25. Juegos

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Aitana

Bajé del coche abrochando mi chaqueta y apretando mi bufanda alrededor de mi cuello. El frío acechaba en aquel paraje, rodeado de montañas.

- ¡Ala! – Amaia agarró su maleta mientras abría la boca, sorprendida. – Vaya vistas.

- Es que aquí mi amigo Luis de vez en cuando sirve para algo. Como para encontrar esta casita. – Roi palmeó la espalda de Luis, felicitándolo.

- ¿Podemos entrar? – la voz de Miriam rompió nuestras risas. – Me estoy congelando.

Todos asentimos y dejamos que Alfred abriera la puerta. Tras varios intentos y varios empujones entre Roi y Miriam, todos entramos en el bungaló.

Una sensación de calidez nos envolvió y pudimos comprobar que los dueños habían dejado encendida la chimenea. Eché un vistazo a mi alrededor y pude comprobar que todas las instalaciones eran de madera y un gran ventanal dejaba a la vista una mezcla de colores verdes y azules. Verdes, proveniente de las montañas rodeadas de musgo. Azules, de un pequeño lago con una cascada que me quitó el aliento en el mismo instante que me percaté de su presencia.

- ¿Te gusta? – sentí unas manos envolver mi cintura y al segundo adiviné la figura de Luis detrás de mí.

- Me encanta. – me di la vuelta y deposité un pequeño beso en su nariz. – Y me encanta estar aquí.

Una sonrisa iluminó la cara de Luis, que, dejando un beso en mi frente, se dirigió a la cocina, donde Ana lo esperaba deshaciendo las bolsas de la compra.

- Siento ser la aguafiestas oficial de este viaje, pero chicos, ¿cómo vamos a dormir? – Miriam mordió el lateral de una de sus uñas, mirándonos a todos desde uno de los grandes sofás.

- Pues mira, lo normal es cerrar los ojitos y poco más. Si pasan más de diez minutos y no puedes, también es otra opción contar ovejitas y esas cosas, ¿sabes? – Roi sonrió y se sentó a su lado, despeinando su pelo.

- Es tan parvo. – Miriam insultó a Roi en su idioma natal intentando no reír.

- ¿Cuántas habitaciones hay? – preguntó Ana.

- Creo que hay cuatro habitaciones. – Luis habló, quitándose el gorro gris que llevaba puesto. - Y siento deciros que ya dormí suficiente tiempo en la academia sin Aitana mientras me moría de ganas de hacerlo, así que, aunque tenga que dormir en el suelo, no lo haré sin ella.

Sentí mis mejillas tornarse rojas y todas las miradas recayeron sobre mí. Y era verdad, desde que nos habíamos reconciliado habíamos dormido siempre juntos. Las noches sin él me recordaban a aquellos meses desesperados en los que siempre me levantaban las pesadillas, los ataques de ansiedad y las lágrimas surcando mi rostro.

- Joder con las parejitas. – Roi suspiró, pero sonrió mirando en mi dirección. – Vamos, que duermo solo.

- Siempre puedes venirte a nuestro cuarto, Roi. – Ana sonrió y le guiñó un ojo, bromeando.

- Si, claro. A ver quién aguanta la mala ostia de Miriam por las noches. – la susodicha le pegó una colleja mientras se levantaba.

Las siguientes horas fueron un revuelo de maletas deshechas, ropa por todos lados y muchas risas. Aproveché la ocasión de hablar con Luis en el momento en el que la puerta de nuestro dormitorio se cerró tras él.

- ¿Qué ha sido eso? – pregunté, mordiéndome el labio e intentando ignorar la sensación de nerviosismo que crecía dentro de mí.

- ¿El qué? – la cara de Luis reflejó confusión.

Yo quiero más || AitedaWhere stories live. Discover now