Prólogo

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Cepeda 

"No se trata de querer tenerte a mi lado, se trata de que tú quieras estarlo sin que yo te lo pida". 

Dejé el móvil en la mesita de noche del hotel tras leer el mensaje de nuevo. Había perdido la cuenta de cuantas veces lo había leído y aún así, no sabía que responder. 

Decidí darme una ducha para despejarme. Lo necesitaba, ya que en apenas una hora debía estar  montado en el autobús que nos llevaría a los primeros ensayos de la gira de Operación Triunfo.

Me había quitado la camiseta cuando la puerta de mi habitación se abrió repentinamente. Pensé que posiblemente sería Roi, ya que siempre estaba entrando sin llamar.

Sin embargo, por la puerta entró la razón por la que llevaba varias semanas sin dormir. Ella, con su flequillo recién peinado, sus gafas y una sonrisa que iluminó mi habitación en tan solo un segundo.

- ¡Ay, perdón! - dijo tapándose los ojos con su mano derecha, mientras sus mejillas adquirían un tono rosáceo.

Reí como lo hacía siempre que estaba con ella. Avancé unos pasos en su dirección y aparté su mano de los ojos, encontrándome con su mirada.

- Anda ya, Aitana. Seguro que has visto en tu corta vida a más tíos sin camiseta. Sé que yo soy el más guapo y tal pero podrías disimular un poco. - Bromeé. 

Aitana puso los ojos en blanco pero rió, llenando el silencio con sus carcajadas.

- Venía a pedirte un favor. Me he olvidado en casa todos mis jerséis y Noe dice que es imposible que me acerque en un momento a por ellos, porque no me daría tiempo a coger el autobús. He llamado a Vicente por si podía traérmelos pero tiene el móvil apagado. ¿Me prestas uno, porfi? - dijo mientras sus manos se juntaban en una expresión de súplica.

- ¿En serio me estás preguntando esto? - dije acercándome aún más a ella - Coge el que quieras, ya te dije que te quedan mejor que a mi. 

Su reacción me sorprendió. Se abalanzó a mis brazos y aproveché ese momento para oler su pelo, apretar su cintura y besar su cabeza. Cuántas sensaciones me hacía sentir con tan solo tenerla entre mis brazos. 

Tras separarnos, se acercó a el armario y cogió su favorito, un jersey verde militar. Ya le había regalado uno igual el día que me fui de la academia pero se lo debía de haber dejado en su casa también. 

Me dio un beso en la mejilla, susurrando un gracias en mi oído. 

Y ahí quede yo, sin camiseta, con una sonrisa de niño pequeño que desapareció cuando recordé el mensaje de mi novia, Graciela, al que tenía que contestar lo antes posible. 


Yo quiero más || AitedaWhere stories live. Discover now