44. EL SECRETO DE ELIZABETH

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La foto trajo consigo, de manera inevitable, viejas memorias de un pasado tormentoso donde la única luz de tranquilidad que pudo vislumbrar en su turbia adolescencia, fue la de un rayo destruyendo todo a su paso en medio de la tempestad;

diez años atrás...

El reloj marcaba las 9:36 pm; hora de la fiesta. Elizabeth sabía que le esperaba, pero su familia, no.

Bill, su padre, recibía a los invitados en la entrada, mientas Kate, su madrastra, preparaba la mesa para el festín.

Elegantes caballeros de traje negro y corbata azul comenzaban a llegar al lugar, acompañados por tímidos jóvenes vestidos de blanco quienes, con miradas vacías y melancólicas, esperaban el final del agasajo antes que este comenzará.

Elizabeth los veía desde el segundo piso, consciente que pronto se les uniría para '"disfrutar de la fiesta".

—Llegaron los invitados, ya sabes que hacer; come, baila, juega, toca, entra, sale, termina y todos felices —explicó Kate de forma autoritaria luego que Elizabeth bajara.

Eli guardó silencio, acomodó su vestido y asintió con la cabeza, aunque por dentro tenía muchas palabras que, por prudencia y temor, no se atrevía a pronunciar.

De a poco los invitados comenzaban a entrar en confianza al ritmo de la música jazz que sonaba en la sala, parecían muy contentos pero sus acompañantes no, ya que sabían que nada bueno vendría después.

Tras varias copas y mucho baile, había llegado el momento de cenar. Las visitas y sus parejas de compañía tomaron asiento mientras Kate servía la entrada; cóctel de mariscos. Entre bocado y sorbo los presentes conversaban con amenidad sobre trivialidades de su día a día, mientras sus parejas se limitaban a escuchar en silencio.

Antes que acabaran su primer aperitivo, Kate, con una mirada y un gesto, le ordenó a Elizabeth traer la ternera al horno que estaba en la cocina. Rápidamente fue por ella, pero antes de llevarla a la mesa, le puso su toque especial.

De vuelta en el comedor, los presentes no apartaban la vista de la deliciosa carne que tenían en frente, y no precisamente la del plato principal.

Sus ojos libidinosos se posaban sobre Eli quien, con incomodidad, volvió a su asiento al lado de Dan, la pareja que le asignaron esa noche.

El Sagbre l'innocence acompañaba el plato fuerte, mientras que la sobrecomida, suave, blanca y deliciosa, esperaba sentada a su lado.

Tras acabar la cena, era hora del postre, pero ese se comía en la habitación.

Cada uno de los seis invitados pasó con su joven pareja a una de las habitaciones donde era momento de saborear aquel inusual manjar.

Elizabeth estaba lista, entre más rápido lo hiciera más rápido terminaría.

Dan la tomó de la mano y la llevó a una recámara del segundo piso, Elizabeth sabía que pasaría, pero esa noche no sería como las demás.

Al entrar a la alcoba, Dan se posó tras ella y con sus grandes y varoniles manos, comenzó a acariciarla en el cuello y susurrarle al oído sus fantasías sexuales.

Elizabeth permanecía de pie, inerte y lista para lo que iba a pasar, ya estaba acostumbrada a esto.

Dan deslizó los tirantes del vestido de Elizabeth haciendo que este cayera al suelo, dejándola en ropa interior, luego, con su profunda voz, susurró: "baila"

Sin más opción, Elizabeth comenzó a moverse de manera provocativa, alimentando el morbo del depravado que tenía detrás. Era la mejor manera de ganar tiempo antes del gran final.

El asesino de ojos azulesWhere stories live. Discover now