Capítulo 17: Epifanía

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“Fingió indiferencia cuando el dolor era claro en sus ojos, aun así, no iba a derrumbarse… ya no más, se dijo, porque solo Dios sabría cuánto le había llorado…” –H. E.

Abrió los ojos tras un ronroneo perezoso, sintiendo que le faltaba algo importante, algo que podía asociar con un aroma cálido y sensual, lleno de dulzura y libertad. Un aroma único que aun podía percibir en el ambiente pero que amenazaba con desvanecerse en cualquier momento, por lo que cerró los ojos e inhaló con fuerza durante varios minutos, hasta que sintió un peso sobre su cuerpo, haciéndolo gruñir mientras volteaba el rostro para ver a Itachi en su forma alfa, quien se había recostado sobre él, buscando acurrucarse aún más contra su cuerpo.

«Bastardo…» Pensó y sonrió mientras se acomodaba contra él, parpadeando incrédulo en cuanto se percató que él también permanecía en su forma alfa y su cuerpo estaba curado en un sesenta por ciento, algo que creyó imposible ya que él día de ayer no podía ni sentir el vínculo con su maldito tigre, por lo que arrugó la nariz mientras suspiraba e intentaba relajarse, notando que a pesar de estar mejor, su alfa aún permanecía esquivo y con un sentimiento de tristeza que amenazaba con sumergirlo en una nueva depresión, sin embargo, aún era soportable.

Entonces fingió que todo estaba bien porque no podía hacer más. Cerro los ojos y se dispuso a actuar como el de siempre en un torpe intento por olvidar el pasado, junto al miedo que lo consumió al creer que iba a morir por una causa absurda que no tenía explicación. Decidido, deslizó su lengua por el rostro de Itachi con el afán de despertarlo, segundos después, sintió la pata de su hermano sobre su hocico en un intento de apartarlo, sacándole una pequeña risa cuando suavemente lo mordió, logrando que gruñera y abriera los ojos para mirarlo con molestia. Sabía que en cualquier segundo se lanzaría sobre él y comenzarían a pelear como cuando eran cachorros.

Sin embargo, él sonido de la puerta los distrajo, teniendo que voltear hacía la entrada en donde una enfermera beta soltó lo que traía en manos, retrocedió y gritó asustada al ver dos enormes e intimidantes felinos sobre la cama que la miraban curiosos y con la diversión brillando en sus ojos. Diversión que se esfumo en cuanto sus padres y Karin entraron corriendo y se quedaron estáticos sobre la puerta, contemplándolos como si no los hubieran visto en años. Entonces los ojos de Minato se cristalizaron y corrió hacía la cama para abrazar a sus niños.

—Tuve tanto miedo —sollozó apretándolos aún más entre sus brazos—. Creí que los perdía… yo no…

Con una perfecta sincronía, Naruto e Itachi acomodaron su cabeza en la coyuntura del cuello y hombro de Minato, aspirando su aroma y ronroneando suavemente para tranquilizarlo mientras liberaban sus feromonas, sintiendo como el cuerpo de su padre omega se relajaba mientras soltaba suspiritos y les acariciaba las orejas con mimo, tan despacito como cuando solo eran unos bebés, sintiendo sus pequeños dedos hundirse en el espeso pelaje de sus cachorros para cerciorarse de que no estaba soñando y en verdad sus hijos estaban mejor.

—No lo entiendo —susurró Karin, ganando la atención de los presentes, incluida la de su esposo omega que iba entrando a la habitación por el alboroto, soltando un chillido al ver que Minato estaba entre una enorme pantera y un intimidante tigre blanco que podían matarlo con un simple movimiento de esas enormes garras—. ¿Qué fue lo que paso? —Miro al par de alfas que solo negaron—. Creí que no podían adoptar su forma animal.

—¡Mujer! —gritó Suigetsu—. ¿Ese tigre es el rubio?

Karin parpadeó, prestándole atención a su esposo y su mueca de asombro, consciente de que esa era la primera vez que veía la forma animal de un alfa, y probablemente también era la última. Sin embargo, antes de responder, el par de felinos se acomodó mejor en la cama. Naruto se sentó e Itachi lo abrazó por el cuello, recargando su frente sobre la de su hermano quien había volteado ligeramente la cabeza, entonces ambos fueron rodeados por diminutas lucecitas de colores vibrantes que parecieron dispersarse para volver a reunirse y dibujar la silueta de dos personas.

NamikazeWhere stories live. Discover now