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Pedregoso dormía cuando un gato pisó su cola. Gruñó y lanzó un zarpazo con las uñas escondidas, golpeando la pata de un gato.

—¡Mira donde pisas! — bufó mientras pega su cola al costado.

—Deberías estar cazando, Pedregoso. — maulló como respuesta el gato.

Pedregoso se sorprendió al reconocer la voz del lugarteniente: Viento Gélido. Obligó a sus patas a moverse y se sentó, pasando una zarpa por la cara varias veces para despejarse. Viento Gélido lo miró largamente antes de acurrucarse en un lecho. Pedregoso salió hacia afuera, preguntándose por qué su lugarteniente se había ido a dormir tan pronto. Agitó la cola. «Por mi puede dormir para siempre»

—¡Buenos días! Creía que eras un lirón — ronroneó Baya Roja, su hermana.

Pedregoso se sacudió, el frío era helador.

—Hola, Baya Roja... — murmuró, — Viento Gélido está durmiendo, así que le preguntaré a Estrella Nubosa si... — no siguió  la frase, sino que caminó hacia la gata gris, que hablaba con Suspiro.

—Estrella Nubosa, ¿hay alguna patrulla a la que deba unirme?— preguntó con educación.

La gata carraspeó, algo molesta por la interrupción, mientras movía una pata.

—Ve a la frontera con el Clan del hielo... Y llévate un par de gatos, quizá Robledo podría dirigir una patrulla fronteriza y...

—Ya me ocupo yo. Cogeré a Baya Roja y otro par de gatos.

la líder asintió, dándole la espalda para continuar hablando con Suspiro.

El felino agitó una oreja mientras caminaba hacia Baya Roja, le explicó todo con breves palabras. 

—Supongo que querrás traerte a Patas Nubladas...— ronroneó con un brilló risueño en los ojos.

Pedregoso bufó.

—No... Estará bien sin ella. No soy su sombra — aclaró, aun le molestaba lo cercano que se mostraba Canción de Piedra con la bella gata de patas grises.

Baya Roja sofocó otro ronroneó y revisó el claro, llamando a Bigotes de Leopardo y Cola Florida, sus padres, que compartían lenguas tumbados al sol. Cola Florida resopló con su pelaje esponjado contra el frío, y siguió a Pedregoso hacia fuera.

—¡Hermano! — el gato gris paró en seco, como si sus patas se hubieran vuelto de piedra.

—Salid sin mi, enseguida os sigo. — murmuró girándose y saludando con la cola a Zarpa Empolvada, su hermano.

—Dijiste que hoy irías conmigo a cazar.— maulló al aprendiz.

—Lo haré, descuida, pero aun queda tiempo, no me atosigues. — le dio un toque en los hombros con la punta de la cola.

El gatito asintió y se alejó corriendo, su cola ondeando tras él. Pedregoso iba a salir por el túnel de zarza cuando un gato lo embistió, haciéndolo caer y perder el aire. Iba a espetar algo cuando el gato se tambaleó y habló.

—¡Un incendio! En el Clan del Mar... debemos ayudar... — masculló, sus patas temblando.

Estrella Nubosa saltó hasta el centro del claro, su mirada azul teñida de preocupación.

—Ayudaremos. ¡Vamos!

Pedregoso salió afuera y vio a Baya Roja y sus padres, ambos con los ojos bien abiertos por la sorpresa. No tuvo que hablar, Cola Florida salió corriendo hacia el Clan vecino al momento, y el la siguió. Las ramas arañaban su hocico y costados, y el frío le hacia sentir agarrotado, pero no tuvo tiempo para quejarse del clima, cuando se acercó al río que hacia de frontera una oleada de calor abrasó sus bigotes. Tosió una vez y saltó hacia el otro lado. Entre los árboles diviso chispas rojas. Fuego. todo su cuerpo se tensó, y su pelaje se erizó como si ante él un perro ladrará. Su instinto le decía que retrocediera. Se tambaleó, y entonces vio el pelaje atigrado de su madre, corriendo hacia le peligro sin dudar. Se obligó a reaccionar y la siguió, de pronto estaba rodeado de llamas que se alzaban hacia el cielo, a su lado Baya Roja frenó, agazapada por el temor.

—Debemos huir, Pedregoso... — gimió dando un paso atrás.

Un crujido siguió a sus palabras, y una pesada rama ardiente aterrizó tras ella. la gata aulló por la sorpresa mientras saltaba hacia delante. Su mirada aterrorizada recorrió los alrededores, y finalmente saltó sobre la rama, ls llamas la engulleron, y Pedregoso se quedó paralizado.

—Estoy bien... — oyó a los pocos latidos de corazón. —¡Salta!

Pedregoso tensó los músculos y aplanó las orejas, pero ante sus ojos estaba su madre, corriendo hacia le peligro. Agitó la cabeza para volver a la realidad.

—Debo seguir. — maulló dando la espalda a aquella rama, y a la gata que había tras ella, y echando a correr.

Cuando comenzó a acercarse al campamento vecino le ardían las zarpas de pisar ascuas, y varios de sus mechones estaban quemados. Los gatos de su Clan trataban de ayudar a los del Clan del Mar.

—¡Ayuda! — espetó en su oído Garra negra, mientras se deslizaba hacia una guarida.

Pedregoso revisó el claro y corrió hacia una madriguera, similar a la de un conejo, en el interior olía a leche, y los quejidos de cachorros eran audibles desde donde el estaba. Iba a meterse cuando un gato lo empujó.

—Ya me ocupo yo— siseó Viento Gélido, mientras su cola azotaba el suelo. 

Por encima del hombro del lugarteniente Pedregoso vio una rama zarandearse.

—Cuidado.— resolló, empujando al gato hacia un lado y levantándose. Antes de que la rama cayera, creyó ver una silueta que empujaba el palo. 

Durante unos instantes ambos se miraron, luego el gato despareció entre el humo, y la rama se derrumbó frente a él. Pudo salvarse porque Cola Florida lo cogió del pescuezo a tiempo.

Resolló levantándose, la sangre palpitaba en sus oídos, el miedo inundaba el aire. Su cola se erizó.

—viento Gélido, podíamos haber muerto — gruñó. — Yo podría haberlas salvado.

El gato lo miró con seriedad.

—Lo dudo.— Fu todo lo que dijo, antes de alejarse hacia un grupo de gatos más alejados.

Pedregoso veía gatos de todos los Clanes, y no sabía que hacer. Cola Florida rozó su costado, y entonces un aullido agudo surcó el aire. El chisporroteo de las llamas pareció acallarse para dejar al gato exhalar esa llamada de auxilio.

—¡Suspiro! — Cola florida bordeó el claro hasta una zona apartada, donde el gato estaba tirado, la sangre manaba de sus costados.

Pedregoso se agazapó a cierta distancia, entre las ramas de un helecho chamuscado, pero ya no peligroso, dandole espacio a los hermanos para compartir sus último momentos.

—¡¡Cuidado!! — un atigrado marrón, desconocido para el joven guerrero, saltó apartando a Cola Florida, pero un trozo de madera que caía lo golpeo en el lomo, y aplastó a Suspiro, que no pudo maullar antes de que la vida se extinguiera en él, como lo hacia el sol cada anochecer.

Pedregoso iba a correr hacia su madre cuando vio que los dos gatos rozaban sus hocicos. ¿estaba engañando Cola Florida a Bigotes de leopardo con un gato de otro Clan? A pesar del humo, cuando olfateó él aire pudo captar un rastro en el pelaje de aquel extraño. Era un proscrito. Sacó las uñas deseando arrancarle la cola, seguro de quien era, pero su madre tosió y lo miró, a pesar de que la sangre chorreaba por un tajo profundo en su hombro, el gato no parecía prestarle atención.

—vamos, Cola Florida.— La gata tosió.

—Musgoso... tus hijos... ojalá te conocieran... Me recuerdan tanto a ti... Y ahora... — la tos cortó sus débiles palabras.

Musgoso se agachó sobre ella, sus ojos cerrados.

—Debo irme— maulló mientras su fulminante mirada ámbar pasaba por alto al gato gris, y se centraba en el claro.— O me descubrirán.— añadió con un susurró.—Pero debes saber la verdad, mi amor.

—No... Ya la se, Musgoso. ¿Crees que alguna vez creí esas acusacio...?- tosió con fuerza.— ¡vete! —jadeó —¡¡huye de aquí!!

Pedregoso tembló al contemplar como la vida escapaba de los ojos de su madre, y corrió hacia fuera bufando. Saltó sobre el lomo del atigrado, que rodó pateando su vientre.

—¡Largo!— aulló tratando de alcanzar su cuello y acabar con su vida, pero el gato se lo quitó de encima y huyó como una sombra. 

Una sombra entre el humo...

Gatos guerreros. Sombras en la noche.Where stories live. Discover now