Veintidós.

2.4K 200 42
                                    

Talon los guió junto a tres terrestres más hasta la entrada de una aldea

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Talon los guió junto a tres terrestres más hasta la entrada de una aldea. Briseida jaló las riendas de Calisto y esta se detuvo. La paz que emanaba aquel lugar era increíble. O, tal vez, Briseida estaba tan exhausta que no le importaba dónde se encontrara mientras tuviera un lugar donde dormir.

Bajó de Calisto al tiempo que una mujer de la misma edad de Talon se acercaba a él, confundida por los visitantes. Detrás de Briseida, las puertas de los vehículos se cerraron una tras otra.

—Nos concederá un lugar donde dormir —dijo Eira, acercándose a ella como si hubiera presentido la inquietud de Briseida ante la candente conversación que Talon y la mujer mantenían.

—¿De dónde lo conoces? —preguntó incluso su propia voz sonaba lejana a sus oídos. Se planteó la idea de echarse a dormir allí mismo, entre los arbustos sin importar lo sucia que estaba.

—A lo largo de los viajes, a veces encuentras Clanes en quienes confiar —replicó sin mirarla, también concentrada en Talon, quien aún seguía hablando con la mujer. Eira sonaba más despierta.

Briseida observó cómo Talon y la mujer rompían la conversación para acercarse a ellos. La mujer, de cabello claro y ojos oscuros, la observó de arriba abajo. Briseida no se molestó. Seguramente estaban discutiendo sobre dejar entrar asesinos a su aldea.

Monin —susurró Talon, inclinándose hacia delante. Ambas lo imitaron ante la bienvenida. Un alivio recorrió su cuerpo entero cuando Talon volvió a mirarla—. ¿Eres la líder? —preguntó. Briseida asintió—. Ulanni te acompañará a tu habitación —dijo. Briseida giró la cabeza hacia Eira, dispuesta a decirle que no los dejaría solos hasta que cada uno tuviera un lugar donde dormir pero Ulanni se adelantó.

Miya kom ai —señaló, girando sobre sus talones. Briseida no se movió, aún sosteniendo las riendas de Calisto.

Eira la observó expectante hasta que comprendió lo que sucedía en su mente.

—Tranquila —susurró. Volteó a mirarla, aún no estaba convencida en adentrarse a una aldea donde no conocía nada—. Estaremos bien —aseguró.

Briseida asintió, soltando las riendas y siguiendo los pasos de Ulanni, quien la guió hasta una de las casas más cercanas. Abrió la puerta para que ingresara y Briseida observó su alrededor alucinada. El recinto no se parecía en nada a la cabaña donde pasaba los días en Oskru, esta tenía la clara imagen acogedora, con vidrios en las ventanas y una cama contra la pared cubierta de pieles para sobrevivir el invierno. Muebles, adornos. Incluso cuando se trataba de una sola habitación, no se sentía ahogada allí dentro. Una puerta al fondo llamó su atención.

—¿Qué hay allí? —preguntó, volteando al tiempo que Ulanni dejaba una fina pila de ropa en la cama.

—Puedes ducharte allí —replicó sin siquiera mirarla—. Esta será tu habitación —añadió, girando sobre sus talones para dirigirse a la entrada pero Briseida, por más cansada que estuviera, no dejaría que los prejuicios de Ulanni crecieran.

Atlas II | Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora