Capítulo 9: Imprevisto

1.7K 189 40
                                    

Ahora sabía que a pesar de no tenerlo seguiría amándolo. Porque el amor no era una posesión, no se compraba, aun así lo dabas, lo tenías y lo entregabas con toda el alma, consciente de cuando se fuera, cuando todo acabara… solo tendría un vacío interminable –H.E

Masajeó el puente de su nariz un par de veces y dejó salir un suspiro de hastío mientras veía a Sasori junto a Deidara, quien cantaba desafinado y a todo pulmón en la sala con el karaoke que pensaba quemar. Y justo cuando creyó que su semana empezaba a ser buena porque en toda la tarde de ayer no se volví a topar con Naruto ni por casualidad, y hoy miércoles había pedido permiso para faltar al trabajo porque debía terminar un proyecto, aparecía Sasori quien no tenía intención de detener a Deidara y su genial idea de un día divertido

—Vamos, Sasuke~ anímate a cantar.

Deidara no desistió de su fantástica idea, ni siquiera cuando Sasuke lo miró con ganas de desollarlo vivo y arrojarlo a una jauría de perros hambrientos para que terminen con su pirómana vida, desgraciadamente aquel alfa estaba tan acostumbrado a sus desplantes y miradas asesinas que solo le sonrió de forma radiante, abrazando a Sasori por los hombros, mientras ponía una canción a dueto y lo obligaba a cantar al mismo tiempo que lo tomaba de la mano y lo arrastraba con ellos al sofá.  

Para ese momento, ambos eran igual de molestos, preguntándose cómo era posible que alguien tan serió como Sasori le siguiera la corriente a ese idiota poniéndose a cantar, aunque de forma más moderada, claro está, por ello se estaba planteando la posibilidad de que si ese par acababa como pareja no le sorprendería en lo más mínimo, porque era obvio que podían llevarse bien y eran tal para cual.

Sasuke incluso se estaba planteando la opción de que en cualquier momento revelarían que tienen una relación y lo habían mantenido en secreto, sobre todo al saber que Sasori siente un tipo de cariño especial por Deidara que iba más allá de lo fraternal, pero aquel alfa era tan idiota que no se daba cuenta pese a que era tan obvio que resultaba absurdo, solo faltaba que Sasori se colgara un letrero neón que dijera márcame Deidara. Y no era por nada, pero en algún momento hasta sintió pena y es que su idiota casero prefería jugar al príncipe azul y mantener amoríos con mujeres casadas que solo buscaban escapar temporalmente de sus maridos.

Ignorarlos era casi imposible y le estaban generando migraña, por lo que chasqueó la lengua y se levantó del sillón comenzando a refunfuñar. Necesitaba calmarse con urgencia o ese departamento se convertirá en la escena de un homicidio doble de lo más sangriento. Por lo que más tranquilo se dirigió a la cocina, pero al abrir el refri descubrió con horror que su dotación de jugos de tomate había desapareció, al igual que sus preciados tomatitos cherry que pensaba utilizar para una ensalada, meditando la opción de anexar tortura a la lista de como deseaba matar a Deidara.

Sabía que no tenía caso preguntar porque acabaría más molesto, por lo que aprovechando la distracción de ese par que estaban en su estúpido mundo artístico, tomó su abrigo y las llaves, pero en cuanto abrió la puerta dispuesto a irse, se congelo en su lugar. Aquel definitivamente no era su día de suerte, porque era un hecho que no tendría sentido cerrar la puerta y fingir que nada paso. Desgraciadamente para él, frente a su departamento estaba Naruto, recargado despreocupadamente en la pared con un cigarrillo en la mano. Y en cuanto lo vio, no dudo en regalarle una sonrisita al mismo tiempo que Sasuke intentó reprimir su mueca de asco.

🍅🍥🍅

Maldijo el hecho de haber contestado a la llamada, aun así, salió de su oficina repitiendo insultos contra Itachi. El bastardo había desaparecido el día de ayer y hoy no se había presentado al trabajo pese a que tenía una reunión con un socio a la que tuvo que asistir él, sino que ahora viene a complicar su maldito día al pedirle que vaya a recoger su auto el cual había dejado botado en uno de los barrios más peligrosos de Nápoles. No solo eso, sino que primero debía pasar a un bar de mala muerte por las llaves y después recorrer a pie unas veinte calles por que el idiota no se acordaba exactamente donde lo había dejado estacionado.

NamikazeWhere stories live. Discover now