11. Amargo y dulce

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Aitana

Era la segunda copa que Luis se llevaba a los labios en un periodo de unos quince minutos. Observé como saboreaba el amargor de la ginebra mientras conectaba sus ojos con los míos.

En sus ojos pude observar un remolino de sentimientos. En gran medida los principales eran miedo y frustración. También había una pizca de ternura y de ilusión.

Me llevé mi Nestea a mis labios mientras descansaba de la mirada de Luis unos pocos segundos. Había preferido no beber en mi última noche en Barcelona. Quería guardarme esos recuerdos en una caja fuerte para poder abrirla cada noche en Los Ángeles. Allí donde echaría tanto de menos a Cepeda que ni siquiera recordarlo podría amedrentar el dolor.

Pero por su parte, él quería beber. Olvidar, supongo. Evadirse del hecho de que mañana cogería un avión rumbo a lo desconocido. Y no nos veríamos en un mes.

Había sido una semana muy corta. Aún podía recordar el tacto de la arena en los pies, los amaneceres en la playa, las diversas cenas con familiares y amigos. Todo de ensueño. ¿Cómo no iban a querer a Luis? Era imposible no hacerlo.

Esa noche, la última, habíamos decidido venir a una conocida discoteca de Barcelona. Era una de las que yo visitaba regularmente antes de entrar en Operación Triunfo. La única diferencia era que ya no solo me vislumbraban los focos de las luces. Tenía que compartir el dolor de cabeza con las cientos de fotos que me pedían cada cinco minutos. El precio de la fama.

Cogí a Luis de la mano y lo acerqué a mi en un rápido movimiento. Besé su cuello repetidas veces mientras sentía sus manos recorrer mi cintura.

- Para, pequeñaja. Más te vale recordar que estamos en público y que tenemos a bastantes personas mirándonos. Ya sabes, somos Aitana y Cepeda. Juntos en una discoteca. Habrá que ver como estará twitter. - reí ante su último comentario.

- Es verdad. ¿Podemos irnos?

Solo quería estar con él. Despedirme de él. Absorber su olor de manera que no lo pudiera olvidar. Memorizar su tacto en mi piel. Lo necesitaba.

- ¿Ya? Pero si acabamos de llegar. - dijo Luis. Estaba evitando mirarme.

- Definitivamente, nos vamos.

Estaba preocupada. Sé que separarnos iba a ser muy duro. Y lo sé porque ya lo echo de menos y aún no me he ido.


Cepeda

Soy un egoísta. Y definitivamente, no podía serlo con ella. No podía castigarla por ir a cumplir su sueño. No podía estar distante con Aitana porque tenía la certeza de que, al día siguiente, cuando no estuviera, me iba a arrepentir de no haber aprovechado los últimos momentos con ella. Pero tenía un nudo en el estómago y no lograba desvanecerlo.

No soy un hombre que crea en los presentimientos. Soy más de creer en el destino. Y si el destino me la arrebata durante un mes, estoy seguro de que será para llevar a Aitana a los números 1 de todas las listas de éxitos.

Miré nuestras manos entrelazadas en la parte trasera del taxi que nos llevará a casa.

- ¿Qué pasa, Luis? - dijo Aitana. Pude observar sus ojos, tornándose cristalinos debido a la presencia de las lágrimas.

- Eh, cariño. No pasa nada. - dije, acercándola a mí y besando su cabeza una y otra vez. - Vamos a disfrutar el presente, ¿vale? Además, que no te vas a la guerra ni nada. Nos vemos el mes que viene.

- No quiero que me olvides. - bajó su cabeza, privándome de ver sus ojos.

- ¿Perdón? ¿Te han echado algo en el Nestea o qué?

Yo quiero más || AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora