Veintinueve.

1.4K 156 22
                                    

Llevaba cabalgando varias horas cuando decidió detenerse para que Calisto tuviera un descanso mientras quitaba la suciedad de su piel

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Llevaba cabalgando varias horas cuando decidió detenerse para que Calisto tuviera un descanso mientras quitaba la suciedad de su piel. Dejó caer las espadas a un lado antes de agacharse frente a la orilla del río donde se asomó para ver su reflejo. Apenas se reconoció.

No lograba ver su propio rostro bajo la capa de sangre seca que manchaba su cuerpo y cabello. Sus ojos marrones se perdían entre la oscuridad de la noche y lo rojizo.

Hundió las manos, desarmando el reflejo e ignorando lo frío del agua.

Desde que dejó la aldea no había vuelto a ver a Bellamy ni a ninguno de su propio Clan. Estaba segura de que Skaikru pasaría al menos parte de la noche en Yujleda, reorganizándose y descansando antes de emprender el camino de vuelta mientras que Eira decidiría terminar con esta misión cuanto antes. Llevaba mucho tiempo retrasada y dudara que llegara a la aldea de Oskru hasta el siguiente amanecer. Además, estaba cansada y Calisto también. Lo demostró recostándose detrás de ella con un sonoro suspiro.

Bañó su rostro en el agua fría, espabilándose.

Un nudo apareció en su estómago ante la incertidumbre de su destino. El plan era llegar a la aldea de Oskru y hablar con Eira sin estar segura de cómo la recibirían. ¿Podrían aceptarla luego de haberlos dejado por salvar a Skaikru... Por salvar a Bellamy? Se mordió el labio inferior. Las lágrimas no amenazaran sus ojos porque ya no había más para llorar, pero sintió el dolor acumulándose en su pecho al recordar la mirada decepcionada y triste de Bellamy. Deseaba ser quien él necesitaba. Volver a ser quien fue en el Arca, pero era imposible y en el fondo Bellamy también lo sabía. Lo habían hablado, lo tenían en cuenta cuando decidieron ignorar todo pronóstico y dejarse llevar por sus sentimientos. Ahora, estas eran las consecuencias. Briseida desesperada por recuperar su hogar y Bellamy condenado a volver a su vida como si esto nunca hubiera ocurrido.

Volvió a mirar su reflejo. Su rostro y cabello se encontraban limpios como sus brazos. Miró su ropa, también manchada de sangre. No quería viajar de esta forma. Por lo que se puso de pie, buscando las ramas secas que encontró a unos metros detrás del río y las utilizó para hacer un pequeño fuego. Caminó hasta el río una vez más, quitándose el abrigo antes de mojarlo y restregarlo hasta encontrarse decente. Suspiró. Se secaría en unas horas con el fuego a su lado y no pasaría mucho frío si sabía resguardarse.

De paso, conciliaría el sueño.

Abrió los ojos, pestañeando varias veces mientras se exasperaba

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Abrió los ojos, pestañeando varias veces mientras se exasperaba. Levantó la cabeza lo suficiente para encontrarse con las cenizas del fuego creado el día anterior y Calisto de pie bebiendo agua del río. Los rayos del sol apenas comenzaban a iluminar el bosque y se sentía renovada de energías con su cuerpo y ropa limpia. Se puso de pie y su estómago gruñó. Lo ignoró. Necesitaba llegar a Oskru lo antes posible.

—¿Lista para un largo viaje? —preguntó, acercándose a Calisto y acariciándole el lomo—. Necesitaremos fuerza, eh —añadió, montándola cuando el animal se alejó del río—. Vamos —ordenó al tiempo que Calisto obedecía a sus palabras para dirigirse de vuelta por el camino que habían trazado días atrás.

Tal y como Briseida lo había planeado, vio la aldea de Oskru alzarse en los primeros rayos de sol del día siguiente. No había descansado, apenas se detuvo unas horas para que Calisto pudiera recuperarse de una larga caminata. Tenía un solo objetivo en su mente y nada ni nadie la detendrían. Sin embargo, ahora que estaba de pie en el nacimiento del amanecer, sintió un nudo en el estómago que destilaba incertidumbre.

Se bajó de Calisto, llenando sus pulmones de aire puro y frío. Era muy tarde para volver atrás. Tomó las riendas del caballo, pretendiendo calmarse de esta forma mientras caminaba en dirección a la aldea, donde se detuvo al llegar al comienzo. Varios guerreros que estaban cuidando el lugar la vieron, pero no se movieron de su lugar sino que la observaron en silencio como si fuera un intruso y estuvieran esperando por saber cuál sería su próximo movimiento. Briseida conocía bien esta forma de presentarse ante un visitante y su corazón se encogió incluso antes de que Eira saliera de su cabaña y sus miradas se encontraran, sabiendo cuál sería su destino.

La observó en silencio acercarse hasta ella. Sabiendo que su aspecto era deplorable mientras que Eira se veía renovada, limpia y lista para emprender el viaje que Oskru jamás debió detener.

—Creí que no volvería a verte —dijo Eira, deteniéndose a una distancia prudente. Las lágrimas escocieron detrás de sus ojos al comparar esta escena con días atrás cuando Eira ocupaba el lugar junto a ella—. Supongo que todo ha salido bien —añadió.

—Así fue —replicó, asintiendo con la cabeza. El dolor recorría cada vena en su cuerpo—. Eira, yo... —empezó en un intento desesperado porque Eira comprendiera que estaba preparada para volver a su lugar como líder, pero la rubia levantó su brazo haciendo que callara. Cuando sus miradas se encontraron, se sorprendió al no encontrarse con sus ojos fríos, sino con unos más familiares y una emoción que jamás había sido testigo.

—No eres bienvenida aquí, Briseida —replicó con su voz neutral.

Pestañeó varias veces como si no hubiera oído bien, como si no fuera esto lo primero que cruzó en su mente al ver los rostros de los guerreros cubiertos de enojo reprimido. No estaba segura de que supieran toda la historia, pero no importaba cuando el final era el mismo.

—Nos iremos por la tarde —añadió Eira.

—Por favor, Eira...

—No —cortó, esta vez en un tono frío que no le dejó más opción que quedarse en silencio—. Elegiste a Bellamy antes que a nosotros. A Skaikru, antes que a Oskru. Y debería haber sabido que esto sería así cuando me contaste quiénes eran... —Esto último lo dijo en un tono tan bajo que ya no parecía enojada sino genuinamente dolida—. Nunca pudiste soltar tu pasado —añadió con sus ojos sobre ella—. Quien fuiste sigue persiguiéndote y no puedes ser dos personas a la vez.

Bajó la mirada, lágrimas en sus ojos, aún sosteniendo las riendas de Calisto con fuerza.

—Los guerreros quieren hacerte pagar por tu traición —continuó tras segundos de silencio. Briseida sonrió, aún con la cabeza gacha. No la sorprendía—. Pero no los dejaré —dijo, logrando que la mirara atónita—. Tu error no define todo lo que has hecho por nosotros y creo que te debemos la oportunidad de seguir con tu vida —explicó. No sabía si era producto de la luz del sol en sus ojos celestes o en verdad estaban empañados—. No somos monstruos —susurró—. Eres libre, Briseida —continuó en el mismo tono—. Haz lo que tengas que hacer... Pero no te cruces en nuestro camino —advirtió con ambas cejas elevadas—. Oskru te perdona hoy, pero no lo hará una segunda vez —finalizó, girando sobre sus talones para ingresar una vez más a la aldea bajo la mirada de todos los guerreros.

La observó alejarse con su corazón latiendo con tanta fuerza que por un momento creyó que se desmayaría allí mismo. Giró la cabeza, con la boca abierta, para mirar a Calisto. Era libre.

¿Y ahora qué?

Atlas II | Bellamy BlakeWhere stories live. Discover now