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Pedregoso soltó un gañido.

—¡Quieto!— espetó Ala Plumosa, aunque no la veía, Pedregoso oyó el silbido del aire cuando su cola lo surcó con fuerza.

—Duele— masculló entre dientes.

La gata resopló, colocando otro ungüento en la herida.

—Debiste venir hace tiempo. Se ha infectado...— murmuró la gata.

—¡Ala Plumosa ...! — Viento Gélido se calló al ver a la atareada curandera.

—Dime...— murmuró la gata, sin apartar la mirada del lomo de Pedregoso.

—Solo quería saludarte, hermana.— respondió Viento Gélido.— ¿Y esa herida? ¿Otra pelea? — añadió.

—No...Es antigua, está infectada.— explicó Pedregoso.— SI queréis hablar pudo irme...— añadió.

—te irás si yo lo digo— maulló Ala Plumosa, lanzándole una mirada que el guerrero no pudo descifrar a su hermano— Aun que quizá... pásate luego...

—Mejor. — maulló Viento Gélido sentándose.—Es solo que quiero hablar a solas...— añadió en su oído.

Pedregoso se sacudió, incómodo.

—Por supuesto.— respondió saliendo de la guarida, el pelaje alrededor de sus orejas se había erizado.

Revisó el claro, prácticamente vacío. Quería salir, pero aun no podía.

—¡Esto debe acabar aquí, Viento Gélido!— la voz provenía de la guarida de la curandera. 

La curiosidad cosquilleando en sus zarpas le hizo agazaparse en la entrada, atento a cualquier sonido.

—No estás en disposición de exigirme. O ...— el maullido bajó de tono, hasta que Pedregoso no puso oirlo.

—Viento Gélido, ¡por favor! Esto está yendo demasiado lejos.

—El musgo debe morir. Y lo sabes. — dijo el gato, después se dio l vuelta y salió.

Pedregoso se apretó contra el arbusto para que no lo viera, y el lugarteniente paso de largo sin percibir su presencia. Ala Plumosa salió corriendo, Pedregoso la siguió entre resuellos, a pesar de que la gata plateada salió al bosque y el lo tenía prohibido.

—¡Ala Plumosa! Espera.— la llamó.

La gata paró en el desfiladero y lo miró:

—P-pedregoso...— murmuró.

—¿De que hablaba Viento Gélido? ¡Por favor!

La gata lo miró, temblaba.

—Ya todo da igual. Pero quizá debas saber algo. Yo rompí el código el código guerrero, Viento Gélido lo sabe, y me exige ciertas cosas a cambio de su silencio. Libera al Clan, Pedregoso, cuando naciste, mi mentora: Tostada, vio algo en ti. Dijo, ''este felino es especial '', se que es cierto... Libera al Clan, Pedregoso... —repitió, y dándose la vuelta saltó al vacio.

Pedregoso soltó un grito y corrió hasta el borde el desfiladero. Se oyó un golpe seco cuando el cuerpo se estampó contra el hielo que cubría el río. Unos latidos de corazón después, se abrió un grieta y el cuerpo se hundió en las heladas aguas. Pedregoso se quedó helado, mirando fijamente al hueco por donde la joven curandera se había sumergido.

«Clan Estelar, aceptadla»

—¿Qué haces aquí?— Pedregoso se giró, frente a él estaba Estrella Nubosa, flanqueada por Viento Gélido y Patas Nubladas.

—Te dije que se había escapado— gruñó Viento Gélido— Es un traidor... Como... — Estrella Nubosa lo silencio, lanzándole una rápida mirada a Patas Nubladas, que miraba a Pedregoso en silencio.

—No debías salir, ¿qué haces aquí?— preguntó la líder gris.

Pedregoso la miró largamente, tratando de evitar que sus bigotes temblaran.

—Ala Plumosa se lanzó por el Desfiladero. Ha muerto.— maulló.

—¡¡¡¡Asesino!!!!— Viento Gélido saltó contra él.

Pedregoso rodó com el lugarteniente sobre él, de pronto la tierra desapareció, y comenzó a caer, en el último momento pudo aferrarse al borde.

—¡Ayuda!— jadeó, viendo como Viento Gélido lo miraba con odio.

—Mereces morir.— gruñó.

—¡No!— Patas Nubladas empujó al atigrado para agarrar a Pedregoso del pescuezo, llevándolo hasta el suelo firme.

—Gracias...— murmuró tratando de recobrar el aliento.

La gata le quitó importancia moviendo una oreja, después se giró hacia la líder.

—Nada de esto es justo, yo inicié la pelea, si el no puede salir del campamento, yo tampoco.— soltó.

Estrella Nubosa parpadeó.

—¿Estás segura?

—Sí.

—Bien, entonces quizá ambos deberíais volver a vuestras tareas corrientes, no me decepcionéis. 

—¡Pero ha matado a Ala Plumosa!— gruñó Ciento Gélido, sacudiendo la cola.

—Eso no lo sabes. Esta noche la velaremos, aun que no tengamos su cuerpo. Todo ha sido un accidente.— finalizó con un movimiento de cola, antes de echar a andar. 

«Todo ha sido por tu culpa, Viento Gélido» El guerrero gris sintió ganas de arrancarle las orejas.

Pedregoso notaba la pena sobre su corazón. Él debía haberla salvado, haberlo evitado. A su lado caminaba Patas Nubladas, durante un momento sus pelajes se rozaron.

—Gracias...— murmuró el guerrero mirando hacia un lado, incómodo.

La gata asintió, su mirada fija en el frente. Nada más entrar en el campamento Pedregoso fue a tumbarse a un lado. El claro estaba vacío, a excepción de algún gato y los cachorros de Tigresa, que jugaban ruidosamente.

—Son preciosos...— Pedregoso dio un respigno al darse cuenta de que Patas Nubladas estaba a su lado.—Oye... Siento lo que dije... Creo que estaba un poco...— su maullido se apagó y la gata se olfateó las zarpas, sus bigotes crispados.

—Todo está bien.— respondió Pedregoso, mientras pegaba su costado al de ella.

Gatos guerreros. Sombras en la noche.Where stories live. Discover now