Diecisiete.

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La cena había sido rápida, al menos para Briseida, quien estuvo durante todo momento encerrada en sus pensamientos comiendo en silencio

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La cena había sido rápida, al menos para Briseida, quien estuvo durante todo momento encerrada en sus pensamientos comiendo en silencio. El grupo apenas formó una que otra conversación banal, pero ninguna trascendió. No cuando Oskru aún se negaba a compartir más que un minuto de charla con Skaikru.

Ahora, Briseida se encontraba recostada en su puesto, oyendo la lluvia caer de forma constante. Aún no era una tormenta, pero sabía que lo sería pronto cuando oía los truenos y observaba a los árboles iluminarse por los relámpagos antes de sumirse a la oscuridad absoluta. Hacía frío. Se preguntó si era hora de aceptar la oferta de dormir en los vehículos cuando supo que el momento de ir en busca de Bellamy había llegado. Se sentó donde estaba, mirando a su alrededor para encontrarse con su gente durmiendo plácidamente. Tomó la espada que descansaba junto a ella en caso de emergencia y, con sumo cuidado, se puso de pie. Se detuvo erguida, esperando no haber despertado a nadie. Cuando vio que aún todos dormían, se adelantó hasta salir de la tienda, donde la lluvia comenzó a mojarla.

El camino hacia la carretera estaba resbaladizo, por lo que debía caminar con sumo cuidado y sostenerse de los árboles que encontraba a su paso. No sabía si era su imaginación jugándole una mala pasada, pero parecía que la lluvia se intensificaba con cada paso que daba.

Se sintió aliviada cuando halló los vehículos en fila. Se acercó al primero, donde se asomó por la ventanilla trasera, formando una visera con su mano para que el agua no impidiera su visión. Había dos siluetas dentro. No era Bellamy. Caminó hasta el siguiente vehículo, moviéndose con cierta dificultad en el frío y la ropa mojada que se pegaba a su cuerpo. Deseó estar en su cabaña, durmiendo en la cálida cama que esta proveía mientras oía el sonido de la lluvia a través de la ventana. Volvió a asomarse por la ventanilla. Dos siluetas. Sabía que Octavia dormía fuera, pero dudaba de que estuviera en el bosque con esta lluvia. Se movió hacia el último vehículo, esta vez no miró por la ventanilla. Abrió la puerta sin previo aviso, deslizando la espada dentro y subiéndose con un salto, cerrando las puertas tras ella.

—Podrías haber golpeado, ¿no? —cuestionó Bellamy alterado.

Giró sin darse cuenta de que estaba durmiendo. Lo observó sentarse, pasando sus manos por el rostro, exasperado. Una sonrisa se dibujo en su rostro.

—Sabías que íbamos a la aldea, ¿no? —preguntó tratando de que su tono de voz no revelara su diversión.

Bellamy inspiró, tomando la campera que yacía a un lado de la camioneta. Vestía una simple remera beige, de mangas cortas que marcaba sus anchos brazos. Briseida desvió la mirada, refregando su antebrazo en su rostro como si así fuera a secarse. La lluvia seguía repiqueteando con intensidad, allí dentro de oía con más fuerza.

—Ten —llamó Bellamy. Ella se dio la vuelta para encontrarse con su brazo tendido, ofreciéndole una tela—. Sécate —añadió.

Sacudió la cabeza.

Atlas II | Bellamy BlakeWhere stories live. Discover now