17

9 1 0
                                    


Nutrina notó todo su pelaje erizarse cuando un aullido sonó a su espalda. Giró el cuello con las pupilas dilatadas, para ver a Zarpa de Pino crispado de dolor, entre las garras de un pájaro.

—¡Zarpa de Pino!— maulló, deseando ayudarlo, pero sus patas no se movieron, en vez de eso se agazapó aterrada. La sangre bombeando en sus oídos.

Reyezuelino fue el primero en reaccionar, gruñendo se impulsó hacia el ave, que soltó a Zarpa de Pino, dejándolo caer pesadamente sobre el suelo, y se lanzó contra Reyezuelino. El gato gris volvió a gruñir cuando las afiladas uñas desgarraron su lomo, pero el pájaro no logró aferrarlo bien y tuvo que soltarlo. Antes de que nadie pudiera hacer nada había cogido de nuevo a Zarpa de Pino.

Nutrina vio como Reyezuelino trataba de ayudar de nuevo, pero sus patas se pusieron rígidas en un espasmo de dolor y cayó entre jadeos.

La aprendiza blanca y marrón oyó los gritos de Pedregoso, pero estaba muy lejos, nadie podría salvar a Zarpa de Pino, que cada vez estaba más lejos del suelo, solo el leve agitar de su cola demostraba que su corazón aun palpitaba. El ave chilló cuando Zarpa Empolvada saltó, pero dejó caer a Zarpa de Pino. Nutrina iba a suspirar de alivio cuando las garras el pájaro se clavaron en la cara del aprendiz, que aulló y se revolvió de dolor, impotente.

De pronto de una madriguera de conejo salió un pequeño gato negro, corriendo saltó, elevándose hacia el cielo majestuosamente, sus uñas se engancharon en la espalda del ave, que comenzó a descender abrumada por el peso. Cuando tocó el suelo el gato negro clavó sus colmillos en la nuca del águila, cuyos salvajes ojos se volvieron vidriosos, y su pico se abrió para lanzar su último grito.

Nutrina soltó el aire que había estado conteniendo, y entonces reconoció a la pequeña gata. Abrió la boca para saludarla, agradecida. Ella estaría muerta si la pequeña solitaria negra no la hubiera salvado de caer por el barranco, y Zarpa de Pino estaría ahora  despellejado también de no ser por ella. Tenía muchas preguntas, pero la gata solo agitó la cola una vez y salió corriendo, llevándose el ave con ella.

—¡Gracias!— logró gritar, aun temblando.

—¿Estáis bien?— el maullido provenía de Pedregoso.—¡¡Zarpa Empolvada!!— exclamó corriendo hacia el joven gato moteado.

Nutrina miró hacia él, sus bigotes se crisparon al ver un bulto marrón, con la cara llena de sangre. Pedregoso comenzó a lamerlo, pero el aprendiz solo gemía, mientras sus patas se agitaban con desesperación.

—¡No veo! ¡¡No puedo ver nada!!— chillaba— ¡¡¡Ayuda!!!

Nutrina sintió la pena como una espina en su corazón. Zarpa de Luz miraba aterrada el cuerpo de zarpa Empolvada, su boca entre abierta de horror. Pedregoso trataba de tranquilizarlo, sin éxito. La aprendiza apartó la mirada y caminó hacia Zarpa de Pino, el gato estaba en un charco de sangre. Nutrina no podía asegurar que no estuviera ya junto a los guerreros estelares.

—¿Qué hacéis aquí?— la potente voz de un gato resonó.

Pedregoso se apartó de su hermano para fijar su mirada en una esbelta gata parda, con motas oscuras perlando su pelaje.

—Ya nos vamos...— maulló con voz ronca por el dolor.

La gata parpadeó.

—Quiero una explicación.— Dijo— ¿Qué hacéis aquí?

Pedregoso sacó las uñas.

—Estos gatos necesitan ayuda. Lo siento, Estrella Parda, pero no consentiré que mueran por darte una explicación.

Gatos guerreros. Sombras en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora