Veintiocho.

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—Quédate con ellos —oyó decir a Espen antes de que la puerta de la habitación se cerrara

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—Quédate con ellos —oyó decir a Espen antes de que la puerta de la habitación se cerrara.

—Bell... —susurró Octavia. Briseida apoyó las manos en los hombros de Bellamy, al tiempo que hacía el esfuerzo para sentarse en el lugar—. ¿Estás bien? —preguntó. Los ojos de Bellamy y Octavía se encontraron, todos estaban atentos a la respuesta.

Asintió.

—Sí, estoy bien —replicó en voz baja girando la cabeza para mirar a Briseida, quien aún no podía dejar de tocar su cabello y rostro como si temiera que fuera a desintegrarse en cualquier momento. El temor que sintió ante la amenaza de Espen no tenía nombre y aún la perseguía—. Dime que tienes un plan... —suplicó.

Briseida abrió la boca para replicar pero la respuesta quedó atorada en su garganta. Claro que no tenía un plan. Lo único que le había importado era salvar la vida de Bellamy.

—Si tiene un plan... —Empezó el hombre detrás de ella. Giró la cabeza, sin alejarse de Bellamy para encontrarse con el único muchacho en la habitación sentado con la espalda apoyada en la pared y un brazo en la mesa cerca de la pistola y otros elementos que Briseida desconoció—. No funcionará. Ya conocemos su debilidad —añadió divertido como si acabara de contar una broma.

Briseida bajó la mirada, avergonzada por un momento. Giró de vuelta hacia Bellamy, quien la observó de hito a hito como si esperara una respuesta que no llegaría, porque aquel hombre tenía razón. Si Briseida tenía un plan, no lo ejecutaría porque podrían lastimarlo. Luego de lo que había vivido siendo testigo de una tortura que podría haber acabado en su muerte, no deseaba más que jamás repetirlo. No conocía a esta gente. Las armas que llevaban eran nuevas para ella. Había peleado con un hombre que cargaba una espada pero aquí abajo no usaban más que pistolas. No eran terrestres, pero tampoco Skaikru... ¿Qué eran entonces?

Sintió la frente de Bellamy apoyarse en la suya y cerró los ojos al tiempo que varias lágrimas manchaban sus mejillas.

—Gracias —murmuró Bellamy.

Sonrió, apenas. Apoyando la palma de su mano en la mejilla de Bellamy cuando se alejó lo suficiente para mirarlo a los ojos. No se arrepentía de nada. Si entregar la Llama significaba salvarlo, entonces lo haría mil veces más sin pensarlo.

—¿Por qué quieren la Llama? —preguntó Clarke.

Briseida giró la cabeza sin alejarse de Bellamy.

El hombre la observó en silencio como si estuviera asegurándose de que estuviera hablándole a él. Clarke tenía un gran aspecto exhausto, su cabello húmedo como el resto de su ropa pero, a diferencia del rostro de Octavia, el suyo apenas tenía un moratón en la mejilla.

—No pueden llevarla... —continuó Clarke, encogiéndose de hombros—. No son Natblida —añadió.

Briseida frunció el ceño al tiempo que su mente comenzaba a trabajar con rapidez.

Atlas II | Bellamy BlakeWhere stories live. Discover now