Capítulo 44

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Del océano emergieron cuatro gigantes cuernos en forma de espiral, después de estos apareció la cabeza de una enorme criatura con melena y pelaje dorado, hocico enorme y feroces dientes. Una de sus patas no tardó en pisar la costa y la tierra tembló. El cuerpo de la criatura era grueso y sus patas anchas estaban rellenas de garras. Su larga cola salió del agua y en un ataque intempestivo chocó contra la colina donde estaban los chicos y destrozó uno de sus bordes, sin causar daño a ninguno.

—¡Es un nian! —exclamó Belmont —. Nunca había visto uno —agregó, sin apartar la mirada de la dorada y titánica criatura que había descontrolado toda la naturaleza.

—Esto es a lo que Egea tanto temía —dijo Konrad, bajo la lluvia y los rayos.

—No podremos luchar contra eso —aseguró Verónica.

—Va directo a Uspiam —afirmó April —. No tenemos opción.

—¡Elio! —gritó Konrad y el chico le respondió desde el piedemonte —. ¡Tienes que ir al pueblo! —agregó, corriendo hacia abajo.

Había leído sobre el nian, de hecho había leído sobre miles de criaturas marinas en El Compendio De Los Seres De Los Cuatro Elementos. Tenía una idea de cómo detenerlo, pero todo dependía de algo de lo que no disponía en aquella colina.

—No hay tiempo, Elio, escúchame con atención. Tienes que ir por Dasha. Ella tiene las llaves de todo el colegio. Deben buscar la pólvora y los juegos pirotécnicos que serán lanzados esta noche en el parque central. Tráiganlos lo más rápido que puedan.

Elio no chistó un solo segundo y salió corriendo, subió al auto de April y aplastando muchas lijas se fue del lugar y dejó a Konrad con la esperanza de que no tardaría mucho. Hasta que volviera, los demás tendrían que apañárselas para retener el ataque del nian sobre Uspiam.

—¿Algún plan? —preguntó Verónica cuando Konrad había regresado a la cima de la colina.

—Primero debemos traer a Sídney de vuelta. No lo lograremos sin él.

—Si una súcubo le quitó la energía solo hay algo que puede devolvérsela —aseguró Belmont, chocando sus manos contra la tierra que le ofreció su arco y sus flechas —. El viento. Necesita viento por montones.

Verónica comprendió. Empujó a April lejos de Sídney y lo arrojó por el borde de la colina. Era imposible conseguir más viento en otro lugar que en una caída.

—¡¿Qué hiciste?! —exclamó April.

—Belmont dijo que necesitaba viento. Ahí lo tiene.

Todos observaron hacia abajo desde el borde de la colina, pero nadie halló a Sídney. Las olas estaban totalmente descontroladas y Verónica creyó que había actuado mal, pero estaba equivocada. Su empujón no solo había salvado la vida de Sídney, le había devuelto la energía vital que Reese le había succionado por meses.

Sídney apareció en la costa, debajo de la colina y cerca de una de las patas gigantescas del nian. El aire se estremeció de nuevo, pero esta vez no era la naturaleza. Todo el viento rodeó a Sídney, inclinándose ante él y rogando porque lo controlara.

—¡Me siento como nunca! —gritó Sídney y con un brusco movimiento de manos envió el viento a atacar al nian.

El colosal monstruo sintió el viento y con lentos movimientos se giró y dejó salir un rugido de su oscura garganta. El aliento que salió de su boca fulminó las narices de los chicos. Era increíblemente nauseabundo.

El nian no cerró su boca, en cambio, la descendió. Deseaba engullir a Sídney. El chico concentró el aire en la boca del monstruo para impedir que la cerrara, pero la fuerza de la mandíbula era demasiada. No iba a durar mucho.

Las Profundidades De Uspiam (Las Gemas De Uspiam II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora