El dragón verde come barro pero no fruta

24 5 21
                                    

Encabezo la marcha de vuelta a la ciudad. El plan es sencillo: buscar a Killian, viajar a Orama con mi capa, sacar a Quinn e ir volando hasta los Firelands. Aun así nos costará bastante porque caímos a bastantes kilómetros de mi casa y al ritmo que vamos por culpa del dolor de alas de Jiaz probablemente tengamos que pasar la noche al raso. Menos mal que estamos a principios de verano y no tendremos que preocuparnos por el frío.

- Oye,... ¿no podríamos hacer un pequeño descanso? - dice jadeando detrás de mí.

- No - contesto tajante.

- Joooo.

Paso de él a pesar de que yo también estoy cansada. Un rato después esa sensación de cansancio me hace pensármelo mejor. Además pronto se hará de noche y dejaremos de tener luz y entonces si que nos tendremos que parar.

- Vale, paramos.

- ¡AL FIN! - exclama Jiaz que se deja caer de cara contra el barro.

Me fijo en su ala izquierda. Está torcida de una forma bastante extraña, como si un trozo estuviera colgando. No tiene muy buena pinta.

Mientras él se dedica ha tragar barro yo busco un lugar que no este mojado y en el que podamos dormir un poco resguardados. Escondida entre los árboles encuentro un entrador en una roca, es tan poco profundo que no podría llamarlo cueva pero al menos está seco. Servirá.

Vuelvo a donde he dejado a Jiaz.

- Hey, he encontrado un refugio - digo. Me fijo en que está intentando atar un palo a su ala rota usando esparto - ¿Qué haces?

- Intento arreglar un poco este estropicio que tengo por alas.

Parece que le está constando bastante. Se retuerce intentando alcanzar la parte rota sin mover el ala para que no le duela. 

- Anda, vamos al sitio que he encontrado y te ayudo.

Después de unos cuantos "no que ya casi está" se da cuenta de que realmente no puede él solo y me sigue. Se sienta cerca de la roca y le quito el esparto y el palo de las manos. Una vez he trenzado el esparto para conseguir un intento de cuerda amorfa, le ato el ala al palo. No la podrá mover pero al menos el hueso se quedará en su sitio.

- Tengo hambre - se queja al cabo de un rato de silencio.

- Yo también. Voy a buscar algún masico vacío para robar algo de comida. Ahora vuelvo. 

Bajo de la pequeña colina hasta llegar a un sendero, lo sigo y al cabo de una media hora encuentro un camino bastante ancho. Al poco rato estoy saltando la valla de una huerta para robar uvas, peras y cerezas. También les robo a los dueños una bolsa que se han dejado fuera del masico y la uso para trasportar las frutas de vuelta al refugio.

Cuando llego al lado de Jiaz, me siento y saco una pera de la bolsa para dársela. Él arruga la nariz con cara de asco y dice:

- ¿No sabes que darle fruta a una persona hambrienta es una forma de violencia? Carne, necesito carne.

- Lo que tu digas. - digo pegando un mordisco a la pera - Pero la fruta no huye de ti cuando tratas de comértela.

- Precisamente por eso es mala.

- Pues es lo que hay, lo tomas o lo dejas - digo tirando el corazón de la pera ya comida por los aires.

Sé que mucha gente llamaría a eso contaminar y tirar basura pero en realidad estoy contribuyendo al nacimiento de algún peral. Y si no os vale con eso que sepáis que los corzos se lo comerán encantados. Cojo el racimo de uvas dispuesta a devorar las pequeñas frutas cuando una pregunta me asalta a la mente:

ORAMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora