Capítulo 5

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—Maldita profesora Politis —gruñó Verónica —. ¿Cómo podemos estar un viernes haciendo tarea en Petram y, peor aún, en la biblioteca? —preguntó retóricamente y sabiendo que nadie le respondería a otra más de sus continuas quejas.

—Son más de 300 años de historia. Debemos dividirnos de alguna forma o no lo lograremos —aseguró Konrad, jugando a pasar un lápiz entre sus dedos en el silencio de la desolada biblioteca.

—¿Cuándo debemos exponer?

—A mediados del invierno, Sid —respondió April —, el tiempo no es problema.

—Eso dirás tu que ya lo sabes todo —dijo Verónica, doblando un papelillo con el cual intentaba hacer un cisne en origami —, pero ni porque tuviera una década entera creo que podría meter todo esto en mi cabeza.

—Somos un grupo, Vero, y eso nos da la libertad de no aprendernos todo. Konrad tiene razón, debemos dividirnos.

—Podemos hacerlo por parejas —dijo Ayulen que tenía la cabeza clavada en el sudoku del día —, y cada una tomará un periodo de 100 años.

—Suena muy bien —concordó Konrad —. Un siglo para dos personas... es posible.

—¿Y quiénes conformarían las parejas?

Todos voltearon a mirar a Ayulen que seguía en su sudoku y, tras ella, estaba la gran ventana de la biblioteca por la cual se veía al parque central algo tenebroso debido a la niebla y a la falta de personas que nunca abundaban en Petram a altas horas de la noche. Se habían reunido tan tarde porque con los entrenamientos y compromisos no habían encontrado otro espacio. Ayulen percibió el inusual silencio en aquel grupo y levanto la mirada.

—No tengo problema en hacerme con quien sea. Soy la invitada, no puedo exigir demasiado.

—Yo estaré contigo, Ayulen —dijo Konrad pasándole el lápiz con el cual jugaba, al ver que el de ella se estaba quedando sin tinta y los últimos números del sudoku se veían con dificultad.

La chica asintió y Sídney sintió un vacío en su estómago. Cuando hacían cosas así siempre era el último en ser elegido. Nadie quería hacerse con él porque era más una pesada carga que cualquier otra cosa. April y Verónica cruzaron miradas y la rubia entendió lo que pedía su amiga con aquellos ojos cerúleos y encantadores. Quería de compañero a Belmont, quien aún no había aparecido, pero no deseaba hacer sentir mal a Sídney.

—Nos haremos juntos, Sídney —dijo Verónica rotundamente.

—¿En serio? —titubeó el chico.

—No hagas que me arrepienta.

—Lo siento, está bien.

—Les demostraremos que podemos hacer mejores trabajos que ellos —aseguró Verónica, intentando doblar más el ala de su cisne de papel.

—Y el último grupo serían April y Belmont... Si es que se decide a aparecer —dijo Konrad.

—No me malinterpreten. No me incumbe la situación de Belmont —aclaró Ayulen —. Solo quiero saber qué haremos si nunca vuelve.

—Yo me encargaré de presentar todo el siglo completamente sola si nunca llega. Pero estoy segura que lo hará.

—Es mejor que esperes sentada o te puedes cansar, April —dijo Verónica —. Sídney y yo escogeremos el siglo más fácil o no hay trato.

Todos rieron a excepción de Ayulen que, con el nuevo lápiz y con grafito de sobra, llenaba su sudoku con increíble emoción. Las miradas se dirigieron a Konrad. Todos sabían de su amplio conocimiento en historia del mundo y de Uspiam y esperaban que repartiera los siglos.

Las Profundidades De Uspiam (Las Gemas De Uspiam II)Where stories live. Discover now