaban bellamente en el aire para, tras algunos segundos, perecer en el éter de la noche.

Cerré los ojos. Necesitaba aclarar mis ideas. No era religiosa, pero en ese momento me encomendé al poder de la oración para pedir por la vida de James. ¿Cómo se supone que continuaría adelante sabiendo que se había sacrificado por mí? No estaba lista para seguir después de todo esto. Anhelaba que el aire húmedo y borrascoso me tragara, para no tener que enfrentarme a esto sola.

Amiga de James PotterWhere stories live. Discover now