5. Principios

4.5K 117 9
                                    




Aitana

Me miré al espejo. Llevaba unos vaqueros anchos con un top negro de cuadros; nada del otro mundo.

Y por dentro, llevaba una tonelada de nervios. Hoy era un día importante para mí, iba por fin a mostrarme como una mujer segura de mí misma. Iba a hacer lo que realmente sentía.

Luis y yo habíamos amanecido juntos hacía un par de días y la vergüenza me invadió en ese momento al recordar mi reacción. Había actuado como una cobarde bastante típica. Una nota y una carrera hacia mi habitación.

Pero eso se había acabado. Tras haber viajado a Madrid, llevábamos una semana ensayando a todas horas para el concierto benéfico que tendría lugar en una semana aproximadamente y no habíamos tenido tiempo para hacer nada que no fuera ajustar los tonos, ensayar con los compañeros e intentar seguir las coreografías de Vicky.

Y daba la casualidad de que hoy teníamos el día libre. Y yo, Aitana Ocaña, la persona menos romántica del planeta (o eso pensaba), echaba de menos estar con Luis. Así que había decidido hacerle una sorpresa, para agradecerle todo lo que estaba haciendo por mí.

Para hacerlo, había contado con la ayuda de Ana, Amaia, Miriam y mi amiga de toda la vida, Marta. Todas habían accedido a ayudarme muy emocionadas. De hecho, demasiado emocionadas para mi gusto.

Y aquí estábamos. Todo preparado. Y algo parecido a mariposas arañando mi estómago.

Mi primera parte del plan era la más sencilla. Miriam iba a llamar a Luis para pedirle ayuda. Supuestamente, Miriam quería comprarse una nueva guitarra y quería contar con el criterio de Cepeda. Hasta ahí, todo perfecto, porque conociendo a Luis, no había duda de que iba a ayudarla sin ningún problema.

Y ahí entraba la parte de la sorpresa en la que yo estaba incluida. En ese mismo instante.

Abrí la puerta tras varios intentos debido al constante temblor de mi mano. Estaba entrando en el pisito de Luis. Y digo pisito, porque era bastante pequeño. Pero no importaba; todo iba a salir según lo previsto.

¿Qué como había llegado allí? Casi haciendo magia. Había tenido que recurrir a Roi, que como el buen amigo que era, había accedido a hacer una copia de la llave del piso de Luis, sin que este se diera cuenta. Entendía perfectamente que Luis se enfadará, pero esperaba que la sorpresa le gustará demasiado como para tener en cuenta ese detalle.

Tenía una media hora. Y debía de correr si quería que me diera tiempo a hacerlo todo.

Cepeda

Solo quería dormir. Esa era mi idea mientras introducía la llave en la cerradura. Eran casi las nueve de la noche, y venía del hotel donde se hospedaba Miriam, de ayudarla a elegir una nueva guitarra. Había sido divertido pasar la tarde con la gallega.

Una vez dentro, parpadeé varias veces. ¿Estaba soñando? ¿Veía alucinaciones?

En el centro de mi pequeño salón, había una mesa que antes no estaba. Encima de esta, varios platos de comida rodeados de un montón de velas.

Y ahí no acababa todo. Encima de una de las sillas había una nota que decía:

"Dirígete a tu habitación".

Y eso hice. Y otra vez, no podía creer lo que veía. Dos paquetes envueltos en papel de regalo rodeados de globos negros y rojos. Y otra nota.

"Ábrelos".

Me senté en la cama con cuidado de no explotar ningún globo y cogí uno de los paquetes. Tras rasgar el papel, pude ver lo que contenía. Un jersey. Del mismo modelo que el verde militar, pero en un tono azulado. Y una nota encima.

"Lo he comprado para ti, pero ambos sabemos que acabará en mi armario."

Mi cabeza iba a cien por hora. Daba vueltas entre la confusión y el éxtasis. ¿Aitana?

Abrí el segundo regalo, empezando a rozar la impaciencia.

Una carta.

"Bueno, Luis, igual aún no sabes quién soy. Primero de todo, siento mucho irrumpir en tu casa de esta manera. Entendería si te enfadases.

Pero quería hacerte esto para agradecerte todo lo que haces por mí. Por cuidarme tanto y nunca fallarme.

También porque gracias a ti he aprendido a quererme más. Ahora sé que tengo que valorarme y que debo de ser segura, de decir lo que pienso y siento en todo momento.

Y por todo eso, estoy ahora mismo en el salón de tu casa, habiendo hecho cosas que nunca pensé que haría. Yo, Aitana. Cocinando y poniendo velitas. En plan romántico.

Yo, Aitana. Admitiendo ahora mismo, que quiero que vengas al salón porque te echo de menos. Que quiero cenar contigo, y no sólo hoy.

Que pase lo que pase, eres y siempre serás una de las personas más importantes de mi vida.

Y supongo que ahora tienes que venir al salón para obtener el tercer regalo.

Aquí te espero. Muerta de vergüenza.

Aiti."

Aitana

La puerta de la habitación de Luis se abrió y no vi venir lo que pasó a continuación.

Sin decir ni una palabra, Luis me cogió la cara con ambas manos, acarició mis mejillas con sus pulgares y unió sus labios con los míos. Electricidad. Pasión. Nuestras lenguas jugando y explorando. Nuestros cuerpos pegados mientras las manos de Luis pasaban de mi cara a mi cintura.

Y de repente, vacío. Desconexión. Pero solo por un segundo. Lo mínimo para coger aire. Y de nuevo, nuestras bocas juntas. Y una lágrima escapando de mis ojos.

Porque no sabía que un beso podía hacer sentir tanto. Que un momento pudiera ser infinito. Ni siquiera era consciente de las ganas y la necesidad que ambos teníamos de que esto pasara.

Nos separamos. Pero nuestras narices seguían rozándose y nuestras cabezas permanecían unidas. No queríamos separarnos. Ahora que por fin nos habíamos unido, no íbamos a separarnos.

- No sé qué es esto, Luis. No sé porque te he preparado esta sorpresa. Pero no me preguntes aún, por favor. – dije, en un susurro.

- Yo solo te voy a decir que puedes irrumpir aquí cuantas veces quieras. Que no te voy a preguntar nada porque esto no entiende de interrogantes. Y que eres lo más único y especial que me ha pasado nunca. Eres mi faro, Aitana, mi luz. Y quiero que siempre ilumines mi mal humor con tus niñerías. Por favor.

Y de nuevo, nuestras bocas uniéndose. Mientras la comida en la mesa se enfriaba.

A ninguno de los dos nos importaba.

Yo quiero más || AitedaWhere stories live. Discover now