Siete.

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Bellamy tambaleó hacia atrás, con la boca ligeramente abierta y sin quitar sus ojos de Briseida, cuyo cuerpo se entumeció de pies a cabeza

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Bellamy tambaleó hacia atrás, con la boca ligeramente abierta y sin quitar sus ojos de Briseida, cuyo cuerpo se entumeció de pies a cabeza. Bellamy pestañeó varias veces, queriendo alejar las lágrimas que se acumularon en sus ojos al tiempo que se adelantaba para envolverla en sus brazos de una forma sofocante. Briseida no reaccionó enseguida, sintiendo las manos de Bellamy apoyarse en su espalda, sus rulos contra su piel. Era real. Estaba tocándolo.

—¿Cómo...? —empezó Bellamy, ahogándose en las palabras. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Briseida. Aquella voz era diferente, no se asemejaba en nada a la del muchacho que había conocido en el Arca. Por más que luchara por imaginar al Bellamy del Arca con la misma voz del hombre abrazándola, era imposible—. ¿Cómo estás aquí? —añadió separándose. Las lágrimas surcaban de sus ojos rojizos, manchando sus mejillas y mojando sus miles de pecas. Briseida pestañeó despacio, queriendo decir algo, hacer algo, sentir algo cuando las yemas de los dedos de Bellamy acariciaron su mejilla y cabello. Lo notó observándola por primera vez desde que había ingresado a la oficina. Mirándola de verdad. Enumerando las claras diferencias entre quién había sido y quién era ahora—. ¿Qué pasó? —susurró finalmente. Las lágrimas se detuvieron al igual que las caricias. Miles de preguntas acumulándose en su rostro que Briseida no tenía tiempo para responder—. ¿Dónde has estado? —añadió encogiéndose de hombros.

—Veo que tienen mucho de que hablar —anunció Marcus. Estaba de pie junto a la silla, dispuesto a dejar la oficina, pero Briseida dio un paso hacia el costado ignorando la mirada inquisitiva de Bellamy. A diferencia de ella, se encontraba confundido.

—No puedo quedarme mucho tiempo —soltó. La tensión se abrió paso en la habitación. Marcus miró a Bellamy como si esperara que este dijera algo, pero Bellamy estaba ocupado observándola con cierto asombro. Briseida alejó la mirada, concentrándose en Marcus. Deseaba que dejara de verla de esa forma, como si luego de cuatro años aún esperaba que se comportara como Brisa Galamedo—. Tenemos que discutir esto ahora —añadió en el silencio, impaciente—. Hay personas que morirán si no lo hacemos —continuó en una especie de ultimátum que Marcus no tuvo más opción que volver a la normalidad. Pasó una mano por su barba, pensante.

—¿Qué quieres que hagamos? —preguntó, rodeando la mesa hasta el otro lado donde había una ventana. Desde allí, Briseida podía observar el muro que los separaba del exterior—. Nosotros no robamos la Llama —continuó cuando tomó asiento.

—No estoy diciendo que lo hayan hecho —repuso ella al colocarse frente a Marcus—. Pero a los embajadores no les importa. Solo quieren un culpable. Si la Llama no aparece, no dudarán en arrasar con los Clanes —explicó con paciencia, sintiendo la mirada de Bellamy en su nuca.

Marcus se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa.

—¿Por qué haces esto? —preguntó en voz queda.

Briseida contempló la pregunta. No se refería simplemente a la alianza que estaba ofreciendo. Marcus la había observado la mañana anterior en Polis, había notado su indiferencia ante su presencia y la de Bellamy. Luego, fue testigo de su llegada al campamento como la líder de Oskru, dispuesta a hallar una solución a los problemas de ambos pero sabiendo que le importaba beneficiar a su Clan. Marcus tampoco había soltado a la muchacha del Arca.

Atlas II | Bellamy BlakeWhere stories live. Discover now