Treinta.

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Tiró de las riendas al llegar al claro que marcaba los límites del campamento

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Tiró de las riendas al llegar al claro que marcaba los límites del campamento. Calisto se tambaleó unos instantes antes de quedarse en el lugar. Briseida no se movió. Desde donde estaba, el sol en un punto alto iluminaba el campamento de una forma magnífica y sabía que también la iluminaba a ella. Por eso sonrió cuando las puertas del muro se abrieron, revelando una sola persona caminar hacia delante y detenerse a metros de la puerta: Bellamy.

Briseida bajó de Calisto, caminando con el caballo tomándolo de las riendas.

Se detuvo cuando llegó hasta él. Estaba limpio, cambiado, diferente. Si no fuera por las pequeñas cicatrices en su rostro, hubiera jurado que la misión jamás había sucedido.

—Supongo que no has vuelto con Oskru —dijo Bellamy, su tono de voz desprovisto de acusación. Estaba hablando de forma normal como quien habla con un amigo íntimo.

Briseida sonrió a pesar de todo.

—Me echaron —replicó y alzó ambas cejas—. Luego de haberme dicho que no volviera a verlos porque sino me matarían —continuó en un tono bromista que arrancó una suave risa en Bellamy, quien llevaba las manos apoyadas en su cadera.

El silencio se abrió paso mientras Bellamy la observaba con la sombra de una sonrisa en su rostro. Briseida suspiró, bajando la mirada por un momento antes de volver a él.

—No estoy aquí para quedarme —soltó.

—¿Entonces? —preguntó suave.

—Quiero que cuides de Calisto por mí —replicó, echándole un vistazo a su compañera fiel—. Mientras no esté.

—¿Y a dónde irás? —Oyó a Bellamy preguntar, esta vez sin ocultar la tristeza en su voz. Briseida no lo miró cuando replicó.

—No lo sé.

—Puedes entrar, ¿sabes? —cuestionó enseguida—. Podemos empezar de vuelta —añadió cuando Briseida volteó a mirarlo.

Sonrió porque no había nada más en este mundo que quisiera más que estar con él. Miró detrás de su hombro, al muro donde varios curiosos se habían amontonado, entre ellos Raven.

—Desde que nací fui Brisa Galamedo —empezó, con sus ojos en él—. Hija de Desmond Galamedo, Consejal del Arca y, luego, por mucho tiempo fui Briseida kom Oskru... Ya no quiero ser dos personas tan distintas —continuó, sintiendo como si estuviera quitándose un peso de los hombros—. Necesito encontrarme a mí misma antes de volver aquí... —Ladeó la cabeza—. A ti.

Bellamy sonrió con dulzura, cruzando los brazos.

—¿Tienes idea de cuánto te llevara?

Soltó una risita, encogiéndose de hombros.

—No lo sé —respondió sincera. Bellamy asintió y antes de que pudiera hablar, añadió—: Dile a Raven que siento haberla tratado tan mal cuando estuve aquí. Dile que aún la aprecio, por favor —suplicó con lágrimas en los ojos. Estaba cansada de llorar, por lo que deseó que Bellamy respondiera enseguida para poder irse. Lo observó abrir la boca y luego cerrarla, como si se hubiera arrepentido de lo que estaba a punto de decir.

—Lo haré —replicó en su lugar.

Briseida asintió, soltando las riendas de Calisto. Dudó un instante antes de envolver a Bellamy con sus brazos. Bellamy rodeó su cintura, escondiendo el rostro en su cuello como si hubiera esperado años por este abrazo.

Sonrió con los ojos cerrados, disfrutando del último contacto que tendría con él hasta vaya a saber cuánto tiempo.

Dio un paso hacia atrás con pesar. No quería irse, pero debía hacerlo.

—Que nos volvamos a encontrar —susurró con una sonrisa y lágrimas en sus ojos.

Bellamy asintió de la misma forma, estirando el brazo para tomar las riendas de Calisto.

—Que nos volvamos a encontrar —murmuró, mordiéndose el labio inferior.

Briseida giró sobre sus talones, caminando hacia el bosque.

Atlas II | Bellamy BlakeWo Geschichten leben. Entdecke jetzt