26. Amagos

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Aitana

Veía las bocas de mis amigas moverse, sus manos acariciando mi rostro en un intento de tranquilizarme. Sin embargo, no conseguía escuchar nada.

- Seguro que lo has entendido mal, cariño. – Ana no paraba de mover las manos, entrelazándolas; en un gesto que denotaba el nerviosismo que reinaba en la habitación.

- Lo he entendido perfectamente. – suspiré, intentando ignorar el dolor que se había instalado en mi pecho y que amenazaba con quedarse. – Además, ¿habéis visto la reacción de Luis? Lo conocéis igual que yo y habéis visto su cara.

Los ojos de Miriam no eran capaces de soportar mi mirada, ya que todas sabían que tenía razón.

- Jo, con lo bien que iba todo. – Amaia tras decir esto cubrió su boca con ambas manos.

- ¡Amaia! – Ana la reprendió con la mirada mientras Miriam negaba con la cabeza repetidamente.

- Lo siento, Aitana, de verdad. – Amaia acercó mucho su cara a la mía. – Soy una bocazas. ¿Me perdonas?

Sonreí para tranquilizarla y asentí. Me mordí una de mis uñas mientras limpié una lágrima solitaria que recorría mi mejilla.

Estaba ensimismada en mis pensamientos cuando un golpe en la puerta me sobresaltó. La puerta se abrió tras llamar y por un lateral, se asomó la cabeza de Luis, que parecía avergonzado ante la situación.

- ¿Podemos hablar, Aitana? – su voz era apenas un susurro; no quedaba rastro del tono de broma utilizado en el juego.

Las chicas automáticamente se levantaron y tras besar mi mejilla y susurrarme que todo saldría bien, abandonaron la habitación. Pude ver a Ana apretar el brazo de Luis antes de salir, dedicándole una sonrisa de ánimo.

- ¿Qué quieres, Cepeda? – utilicé su apellido, sabiendo que le dolería y dejándole claro que estaba enfadada.

- Empezamos bien. – Luis resopló y se acercó a mí despacio, hasta colocarse justo enfrente de mí. - ¿Vas a dejar que me explique? Porque te juro, Aitana, que esto tiene una explicación.

Me senté en el borde de la cama y apreté mis rodillas contra mi pecho. Sabía que debía escucharlo, que había de comportarme como una mujer madura. Merecía tener la oportunidad de explicarse.

Pero dentro de mí, yo solo quería esconderme debajo de las sábanas, cerrar los ojos y esperar que todo hubiera sido un sueño. O, mejor dicho, una pesadilla.

- Soy toda oídos. – hice un ademán con una de mis manos, instándole a hablar.

Luis tomo asiento a mi lado, pero lo sentí lejos. Aunque nuestras manos estuvieran separadas por unos pocos centímetros, estábamos muy lejos el uno del otro.

- Pero escúchame de verdad. No quiero que me oigas simplemente. – su tono de voz era frío. – Por favor.

Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Por qué me estaba hablando así? Justamente su posición no era precisamente la idónea para exigirme nada.

- Conocí a Paula hace cuatro meses. – tragué saliva y sentí el nudo en mi garganta hacerse más grande. – Roi consiguió arrastrarme fuera de mi apartamento, me obligó a ducharme y me llevó a tomar unas cervezas. En el bar conocimos a un grupo de chicas que nos reconocieron y se sentaron con nosotros.

- He de suponer que Paula estaba entre ellas, ¿verdad? – pronunciar su nombre me causó una mezcla de vértigo y rabia.

- Si, Aitana. – Luis paso su mano por el pelo, despeinando varios mechones de este. – Se nos hizo tarde y Paula me pidió que la llevara a casa. Ya no había trenes y andando tardaría horas en llegar.

Yo quiero más || AitedaМесто, где живут истории. Откройте их для себя