Capítulo 31

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Konrad leía el periódico Verum mientras esperaba que el tiempo pasase. Había llevado su camioneta al taller para que fuese revisada. Pronto irían por Sídney y nada podía frustrar el plan, y mucho menos una falla mecánica.

La portada del periódico decía: Se Completa La Construcción Más Impresionante De Uspiam, y bajo este titular había una gran foto de la residencia del nuevo y misterioso millonario en La Cordillera De Las Carolas. Konrad no analizó la imagen por mucho tiempo, prefirió girar su cabeza y ver la construcción por sí mismo.

En las montañas se alzaba algo más grande que una mansión. Konrad juró que parecía más un palacio que cualquier otra cosa. Contaba con cinco esplendorosas torres y pocas ventanas. Su color era oscuro, pero nada más específico se podía distinguir.

Volvió su vista al periódico, pero esta vez para leer la noticia. Entre otras cosas se describía la construcción y todos los misterios que la rodeaban. Nadie sabía quién la había construido, el nombre de su dueño era una incógnita, se estimaba su coste pero no se sabía en verdad y también se preguntaban cómo alguien llegaría hasta tan alto, dado que no existía una carretera. El Verum intuía que si el propietario era un millonario, no le sería difícil llegar en helicóptero.

Pasó la página para leer la siguiente noticia. Inician Los Preparativos Para Las Festividades. Esta nota era mucho menos interesante que la anterior. Se contaba como grandes cantidades de pólvora empezaban a ser almacenadas para el espectáculo de año nuevo, cuanta energía se gastaba en el increíble alumbrado público navideño y como las luces de este año superaban a todos los anteriores.

Las demás noticias ni siquiera lograron llamar la atención de Konrad y tan solo les dio una mirada por encima. Había titulares de varios tipos: El Primer Partido De Los Lobos Se Avecina Y El Capitán No Mejora, Personas Afirman Ver Un Resplandor En El Océano, La Temperatura Subirá El Próximo Año Debido Al Calentamiento Global.

—Su auto está listo, joven —aseguró el mecánico, pasándole las llaves de la camioneta y escupiendo al suelo cercano.

—Muchas gracias, señor —dijo Konrad.

Se aproximó a su auto y lo contempló. Estaba tan limpio que servía como espejo, además los neumáticos eran nuevos y estaban perfectamente alineados. También había cambiado las farolas y había puesto unas mucho más potentes para que nada lo sorprendiera al conducir.

Subió en la camioneta y arrancó. Tenía que hacer algo antes que nada. Se lo había prometido a Ayulen y ya era hora de llevarlo a cabo. La noche estaba próxima y últimamente prefería permanecer en casa cuando el sol se ponía, así que decidió darse prisa.

Llegó al barrio Bilita Mpash y se detuvo frente a la casa de cristal de Ayulen. Bajó del auto y en un santiamén estuvo timbrando frente a la puerta. Nikte Kuyentray apareció y él entró sin pedir permiso o excusas.

La casa estaba decorada con detalle. Por supuesto había plantas, pero no como en la casa de su abuela. Cada una de las plantas o flores estaba perfectamente ubicada para adornar armónicamente el especio que la rodeaba. Abundaban las mesillas y los muebles delicados.

—Señora Kuyentray, hay algo que le debo decir.

—Dime por favor que es sobre Ayulen. No viene hace días. Estoy muy preocupada. April llamó a decirme que se estaba quedando en su casa para hacer aquella tarea, pero no sé si creerle.

—Hay otro motivo por el que Ayulen no ha venido a casa.

—Bien, ¿y cuál es ese motivo? —preguntó Nikte, tomando una taza de té caliente que reposaba en un estante cercano.

—Ayulen ganó una beca para ir a estudiar al exterior.

—¿Qué dices?

—Sí. Tuvo que irse muy rápido, ni siquiera se llevó la ropa porque era imperante que llegara al lugar inmediatamente o de lo contrario le darían la beca a alguien más.

—Esto se escucha muy poco creíble, Konrad Brunner. Espero no me estés mintiendo. ¿Quién pagó sus pasajes de avión? ¿A qué ciudad fue? ¿Dónde se está hospedando?

—La beca lo cubría todo. Fue a Tokio.

—¡¿A Tokio?! Ni siquiera entiendo una beca para qué.

—Para estudiar programación... Me contó cuando aplicó a dicha beca. Quiere desarrollar sus propios videojuegos. Ya sabe cómo es de fanática a esas cosas.

—¿Adónde la puedo llamar?

—A ninguna parte. Es un internado. No reciben llamadas...

—Yo no le di permiso de ir a ningún lugar. No pudo irse de esa forma —dijo Nikte y se dejó caer en un sofá, regando unas gotas de su té —. Se fue sin más. ¿Acaso no le importaba? No se despidió... No lo entiendo.

—No debe preocuparse. Volverá, señora Kuyentray.

—No sé cómo crio a mi familia, pero todos terminan por abandonarme de una u otra forma. ¿Por las aguas de Uspiam, qué es lo que hago mal?

—Nada, señora Kuyentray. Ayulen quería despedirse de usted, pero no pudo. Por eso me envió. Dijo que la amaba y que le traería un recuerdo de Tokio. No debe preocuparse. Está bien. Yo la ayudé a aplicar a la beca y me cercioré de que todo estuviese en orden. Ella no le dijo nada porque jamás se imaginó que sería elegida.

—¿Y cuándo vuelve? —preguntó Nikte Kuyentray al ver que le quedaban pocas opciones.

—Pronto. Volverá pronto. No debe preocuparse. No recuerdo el día exacto, pero volverá.

—Espero me pueda llamar.

—Si logro contactarme con ella, le diré que la llame.


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Las Profundidades De Uspiam (Las Gemas De Uspiam II)Where stories live. Discover now