Veinticinco.

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—¿Y ahora qué? —preguntó Eira luego de que Briseida se acercara al rincón donde estaba de pie

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—¿Y ahora qué? —preguntó Eira luego de que Briseida se acercara al rincón donde estaba de pie. El entierro había llegado a su fin y cada uno de los presentes estaba dando sus respetos.

El sol se había escondido tras las nubes grises dando paso a una noche lluviosa. Las gotas caían finas y constantes, molestando la visión de Briseida.

—Diles a todos que los espero en la cabaña —anunció, volteando lo suficiente para observar a Milo y Vienna, arrodillados en el barro junto al lugar donde Isla había sido enterrada—. Déjalos que se despidan —añadió sin mirarla. Le causaba dolor no poder llorar a Isla de la misma forma que Vienna y Milo lo hacían, en silencio y alejados de todos con el apoyo del otro—. Cuando estén listos, que vengan —dijo, comenzando a alejarse de Eira para caminar a su cabaña.

Ingresó, alejando el agua de su rostro con la palma de su mano. Tomó la espada que había dejado allí para colocarla en su cintura. No sabía con quién se encontraría allí fuera. El plan de Bellamy sonaba demente pero parte de ella seguía confiando en él.

Tocaron la puerta antes de entrar. Briseida observó a Clarke junto al resto de Skaikru ingresar. En silencio, se acomodaron en la habitación. Bellamy se puso de pie detrás de Briseida, como si fuera a dirigirse al grupo de la misma forma que ella. La hizo sonreír. Bellamy no llevaba el papel de líder como Clarke, pero sí las acciones y pensamientos.

—Eira nos dijo que querías hablar con nosotros —empezó Clarke un poco confundida por la reunión.

Miró a Bellamy. Había creído que sería él quien le contara el plan, pero al parecer había dejado todo en sus manos ya que apenas asintió, como si quisiera infundirle confianza en el habla.

—Esperaremos a... —habló, volteando hacia el grupo cuando la puerta se abrió. Esta vez revelando a Eira junto a sus dos guerreros, todos mojados debido a la lluvia y el rostro de Vienna manchado por lágrimas—. Si necesitan más tiempo... —susurró desconcertada por verlos allí tan rápido.

—No —replicó Vienna, luchando por mirarla a los ojos. Cuando lo hizo, Briseida reconoció la determinación—. Queremos justicia por la muerte de Isla y no la encontraremos llorando junto a la tumba —añadió, su voz más estable de lo que había creído.

Briseida asintió con lentitud sin comprender por qué le sorprendía tanto la reacción. Al fin y al cabo, estaban reaccionando como fueron entrenados.

—Haremos un rastrillaje en los alrededores —anunció retomando su tono autoritario—. Quien haya asesinado a Seymour e Isla está cerca y puede que la Llama esté con esa persona. Debemos apurarnos antes de que se aleje.

—¿Qué te hace creer que quien los asesinó tiene la Llama? —cuestionó Octavia de pie en el fondo de la habitación con los brazos cruzados—. ¿Y si en asesino está en esta aldea? —añadió tras el silencio.

Briseida giró la cabeza una vez más en busca del apoyo de Bellamy, quien se lo dio con un ligero asentimiento de cabeza. Antes de volver a Octavia, miró a Eira, quien se mantuvo expectante como si temiera la respuesta.

Atlas II | Bellamy BlakeWhere stories live. Discover now