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Arriba Nutrina <33

Pedregoso salió de la guarida de Lagartijina, aliviado por la mejora que estaba teniendo su aprendiza. AL día siguiente ya podría volver a entrenar. Se sacudió y caminó hacia Patas Nubladas, a pesar de que esta estaba hablando con Canción de Piedra, trató de mantener su pelaje alisado.

-¿Vienes a patrullar?— propuso.

—Lo siento, pero quizá luego. Canción de Piedra y yo íbamos a ir a cazar justo ahora.— maulló, sus ojos brillaban, no pareció notar el gesto herido del gato gris.

—Ah... Entiendo... Hasta luego, entonces.— maulló dándose la vuelta y alejándose a grandes zancadas.

—Um... Pedregoso...— oyó el maullido de su hermano a un lado— Yo iré contigo... Si quieres...— murmuró, parecía nervioso. Arañó el suelo on una zarpa.

Pedregoso no lo culpó. En los últimos días se había mostrado frío y distante con él. Una punzada de pena abrasó su corazón. Se había apartado de su hermano al morir su madre, cuando este más lo necesitaba.

—¡Claro!— trató de sonar animado.— ¿Qué te parece si se viene Goteada también?— propuso.

El gato asintió mientras salía corriendo hacia el túnel de zarzas, agitando la cola feliz. Pedregoso se acercó a la gata para invitarla a la patrulla, y ella aceptó.

—¿Qué tal la frontera del Clan del Páramo?— maulló mientras salía del campamento.

Zarpa Empolvada no respondió, demasiado concentrado en olfatear el aire, y la guerrera hizo un gesto con la cola.

—Tu eliges.— dijo mientras se acercaba a su aprendiz— ¿Qué hueles?

Zarpa Empolvada la miró un momento antes de tomar una larga bocanada de aire.

—Gatos, claro, estamos al lado del campamento...— murmuró— Sí... ratón, pero es rancio, y presas...— se relamió— Creo que hoy podremos tener una...

Goteada lo silencio elevando la cola.

—Estamos al lado del campamento, Zarpa Empolvada, las presas que hueles ya están en el montón de carne fresca. ¿Qué presa hueles que este viva?— preguntó.

El gato parpadeó mientras dilataba sus ollares y se concentraba.

—No estoy seguro... ¿ardilla?

Goteada sacudió la cabeza y suspiró.

—Quizá tu puedas ayudarlo, Pedregoso.

«¡Claro que puedo! pero no soy un aprendiz.» No pudo evitar que sus costados se erizaran.

—Gorrión.— maulló tras olfatear— Para ser exacto.

Goteada asintió con la cabeza y encabezó la patrulla con la cola elevada, lo que produjo una oleada de rabia en el interior de Pedregoso. Clavó las uñas en el blando suelo para relajarse. «Ella es la guerrera más veterana, ¿por qué no iba a liderar?» la siguió en silencio hasta llegar a la frontera. Se pronto el aroma a brezo de un conejo llegó a su nariz. Se agazapó al momento, atento, por el rabillo del ojos vio que Goteada también estaba lista para saltar. 

Esperó, pero justo cuando iba a saltar el conejo elevó la cabeza, el momento de duda fue demasiado largo, y el conejo echó a correr. Con un gañido Pedregoso saltó tras él, notando el aliento de Goteada en su cola. Iba a atraparlo cuando este alcanzó su madriguera. Pedregoso soltó un siseo de rabia mientras azotaba el aire con la cola, pero de pronto un pelaje pasó rozando junto a él y desapareció en el interior de la guarida.

Gatos guerreros. Sombras en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora