Capítulo 8

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Sídney regresó a su departamento mentalmente agotado. Sus amigos y él estuvieron por más de seis horas, que para April parecían unos pocos minutos, pegando, discutiendo, hablando, oyendo, debatiendo y organizando toda la información que en su mayoría provenía de los cerebros de April y Konrad. Su tema, el siglo XX en Uspiam, que compartía con Verónica, no había recibido mucha atención. La poca información que llevó, la había recolectado con esfuerzo y bastantes horas sentado intentando concentrarse y Verónica había aparecido con una montaña de excusas basadas en el poco tiempo que le dejaban todos sus otros deberes. Nada fuera de lo usual.

Los demás no lo habían notado, pero su salud estaba deteriorada últimamente. Había sido víctima de una gripa con fiebre que lo mantuvo en cama todo un fin de semana. Afortunadamente se recuperó para el partido y había salido victorioso con la capitanía. Luego de eso, el señor Rossell se había encargado de pasearlo como a un trofeo toda la semana. La llevó a la sede de Wolkenkratzer Builders, a Belle Orchidée e inclusive a la alcaldía para que no cupiera duda de que el nuevo capitán de Los Lobos De Uspiam era sangre de su sangre.

Sus hermanos, Rio y Charlotte, ya habían dejado Uspiam prometiendo regresar en el siguiente verano para estar presentes en la premiación a la mejor familia que seguía siendo la obsesión de su padre.

Después de revisar todo el departamento y descubrir que ni su padre ni su madre se encontraban, vio a Siena, su hermana, concentrada bailando al ritmo de un musical en la televisión y a Santiago, su hermano, sumido en un videojuego con unos grandes auriculares de diadema que bloqueaban todo el sonido externo.

—¿Sabes dónde está mamá, Siena? —preguntó.

—En una clase de yoga con Takiyah —jadeó la niña por el cansancio ocasionado por la danza —. Pero si papá pregunta, fue al salón de belleza.

Sídney asintió y pensó en su padre. Seguro estaba con alguna de sus amantes, muy probablemente con su secretaria, Nicolette Lejeune, y si no se encontraba en eso, debía estar perdiendo el conocimiento en las cantinas de mala muerte del barrio Crissolorio.

—Estaré en mi habitación por si me necesitan —dijo Sídney y Siena asintió.

Caminó hasta allí y se desnudó, quedando en calzoncillos y dirigiéndose al baño. Se observó el rostro en el espejo y no pudo evitar sentir desprecio por las ojeras y bolsas que cada día eran más evidentes. Su cabello había perdido brillo y su piel se percibía pálida y muerta. No entendía que le pasaba. Tenía que ir al médico, pero para ello debía pedir dinero a su padre y él no estaría muy contento de tener aquel gasto imprevisto.

Cuando estaba a punto de dejar atrás el baño sintió un retorcijón en su estómago. Se detuvo para recargarse sobre la puerta. Mantuvo la posición unos segundos antes de que el almuerzo de aquel día retrocediera hasta su garganta y de ahí saliera en cascada regándose por el suelo.

Los retorcijones se hicieron más fuertes y lo obligaron a caer de rodillas. Llevó sus manos a su boca para intentar tapar el vómito, pero no lo lograba, seguía saliendo como un grifo descompuesto.

Su cabeza ardió de dolor y los pensamientos se revolvieron a lo loco como en una licuadora. No se explicaba cómo, pero las cosas buenas de la vida ocultaron a las malas y la ira empezó a controlarlo. Sentía sus venas a reventar de sangre caliente. Necesitaba encontrar a alguien para deshacerse de aquel sentimiento.

Se levantó del suelo y sin limpiarse el vómito avanzó hacia la sala de televisión donde había visto a su hermana. Ya no había nadie allí y una voz entró en sus oídos desde un costado.

—Sid —dijo Siena —. Verónica y Elio están en...

—¡Eres una idiota! —exclamó en un grito.

Las Profundidades De Uspiam (Las Gemas De Uspiam II)Where stories live. Discover now