15. Anochece

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Cepeda

- Es que no lo entiendo, Aitana. Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras, ya lo sabes. – suspiré, intentando calmar mis nervios. – Además, de esta manera podemos vernos más. No sé que necesidad tienes de gastarte dinero en otro piso pudiendo quedarte aquí. Conmigo.

Aitana se pasó las manos frenéticamente por el pelo tras escuchar mis palabras. Una. Dos. Tres veces. Su coleta había quedado destrozada e intentó atusar el pelo en un moño.

- ¿No entiendes que necesito y quiero tener mi espacio? Tengo 19 años y quiero vivir sola. Quiero experimentarlo. Claro, como tú ya lo has vivido, yo me tengo que quedar con la curiosidad, ¿no? – Aitana me sostenía la mirada desde la otra punta del salón. Una mirada dura y cargada de seguridad.

- Maravilloso, Aitana. – me levanté del sofá y me dirigí a la terraza. – Vaya pullita.

Saqué un cigarro de mi chaqueta y con un rápido movimiento, cogí el mechero y lo encendí. Sentí mi cuerpo relajarse al notar el humo entrar y salir de mi boca. Sabía que tenía que dejar de fumar; igual que admitía que me iba a costar bastante hacerlo.

Sentí a Aitana detrás de mí antes de verla.

- Luis, no quiero pelear por esto. He tomado una decisión y espero que puedas respetarla. – intentó coger mi mano, pero agarré el cigarrillo más fuerte, apartándola de ella.

- Aitana, el problema no es que no quieras quedarte aquí. Es que llevas un tiempo planteándotelo y ni siquiera lo has compartido conmigo. – ella hizo el amago de interrumpirme, pero le hice un gesto para que me dejara hablar. – Y cuando ya lo tienes decidido, me lo sueltas así. Tan tranquila.

- ¿Es que tengo que pedirte permiso? – Aitana escupió las palabras. Y digo escupió porque su cara expresaba desconcierto y rabia.

- ¿Acabas de decir eso de verdad? – respiré y hundí el cigarro en uno de los ceniceros que tenía en la terraza. – Madre mía. No entiendes nada.

Me fui de la terraza y la deje allí. Pero pude sentir como agarraba mi brazo con fuerza, obligándome a darme la vuelta y mirarla.

- Ah, claro Cepeda. – nunca utilizaba mi apellido si no estaba enfadada. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escucharlo salir de su boca. – Como soy una niñata de 19 años, no entiendo una mierda. Es verdad.

Otra vez con eso. En las contadas peleas que habíamos tenido Aitana y yo, siempre sacaba mis palabras de contexto. Y solía recurrir al tema de la edad.

- ¿Tú tienes algún problema con que tú tengas 19 años y yo 28? – le solté de repente. Y lo hice porque sabía que ahí radicaba el problema de nuestra relación.

- Pues mira, sí. ¿Y sabes por qué? Porque te crees que tienes derecho a controlar mi vida. Como tienes casi diez años más que yo, pues resulta que Aitana tiene que quedarse a vivir con él y no experimentar lo que es vivir sola. Porque como Cepeda tiene 28 años y ya lo ha vivido, pues me quitas a mí la oportunidad de hacerlo. – una puñalada en el corazón me habría dolido menos, y no es broma. – Y así con todo. Si no tienes ganas de salir, me tengo que joder. Y claro, es que tú ya has ido de fiesta un millón de veces.

Me faltaba el aire. Inspiré hondo intentando tranquilizarme, pero mis manos empezaron a temblar y empecé a marearme.

- Y bueno, después el tema del sexo. En el fondo pensarás que, comparada con todas las que te has tirado, soy la peor de ellas. Porque sí, Cepeda, 10 años pesan. Importan. Y no quiero vivir coartada por tu culpa. No quiero.

Me tuve que sentar en el sofá. La habitación daba vueltas en mi cabeza y el hecho de respirar cada vez se hacía más complicado. Aitana me miró con una chispa de preocupación en sus ojos.

- ¿Qué te pasa? – intentó tocarme, pero me aparté de ella. Sus palabras me habían roto en trozos y no era justo que ahora ella quisiera recogerlos.

- Vete. – mi voz ronca de la mano de la desilusión pronunciaron las palabras por mí.

- Luis, estás teniendo un ataque de ansiedad. ¿Cómo te voy a dejar así? – las lágrimas surcaban el rostro de Aitana, pero no me importaba, solo quería estar solo.

- Precisamente verte no me ayuda mucho, Aitana. Vete, por favor. Pide un taxi y vete.

Aitana se desplomó en el sofá y pude escuchar como sollozaba. Pero yo, en trozos desparramado por el piso, no tenía fuerzas para consolarla. Aunque me hiciera mucho daño verla así.

- Luis, lo siento, de verdad. No pienso nada de lo que he dicho. Te lo juro. – Aitana se acercó a mí y yo cerré los ojos. De esa manera no vería su cara cuando pronunciara las palabras que rondaban mi mente.

- Lo piensas y en parte tienes razón. Nunca he querido que te sintieras así y ¿sabes qué? Era mi mayor miedo. – sentí sus manos en mi pecho. – Y se acaba de cumplir. No podemos estar juntos así.

- No, por favor, Luis. Te lo suplico. – Aitana se aferraba a mi pecho como un salvavidas. Y yo la aparté con sutileza, abriendo los ojos.

- Vive, Aitana. Experimenta. Nunca dejes que nadie te coarte. A mi me mata por dentro que pienses y sientas que yo lo he hecho. – le di un beso en la cabeza, sintiendo romperme en añicos. – Sé feliz. Yo por ti siempre estuve y siempre estaría.

Aitana no paraba de llorar y de suplicarme que le escuchara, pero sacando fuerzas de donde no las tenía, llamé a un taxi y la acompañé hasta la puerta.

- Te quiero.

Fue lo ultimo que susurré antes de cerrar la puerta.

Aitana se cansó de aporrear la puerta y gritarme que le abriera una hora después.

Yo, consumiéndome al otro lado de la puerta.

Mirando a mi alrededor y viendo que ya no está.

En la calle anochece.

Y dentro de mí, también.


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Holiiiii :)

Sé que es un capítulo un poco triste pero era necesario. En el próximo capítulo podréis ver el punto de vista de Aitana. Y bueno, personalmente creo que el próximo capítulo es uno de los mas bonitos que he escrito nunca. Ya veréis por qué jeje

Como siempre, vuestros votos y comentarios son los que me motivan a seguir así que no olvidéis de dejar vuestra opinión y dadle a la Estrellita :)

Por último, comentad si quereis que os dedique algún capitulo y lo haré jeje

Hasta mañana y muchas gracias por todo :)

Yo quiero más || AitedaOnde histórias criam vida. Descubra agora