Dos.

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4 AÑOS DESPUÉS

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4 AÑOS DESPUÉS

—¿Cuánto tiempo más nos quedaremos aquí? —preguntó Eira acercándose a Briseida, quien estaba de pie en el exterior, observando hacia el norte donde se hallaba la fuente de agua más cercana a su campamento.

No volteó a mirarla, pero la percibió deteniéndose a su lado con sus manos bronceadas a su espalda, su mentón alto y sus ojos grandes, redondos y verdes en un punto entre la hilera de árboles. Su cabello rubio y largo, danzando al son del viento suave y frío que soplaba.

Briseida sonrió, recordando cuántas veces le había preguntado lo mismo en los últimos meses. Habían creado un hogar para pasar el invierno pero muchos no estaban de acuerdo con la idea. Dentro del círculo de Clanes, Oskru corría peligro, pero a Briseida la traía sin cuidado. Había aprendido a lidiar con contratiempos y no estaba dispuesta a poner en peligro la salud de su gente porque el resto de los Clanes no supiera convivir con ellos.

—Hasta que el invierno acabe, Eira —contestó con la mirada en el cielo, sin elevar demasiado la barbilla. Estaba oscureciendo, nubes grises amenazaban con acercarse—. Pronto habrá una tormenta, ¿sigues creyendo que es una mala idea quedarnos aquí? —preguntó sin alterarse, apenas volteando para mirarla. Eira le devolvió la mirada, a pesar de todo el tiempo que habían pasado juntas, Briseida seguía sorprendiéndose cada vez que se enfrentaba a aquel rostro aniñado para que Eira abriera la boca y encontrarse con una mujer.

—Creo que estamos corriendo grave peligro —contestó.

Briseida tomó aire, aún manteniendo su compostura con las manos unidas detrás de ella. Volvió su vista al frente, sabiendo perfectamente a qué se refería.

—¿Lo dices por los Clanes o por Seymour y su grupo? —cuestionó, sabiendo de antemano con qué respuesta se encontraría. Seymour le había causado problemas desde un principio.

—«Seymour y su grupo» son tres personas —repuso Eira y Briseida la miró lo suficiente para verla sonreír hasta que los hoyuelos se manifestaron en sus mejillas. Tomó aire y el momento se esfumó en el aire—. Pero sí, no están contentos con haber acampado en el límite de los Clanes.

En otro tiempo, Briseida se hubiera pellizcado el puente de la nariz en frustración, ahora se conformó con un simple suspiro.

—Si queremos ir al norte, tendremos que rodear Polis. Estaríamos corriendo el mismo riesgo.

—No es lo mismo pasar por un lugar a quedarse, Briseida —repuso Eira, a pesar de su tono neutro, había ciertas pinceladas de frustración—. No puedes dejar que te contradigan de esta manera —añadió olvidándose de la formalidad, girando para mirarla. Briseida no se movió—. Tienes que hacer algo —pidió.

—A Seymour nunca le gustó la idea de que fuera su líder —comentó con suma calma—. Aún me sorprende que haya encontrado dos perros falderos —añadió con su mirada en el cielo. Las nubes negras estaban acercándose. Pronto llovería. Por suerte, las cabañas habían sido terminadas y esperaba que fueran lo suficientemente fuertes como para aguantar la tormenta que se avecinaba.

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora