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Pedregoso caminaba en silencio. Notaba el frío helador en sus almohadillas, y el silencio era extraño. Una hoja cayó revoloteando de un árbol, frente a él. A su lado Nutrina caminaba, saltando para atrapar copos que caían. Pedregoso soltó un suave ronroneo cuando esta cayó de espaldas sobre la nieve. Le recordó cuando él era aprendiz, entrenando junto a Baya Roja. El murmullo lejano de los monstruos se convirtió en un rugido según se acercaban al sendero atronador.

Nutrina había dejado de saltar, y ahora caminaba con las orejas bien erguidas.

—¿Es muy peligroso?— preguntó, su cuello se había erizado.

Pedregoso negó con la cabeza.

—No, mientras mantengas tus patas fuera de la superficie negra. Los monstruos jamás salen de ahí.— explicó.

—¿No? ¡Pues si que son tontos!— exclamó, después frunció el hocico— Pero apestan.— gruñó.

Pedregoso siguió avanzando, cuando el sendero atronador quedó a la vista tres figuras gatunas lo hicieron también. Instintivamente su espalda se erizó y echó atrás las orejas.

Nutrina arqueó la espalda bufando.

—¿Son mininos domésticos? ¡Echémoslos!— maulló.

Pedregoso se acercó despacio al grupo. No tenían los blandos músculos ni el limpio pelaje de una mascota. Su sangre de heló tanto como la nieve que había a su alrededor cuando reconoció al atigrado de patas blancas. Sus ojos amarillos estaban fijos en él, sus músculos tensos. A sus lados estaba un gato anaranjado con las patas blancas y una gata negra y blanca.

—¿Qué hacéis aquí?— exigió Pedregoso.

El atigrado marrón olfateó el aire antes de responder.

—Marcar las fronteras, como vosotros. Nosotros también somos un Clan. 

Pedregoso no pudo evitar erizarse más aún.

—No. No sois un Clan ¡Largo!— saltó contra el atigrado y clavó sus colmillos en su lomo.

¿Era posible que Musgoso pretendiera crear otro Clan? Las afiladas uñas de su rival rasgaron su costado, haciéndolo aullar. Vio a Nutrina peleando contra el gato anaranjado, sabía quien era. La imagen de un par de cachorritos hambrientos en una helada noche volvió a su mente. ¿Cual era su nombre? No lo recordaba.

Volvió a la realidad clavando los colmillos en una de las patas del atigrado, que se revolvió con furia. De pronto Pedregoso notó unos colmillos en su espalda. Giró la cabeza y fijó sus colmillos en la nuca de la gata negra, cuyos ojos verdes, idénticos a los de Cola Florida, chispeaban. ¿Cuántos hermanos tenía Nutrina? lanzó por los aires a la gata, que aterrizó en el sendero atronador.

—¡Corre!—aulló el atigrado.

Pero la gata solo se agazapó, totalmente erizada, con los ojos desorbitados de terror. pedregoso oyó el gruñido de un monstruo acercándose. Sin saber porque saltó hacia delante, raspando sus almohadillas contra el duro suelo negro. por el rabillo del ojos vio un monstruo blanco, estaba demasiado cerca. Iba a atraparlos.. Sin poder frenar agarró por el pescuezo a la gata, casi atropellándola, y trató de apartarse del camino de aquel ser de redondas zarpas. Cerró los ojos. 

Sin entender nada estaba rodando por el duro suelo, notó el dolor cuando su hocico chocó contra la superficie. «Respiro» Abrió los ojos, notaba todo su cuerpo palpitando. A su lado vio el pelaje oscuro de la gata. Otro gruñido llegó a sus oídos, acompañado por el retumbar del suelo. La gata aulló y salió corriendo. Pedregoso se intentó levantar, pero una de sus patas no respondía. Cayó de costado entre jadeos, tratando de arrastrarse hacia fuera del letal sendero. Sabía que no llegaría.

Pero para su asombro el monstruo frenó, soltando leves bufidos, y lo bordeo. Pedregoso soltó la respiración que había estado conteniendo. De pronto Nutrina estaba a su lado, arrastrándolo hacia la seguridad.

—¡Comadreja!, ¿estás bien?— gritó el atigrado.

—¡Sí!— respondió la gata desde el otro lado.

Pedregoso trató de incorporarse inútilmente.

—¿¡Cómo has podido!?— aulló Nutrina fuera de sí— Después de que la salvara, ibas a dejar que lo aplastaran. ¡Y tu, Comadreja! Ratón cobarde— bufó.

El atigrado se dio unos lametones, entornando la mirada.

—¿Sabes? Necesito que tu amigo me acompañe... te dejaría ir, pero...

—¡Huye!— ordenó Pedregoso con un bufido— Nutrina, ¡Vete! ¡Ahora!

La gata titubeó, pero finalmente se dio la vuelta y corrió. El atigrado saltó tras ella, pero Nutrina era más pequeña y ágil, y logró escabullirse velozmente.

—Vamos.— gruñó el atigrado cogiendo a Pedregoso del pescuezo y arrastrándolo.

El gato gris había perdido el sentido de la orientación. Notaba su cuerpo arder de dolor de tanto ser arrastrado. Y su pata herida era lo peor. En más de una ocasión trató de liberarse, pero no pudo.

—¡Hurón! bienvenido— ronroneó un gato acercándose— ¿Qué traes?

Pedregoso captó el olor de distintos felinos por todas partes, y se erizó.

—Un gato del clan del Bosque,— explicó.

Pedregoso giró el cuello, asombrándose al ver al enorme atigrado marrón frente a él. Musgoso.

—Encerradlo. Hurón, sígueme.— maulló dándose la vuelta.

Pedregoso gruñó y trató de arañar al gato que pretendía cogerlo, pero falló. El proscrito le lanzó un arañazo, que acertó en pleno hocico. Después lo agarró y tiró de él, sin molestarse en tratar de que sus colmillos no se clavaran en la piel de Pedregoso. Lo dejó caer por una pendiente, cuando por fin llegó abajo arrastró algo y lo colocó en la salida, impidiendo la entrada de la mayor parte de los rayos de luz. «Estúpido. ¿No ves que no puedo moverme?» Trató de acomodarse y lavar sus heridas. Tenía muchas, aunque excepto una en el cuello, no eran graves.

Miró su pata, estaba en un ángulo extraño. Recordó que una vez a Corazón nocturno le había pasado. Estaba dislocada. Se preguntó si ese grupo de gatos que se hacía llamar Clan tenían curandero. 

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⏰ Last updated: Oct 14, 2018 ⏰

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Gatos guerreros. Sombras en la noche.Where stories live. Discover now