19. Armonía

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Cepeda

Acerqué la cerveza a mis labios en un intento de dejar de mirarla. Tan magnética como siempre, Aitana estaba sentada frente a mí. Estaba hablando con Ana; sus ojos entrecerrándose al reír.

- ¿Y tú que tal, Cepi? – Miriam, a mi lado, posó una de sus manos sobre mi hombro.

- Genial. Trabajando como un loco. – dije, posando el vaso de cerveza sobre la mesa. – Deberíamos de hacer algo juntos, galleguiña. Tu disco es una fantasía.

- Anda ya, calla. Qué me vas a sacar los colores. – Miriam alborotó su pelo. – Pero te tomo la palabra en lo de hacer algo juntos. Aunque vas a tener que esperar a que acabe el rodaje de "La Voz". Pablo me ha ofrecido ser su ayudante.

- ¡Venga ya! – acerqué a Miriam a mí y la abracé. – Que calladito te lo tenías. ¡Felicidades!

Habíamos captado la atención de todos los demás, acabando todos encima de Miriam, llenándola de besos y de felicitaciones.

- Esto se merece un brindis. – dijo Alfred, levantando su vaso y alzándolo en el aire. – Porque cumplamos cada uno de nuestros sueños y propósitos.

-  Yo también quiero brindar porque Amaia hoy ha llegado la primera. Se lo merece. – Amaia propinó a Roi un leve golpe en el brazo, sin parar de reír.

Una carcajada escapó de mis labios al mirar a mi alrededor. Todos nos observábamos los unos a los otros. Un brillo especial en nuestros ojos.

Nuestros vasos entremezclándose al brindar; sonido de cristal contra cristal. Los ojos de Aitana conectando con los míos. Solo por un segundo. Sus ojos tienen demasiados recuerdos en su interior; queman.

- Nos vamos de fiesta, decidido. – Ricky, desde el otro extremo de la mesa, cogió su chaqueta.

- ¡Sí! Como en los viejos tiempos. – dijo Mimi, aplaudiendo y levantándose.

- Yo tengo que ir a cambiarme de ropa. – dijo Aitana, mirando sus vaqueros y su jersey negro. – No me dejaran entrar así en ningún lado.

- A mi tampoco. – dijo Ana, asintiendo con la cabeza. - ¿Y si quedamos aquí en una hora o así?

Todos estuvimos de acuerdo. Aunque yo, Cepeda, el rey de las básicas, no iba a cambiarse de ropa. Vaqueros negros, camiseta blanca y chaqueta de cuero.

- Bueno, pues nos vemos en una hora. – Aitana se levantó de la mesa poniéndose el abrigo. – Mi piso está a unos quince minutos andando. No tardo nada.

- ¿Vas sola? – escuché mi voz temblar al formular la pregunta.

- Claro. – Aitana sonrió y comenzó a alejarse de la mesa. – Son las once de la noche. No pasa nada.

La vi alejarse, con paso decidido, y negué con la cabeza. No sé en que momento decidí que la iba a acompañar, pero me levanté de la mesa rápidamente al verla desaparecer por una calle.

- Roi. – una sola mirada bastó. Roi asintió con la cabeza y me dio una palmada en la espalda.

- Tranquilo, tío. – sonrió y me hizo un gesto con la mano. – Adelante.

Abandoné la mesa, echando a correr por donde Aitana había desaparecido. Un minuto después, divisé su silueta andando. Su mirada estaba clavada en el suelo.

- Ni de coña te dejo sola. – me posicioné a su lado intentando tranquilizar mi respiración. Sentí el cuerpo de Aitana temblar al asustarse. – Lo siento.

- Joder. – su mano se movió hacia su pecho. – Vaya susto me has dado, Luis.

- Perdón. – reí y junté mis manos, haciéndole un gesto de súplica. – Es muy tarde y jamás me perdonaría dejarte sola. No si en mi mano está acompañarte.

Yo quiero más || AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora