Once.

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El entierro había sido una ceremonia pacífica

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El entierro había sido una ceremonia pacífica. Tal y como el lema de Oskru recitaba: Izaiah volvió a la Tierra, donde pertenecía. La culpa invadió por varios momentos a Briseida mientras observaba los rostros compungidos de los guerreros, pero pronto se disipó. Como líder, debía tomar decisiones difíciles confiando que era la mejor. Tal vez, en el futuro se arrepentiría de haberlo hecho pero en ese entonces no tuvo opción. Izaiah no hubiera dudado en quitarle la vida y Briseida debía darle una lección a su pueblo. Sin embargo, terminar una vida nunca era fácil. Incluso para alguien como ella, que aprendió a sobrevivir a costa que otros.

La mañana llegó con la misma tranquilidad. Cuando los primeros rayos de sol estaban asomándose, Briseida se hallaba montada en Calisto mientras que el resto de sus cuatro guerreros montaban a sus respectivos caballos.

Ante ella, se cernía la aldea encabezada por Ozin, quien le aseguró que cuidaría bien de los ciudadanos. Briseida sabía que así sería, así que no omitió objeción. Los observó una vez más, sintiendo una punzada de angustia e incertidumbre ante un destino incierto para Oskru. Deseó porque todo saliera bien mientras se alejaba de la aldea.

El robo de la Llama marcó un antes y un después en los Clanes, el pie de una guerra. Por lo que Oskru llevaba su maquillaje para estas ocasiones y, además, para diferenciarse de Skaikru.

El maquillaje de Oskru se asemejaba a una calavera. La pintura negra alrededor de sus ojos de forma desprolija debido a que usaban los dedos y líneas negras verticales cruzando sus labios.

Llegaron a Skaikru, encontrándose con un ajetreo. Briseida se detuvo, haciendo que el resto la imitara, y se bajó de Calisto.

—Sostenla —ordenó a Eira antes de acercarse al muro.

Las puertas se encontraban abiertas, guardias fuera de ella y tres vehículos aparcados a un lado. Varias personas entrabas y salían, cargando cajas a las camionetas.

—Estamos trabajando lo más rápido posible —comentó alguien acercándose a ella. Giró la cabeza para encontrarse con Marcus de brazos cruzados—, pero hemos tenido una visita que nos atrasó.

—¿Visita? —preguntó curiosa. Marcus se detuvo junto a ella, observando a la gente trabajar. Bellamy no se encontraba entre ellos.

—Dervla —replicó.

Briseida observó entonces, a Bellamy cruzar el muro, pero deteniéndose en cuanto sus ojos se posaron en los de ella. Apoyó las manos en su cintura y volteó como si alguien lo hubiera llamado. Raven apareció y Bellamy se acercó a ella. No lograba ver el rostro de Bellamy, pero no necesitó hacerlo para saber que estaba regalándole palabras de consuelo debido a la débil sonrisa que se formó en el rostro de Raven mientras elevaba la cabeza para mirarlo mejor.

Volvió su vista al frente.

—¿Qué quería? —preguntó esperando no sonar alterada. Si lo hizo, Marcus no lo notó. En su lugar, giró de forma que estuviera mirándola a ella y Briseida lo imitó.

—La hemos convencido de que encontraremos la Llama —explicó, incluso cuando su expresión se mantuvo serena, Briseida notó una capa de urgencia en el tono de voz empleado—. Tienen que encontrarla —añadió esta vez sin preocuparse por ocultar lo serio del asunto—, y mantenerme al tanto por si algo cambia —continuó. Señaló con la cabeza hacia la zona donde los vehículos estaban estacionados—. Los tres vehículos llevan radios, así que podrán comunicarse utilizándolas —señaló.

Briseida asintió, pero aún algo la molestaba como un insecto caminando por su nuca.

—No te preocupes si hay días que no oigas de nosotros —soltó, logrando que Marcus la mirara. Había notado la expresión preocupada al contarle sobre la visita de Darvla y no encontró mejor opción que serenarlo. Al fin y al cabo, ambos Clanes se encontraban en la misma situación—. Los vehículos llaman mucho la atención —continuó—. Nos moveremos despacio y con prudencia, los dejaremos alejados de las aldeas en caso de que desconfíen de nosotros —prosiguió, su ojos achinados a causa del sol. La gente ya estaba retirándose dentro del muro, habían acabado de cargar los suministros necesarios para quince días.

—Has cambiado mucho, Briseida —susurró Marcus. Ella volteó sorprendida por su comentario pero pronto bajó la mirada al comprender que, tal vez, no significaba que fuera mejor que antes—. Sé que no hemos tenido una relación cercana —continuó a pesar de que Briseida aún mantenía su mirada en otro punto—, pero puedo ver cuánto has cambiado y me enorgullece saber que has sobrevivido varios altercados —finalizó.

Esta vez, Briseida lo miró. Estuvo a punto de asegurarle que estaba en lo cierto respecto a sobrevivir, pero se vieron interrumpidos cuando un grupo se personas se colocó delante de ellos. El grupo era encabezado por Clarke, quien llevaba una mochila colgada de su hombro. Detrás, se encontraba Monty junto a un muchacho de tez blanca que Briseida no reconoció. Junto a ellos, Bellamy y Raven, pero también Octavia. Eran seis. ¿Por qué eran más de lo que habían pactado?

—Estamos listos para irnos —anunció Clarke, llamando la atención de Briseida—. Él es Jasper —señaló al muchacho junto a Monty—, vendrá con nosotros —señaló cuando Jasper levantó la mano saludándola de forma absurda.

Briseida lo ignoró.

—Dijimos cinco —repuso.

Clarke abrió la boca para responder, pero alguien detrás la interrumpió.

—Yo no iré —dijo Raven, encogiéndose de hombros cuando todos voltearon a mirarla.

—¿Por qué no? —preguntó confundida.

Raven estiró una de sus manos, como queriendo restarle importancia a la razón.

—Mi pierna... —Empezó, pero se detuvo—. Solo los retrasaré —finalizó más segura.

Briseida asintió, sin saber muy bien qué decir y alejó la mirada hacia Clarke cuando notó cómo Bellamy y Raven se miraban. No lo soportaba.

—¿Vamos? —preguntó.

Todos asintieron. El grupo de desarmó con rapidez excepto por Bellamy y Raven, quienes se mantuvieron ante sus ojos hablando unos segundos más hasta que Bellamy tomó el rostro de Raven para besarla en los labios.

Briseida alejó la mirada hacia Marcus, quien ya la tenía sobre ella. Esperó porque no se diera cuenta cuánto la afectaba esa escena.

—Trataremos de comunicarnos —aseguró.

Marcus asintió.

Atlas II | Bellamy BlakeTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon