10. Sueños

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Aitana

Había pasado una semana demasiado rápido. En el piso de Luis, las ajugas del reloj parecían tener prisa y los minutos se convertían en segundos.

Aunque más bien tenía que ver con él. Con Luis despertándola con besos en la espalda, con Luis haciendo el desayuno, con cenas improvisadas en la terraza y con caricias y besos. Muchos besos.

Me comí uno de los extremos de mi uña mientras me miraba en el espejo.

Llevaba unos pantalones negros largos de campana, con un top negro y una americana blanca. Todo combinado con unas botas.

¿Iba demasiado arreglada? ¿Poco informal?

- Aitana, déjalo ya. Estás preciosa. – dijo Luis, abrazándome por detrás y depositando varios besos en mi cuello.

- Claro, tú dices eso porque como siempre llevas camisetas básicas no hay problema. – dije yo, enfurruñada.

Luis soltó una carcajada, haciéndome sonreír a mi automáticamente. Era imposible no hacerlo.

- Eh, que todo va a ir genial. Ya verás que contenta vas a venir. ¡Eres la estrella del futuro! – me miraba con los ojos brillantes, ilusionado.

Y lo cierto era que yo también lo estaba. Y halagada. Universal me había llamado por temas laborales. Querían hablar conmigo sobre mis próximos proyectos y yo no podía estar más contenta de cumplir mi sueño.

Pero a la misma vez, me daba mucho miedo. Me sentía demasiado inocente en un mundo en el que hay que ser muy predispuesto.

Abracé a Luis con todas mis fuerzas, esperando que su abrazo me diera toda la energía y la calma que yo necesitaba.

- Vamos, anda. – dijo él, entrelazando nuestras manos y tirando de mí hacia la puerta.

Se había ofrecido a llevarme en coche hasta las oficinas y yo no había podido negarme. Estar con él era lo único que me separaba de un ataque de nervios.

El viaje en coche fue silencioso. Un silencio cómodo. Además, me encantaba verlo conducir. Con su mano en el volante y la otra puesta en mi pierna. Y yo jugando con sus dedos.

Cuando me quise dar cuenta, el coche se detuvo, dejándome ver un gran letrero con letras plateadas en el que se podía leer "Universal Music".

- Cuando termines, estaré aquí fuera, esperándote. – dijo él, acercándose a mí y abrazándome. – Mucha suerte pequeñaja, aunque ni siquiera la necesitas.

Le besé y salí del coche.

Y ahora sí. Sin la mano de Luis apretando la mía, estaba absolutamente aterrada.


Cepeda

Tras un par de horas, seguía esperando a Aitana en el coche. Había salido a comprar un par de cosas para el piso y a tomarme un café, y aún no había vuelto cuando llegué al coche.

Puse la radio. Me encontraba tatareando una canción de Antonio Orozco, cuando la puerta del copiloto se abrió.

Dejándome ver a una Aitana desolada. Con la cara llena de lágrimas, el rímel corrido. Una Aitana que nada más entrar, busco mis brazos desesperadamente.

- ¿Qué mierda te han hecho? – la ira descontrolando mi cuerpo mientras intentaba calmarla, abrazándola y quitando las lágrimas de sus mejillas.

- ¿Podemos irnos? – dijo, balbuceando a causa de los sollozos.

Yo solo puse el coche en marcha. Durante el viaje, intenté que dejara de llorar acariciando su pierna y sus manos. Todo lo que permitía tener que conducir, claro.

Yo quiero más || AitedaWhere stories live. Discover now