Capítulo 3: Las espinas de la rosa

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Se encontraba en un lugar hermoso, aún sin abrir los ojos, pero parecía verlo todo claro; era un lugar muy distinto a su cueva, muy luminoso y el suelo era de enredaderas movedizas que en vez de situarlo en un espacio determinado de la tierra lo obligaban a flotar por ella, haciéndolo sentir ligero y feliz: sin ningún esfuerzo podía recorrer cuando quisiera tan solo con seguir la corriente de las enredaderas de colores con muchas flores rojas suaves. Hacia arriba había lechuzas de ojos enormes y de pelaje fino que lo miraban con sus pupilas brillantes que reflejaban lugares inimaginados. Su suave ulular, junto con la música de los grillos, adornaba el aire.

Toda la escena estaba rodeada de una luminosidad proveniente de variados insectos de diversos tamaños y colores en el que destacaban pequeñas luciérnagas.

Mientras tanto, la plataforma seguía moviéndose y podía ver hermosos cuadros que se presentaban ante sus ojos: hermosas cascadas de aguas cristalinas y que desembocaban en ríos con piedras preciosas que llegaban todas a una misma gran laguna de cisnes blancos, negros y azules. Alrededor de ella hay un suelo de rocas grises y más allá un pasto podado a la perfección con enormes estatuillas de arbustos igualmente podadas en forma de rosas, y unas especies de ovejas con caparazón de flor, pastando.

Todo esto rodeado de una especie de neblina grisácea y azul contemplaba exhorto el ser de la cueva; quiso llegar allí abajo y comenzó a moverse pero las enredaderas se movían a un ritmo diferente y lo obligaban a mantenerse arriba, entonces comenzó a correr a toda potencia y se resbaló cayendo al duro suelo de rocas.

Todo esto rodeado de una especie de neblina grisácea y azul contemplaba exhorto el ser de la cueva; quiso llegar allí abajo y comenzó a moverse pero las enredaderas se movían a un ritmo diferente y lo obligaban a mantenerse arriba, entonces comenz...

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Un intenso dolor lo azotó de pies a cabeza pero solo un momento; fue más bien algo que se removió dentro suyo y lo incomodó durante algunos segundos, pero se recobró enseguida pues era bastante ligero y pudo ponerse en pie rápidamente. Pudo observar más detenidamente la belleza que lo había hecho caer y se encontró muy a gusto en ese extraño lugar, se entretuvo nadando en el lomo de los cisnes y cuando estuvo satisfecho del paseo, el último de ellos lo llevó al pasto donde se tendió a probar la dulce leche de las ovejas y entre ellas se quedó dormido hasta que después unas horas sintió unas ruedas que hacían vibrar el suelo rocoso; despertó y vio un carruaje en forma de flor de tonos rojizos-anaranjados sobre ruedas gruesas de roble, tirado por unicornios negros de cuerno azul brillante. El ser que antes dormía trató de refugiarse lo más que pudo en las lanudas ovejas del caparazón florido.

 El ser que antes dormía trató de refugiarse lo más que pudo en las lanudas ovejas del caparazón florido

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