Diez.

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—Vaya espectáculo el de hoy, ¿no? —cuestionó Bellamy con ambas cejas elevadas

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—Vaya espectáculo el de hoy, ¿no? —cuestionó Bellamy con ambas cejas elevadas. Un tono lleno de reproche surgió en su voz y Briseida se sintió exhausta.

—¿Qué quieres, Bellamy? —preguntó con la intención de acabar con la tensión que existía desde que habían vuelto a verse—. Si es por lo de Izaiah —empezó—, hice que lo debía hacer —continuó.

Bellamy, cruzado de brazos, soltó una risa amarga.

—¿Asesinarlo frente a toda tu gente era necesario? —soltó, pronunciando cada palabra como fuego—. ¿Humillarlo? —añadió como si esperara quebrarla—. Lo atravesaste como si fuera papel —finalizó.

Desvió la mirada unos segundos hacia la pared gris detrás de Bellamy. No le causaba gracia su reproche ni que la juzgara. No sabía nada de lo que había pasado desde la última vez que se vieron. No tenía por qué estar ante ella y comportarse como un juez. Dudaba que su estadía en la Tierra hubiera sido pacífica todo el tiempo, dudaba que sus manos estuvieran limpias de sangre y que construyera un Clan a base la confianza y amabilidad. Los terrestres no se manejaban de esa forma, sino todo lo contrario.

De repente, recordó el momento en que le pidió que se quedara antes de marcharse el día anterior. La forma en que se lo había pedido, como un suspiro que se perdió en el viento. Bellamy no estaba enfadado por lo que pasó en la mañana, sino porque aún se amarraba a la persona que alguna vez fue.

—Bellamy —empezó, mirándolo—, no busques algo que no encontrarás —pidió colmada de paciencia—. No soy la misma de antes —continuó cuando notó los ojos marrones de Bellamy empañándose. Se preguntó si era por la tristeza o la ira.

—Puedo verlo —contraatacó. Las lágrimas en sus ojos eran de furia y esto le hundió el corazón—. ¿Cuántas personas más has matado solo para reafirmar tu puesto como líder?

Esto fue la gota que rebalsó el vaso. La mesa que los separaba logró que mantuviera los pies anclados en donde estaba.

—No tienes ni idea de lo que estás hablando —repuso—. No tienes ni idea de lo que fue sobrevivir desde el primer minuto en este maldito planeta —escupió sintiendo cómo las lágrimas escocían detrás de sus ojos, luchó por mantenerlas allí—. Mis manos no estarán limpias pero al menos no pasé cuatro años buscando a alguien para llenar el vacío que me dejaste —concluyó, saliendo de la oficina y cerrando la puerta. Ignorando por completo a las personas que estaban cerca y voltearon a ver de dónde provenía tal escándalo.

Caminó por el pasillo apurada por un poco de aire. Llegó al exterior, deteniéndose en cuanto los rayos de sol bañaron su rostro con cierta calidez en el frío ambiente. Las palabras de Bellamy volvieron a surgir en su mente y las bloqueó. Incapaz de repetirlas porque terminaría rompiendo en un llanto desconsolado sin saber muy bien por qué. Bellamy no tenía razón. Nadie más que ella sabía lo que había tenido que vivir desde que aterrizó en la Tierra. Y, sin embargo, solo las palabras de Bellamy podían quebrarla con tal magnitud.

Atlas II | Bellamy BlakeDär berättelser lever. Upptäck nu