21. Sol

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Cepeda

El reloj y sus correspondientes agujas marcaban su ritmo habitual; segundo tras segundo acechaba el tiempo, sin un respiro.

Observé las manecillas moverse mientras acariciaba la espalda desnuda de Aitana, dejando el rastro de mi tacto sobre su piel.

Sonreí y mi mirada recayó en ella. Despeinada; su pelo repartido por toda la almohada. Uno de sus mechones haciéndome cosquillas en mi pecho.

Aitana abrió los ojos, somnolienta, y una sonrisa iluminó su rostro cuando nuestros ojos conectaron.

- Buenos días, dormilona. – susurré, acercándome aún más a ella y dejando un pequeño beso en su frente.

- Buenos días, Luisín. – sus brazos rodearon mi cuello y hundió su cabeza en mi cuello. – Hueles a casa.

- Pues el olor a casa no puede ser muy bueno, entonces. – reí, y ella me imitó; sus ojos brillando. – Necesito una ducha urgentemente.

- Un ratito más solo. – ronroneó Aitana, apoyando su cabeza en mi pecho y cerrando los ojos de nuevo.

- Aiti, no hay necesidad de dormir ni de soñar. – suspiré. – La realidad es, por fin, más bonita que todo eso.

Mi voz se quebró e instintivamente borré de mi mejilla una lágrima solitaria que se aventuraba por ella.

Aitana se separó de mí y me miró. Como solo ella sabía hacerlo; de una forma tan real, pura, inocente que cualquiera habría perdido el aliento.

- Luis, yo te quiero mucho, lo sabes ¿verdad? – Aitana se sonrojó y se tapo sus mejillas, haciéndome sonreír.

- ¿Qué puedo decir, pequeñaja? – me acerqué a su boca; entrando en un laberinto peligroso, donde me encantaba perderme. – Yo te quiero desde la primera vez que te vi.

Fue ella la que rompió la distancia que nos separaba; los escasos centímetros que nos hacían vulnerables. Nuestros labios colapsaron y la abracé más fuerte, no queriendo que el momento terminase. 

Y como siempre, me perdí. Y ojalá nunca salir de este laberinto, pensé.


Aitana

- Después me paso, ¿vale? – me puse de puntillas para poder abrazar a Luis. – No lo dudes, por favor. No voy a huir de esto, Luis.

- No lo dudo, tonta. – se acercó más a mí y propinó un pequeño beso en mis labios, para más tarde, despeinarme y besar mi frente. – Vete ya o las chicas te van a matar.

- Me da igual. – saqué mi lengua en un gesto infantil y abrí la puerta del piso de Luis, dejándolo en el rellano.

Bajé las escaleras no sin antes darme la vuelta, pudiendo observar a Luis apoyado en la puerta, sonriéndome.

Las calles de Madrid me acogieron con frío, el típico de principios de Diciembre. Temblé y recoloqué mi bufanda, de forma que el aire no hiciera contacto con mi garganta. No quería resfriarme.

El bar que habíamos elegido Miriam, Ana, Amaia y yo no se encontraba muy lejos del piso de Luis. Nos habíamos asegurado de que allí podríamos disfrutar de una mínima privacidad, donde poder ponernos al día de todo.

Entré y pude ver a Ana y Miriam sentadas en un rincón. Sonreí y corrí hacia allí.

- ¡Hola! – Ana se sobresaltó y no dudo en levantarse rápidamente y estrujarme entre sus brazos.

Yo quiero más || AitedaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant