Capítulo 34

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El bosque permaneció silencioso durante todo el tiempo que April y Elio permanecieron entre los árboles, arbustos y charcos pantanosos. Su misión estaba lejos de sus amigos, pero no por ello era menos importante.

—Creo que es ahí —dijo April, señalando una pequeña caseta de madera. La construcción estaba aislada y lejana del resto del hospital. Se tenía que recorrer los abundantes jardines para poder llegar a ella.

—¿Vamos a ir corriendo? —preguntó Elio, sosteniendo la linterna apagada con ansiedad.

—Optemos por la cautela.

Ambos chicos salieron del follaje del bosque, dejando atrás su camuflaje y la seguridad que este proveía. April iba adelante, rogando para que todo saliera bien y no hubiese ningún imprevisto. Dirigió su vista al hospital y un escalofrío la recorrió. Desde atrás el lugar era inclusive más tétrico.

—Espero que Sídney esté bien —susurró Elio.

—Seguro lo está.

Sus pies abandonaron la tierra y arribaron a unas lozas de jardín. Alrededor había arbustos verdes y podados con esmero. Las flores estaban regadas y sanas y los pocos árboles mantenían el vigor del primer día en que los habían plantado.

April trató de no detenerse a observar las flores, pero hubo algunas que le robaron más de un vistazo sin intención. Las luces prendidas en el hospital eran pocas, también se pudo cerciorar de ello. Justo cuando acababan de recorrer la mitad del jardín, Elio la detuvo, tomándola por el hombro.

—¿Qué sucede?

—Mira allá.

April levantó la mirada hacia el hospital. Dasha estaba bajando por unas escaleras en caracol rodeadas por una gran ventana. Iba con el director, pero no logró ver a Konrad por ningún lugar.

—¿Dónde está Konrad? —preguntó April, asustada. Elio se encogió de hombros —. Démonos prisa.

Dasha desapareció de su vista y ellos continuaron con su camino. Por un minuto April creyó que los pájaros se reunían sobre ella y lo ignoró, pensando que se debía tratar de buitres rondando algún animal muerto.

Estando a tres metros de la caseta, April apuró el paso. No quería perder ni un segundo. Pero su accionar se detuvo cuando escuchó a Elio gritar tras ella. Se giró tan rápido que sus ojos se tardaron en enfocar al chico y cuando lo logró estaba flotando por los aires, sostenido por lo que creyó era un pájaro.

—¡Ayuda! —gritó Elio, forcejeando por liberarse de las patas del animal.

April corrió hasta una fuente del jardín del hospital y controló toda el agua que había allí dentro. Separó el líquido en cuatro grandes óvalos planos, y arrojó uno hasta el pájaro que sostenía a Elio. El animal quedó aturdido, soltó al chico y como sus alas estaban mojadas no pudo continuar volando y ambos cayeron al vacío.

April ubicó los otros tres óvalos bajo Elio y él los traspasó. Estos amortiguaron su caída y él terminó en el suelo vivo, pero adolorido. La chica corrió a auxiliarlo, pero lo que creía era un pájaro cayó frente a ella permitiéndole ver que definitivamente no era un animal común. Su pico era antinaturalmente largo, tenía alas de murciélago, cuatro patas y rostro humanoide.

Cuando superó lo visto, fue a auxiliar a Elio, pero él ya estaba a tres pasos de ella. La tomó de la mano y echaron a correr rumbo a la caseta. El agua que April había vuelto óvalos se deshizo y chapoteó contra el suelo. Algunas gotas llegaron hasta ellos.

—¡Tenemos que refugiarnos! —exclamó Elio.

April escuchó graznidos azotadores y giró su cabeza sin parar de correr. Varias de esas criaturas se dirigían hacia ellos, caían en picada y parecía que nada los iba a hacer detenerse.

—¡De prisa! —gritó April.

Elio alcanzó la caseta e intentó abrir la puerta que se movió unos cuantos centímetros, pero no se abrió por completo.

—¡No abre! —exclamó el chico, forcejeando por encontrar una forma de llevar a cabo su cometido.

Las criaturas voladoras ya estaban demasiado cerca y April supo que nada las detendría a menos de que hiciera algo. Empezó a enviar pequeños chorros de agua a ninguna parte y logró mojar a una, pero no causo ningún daño contundente.

Las criaturas ya estaban sobre ella y de pronto algo la haló hacia dentro de la caseta y la puerta se cerró. Una milésima de segundo después escuchó como varios picos chocaban contra la puerta y la hacían temblar.

—Por las aguas de Uspiam —suspiró April —. Te lo agradezco, Elio.

—¿Qué demonios eran esas cosas?

—Es una larga explicación. Prometo contártelo todo, pero por ahora debemos encontrar los fusibles. —Elio asintió.

Ambos sacaron las linternas para alumbrar, debido a que no sabían dónde estaba el interruptor del bombillo. Desde ahí adentro se podían escuchar con claridad los aleteos de las criaturas y April intentó suprimirlos de su mente. Le causaban temor incontrolable.

—Creo que son estos —dijo Elio, alumbrando una caja de fusibles viejos y deteriorados —. ¿Cómo los destruimos?

April se aproximó al lugar, acercó su mano a la caja de fusibles y dejó caer agua sobre ella. Chispas saltaron y un pequeño brillo eléctrico se vio. La luz de todo el Hospital Psiquiátrico Weltschmerz desapareció y la oscuridad de la noche abrazó a cada objeto, persona y criatura que allí se encontraba.

Un choque contundente contra la madera de la caseta ocasionó un salto en April y Elio. Ambos terminaron muy juntos y apretujados, esperando que el sonido no se debiese a nada peligroso. Sus deseos no tardaron en morir en el instante en que un hacha golpeó la madera de la pared y penetró en el interior.

—¿Son esas mismas cosas voladoras?

—No lo creo —respondió April, buscando cualquier cosa para poder defenderse —. Esas casi aves no podrían sostener un hacha. Pienso que es algo peor.

Hubo otro hachazo más y luego de ese otros dos. April se aproximó a una esquina de la caseta y recogió una pala para dársela a Elio.

—No importa lo que vaya a entrar por esas paredes, no dudes en atacarlo.

Elio recibió la pala. Estaba dispuesto a obedecer las órdenes de April, todo con tal de salir sano y salvo.

Una tormenta de hachazos terminó por romper la pared y cuando la madera infinitamente cuarteada cayó, los chicos pudieron divisar a varios minotauros. Medían más de dos metros, tenían cachos, pelaje negro y ojos rojos y endemoniados. Las hachas que empuñaban eran filosas e intimidantes.

Los graznidos de las criaturas voladoras volvieron a hacer presencia. Había varias volando sobre ambos. Estaban rodeados y prácticamente indefensos.


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Las Profundidades De Uspiam (Las Gemas De Uspiam II)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt