La madre que te remil parió

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Jiaz acaba de romper la pared de la cárcel. No me lo esperaba y por un momento me quedo parada en el sitio confusa,  por suerte los guardias de Olimpia están todavía más sorprendidos y eso me da tiempo para montar en Quinn y salir por el gran agujero que el cuerpo de dragón de Jiaz ha dejado en la pared.

Esperaba encontrármelo volando pero entonces recuerdo su ala rota y como Olimpia le atravesó las costillas con el puñal y el miedo empieza a invadirme. Sin pensarlo más mando a Quinn volar hacia abajo todo lo rápido que nos permiten sus alas y la gravedad. 

Llegamos rápidamente a la niebla y la atravesamos a toda velocidad sin vacilar. La luz del sol se va apagando gracias a la niebla, cada vez más espesa. Justo cuando pienso que es demasiado tarde y que no vamos a alcanzar a Jiaz, veo su figura unos metros por delante de nosotras. Cae inconsciente y sin control dando vueltas en el aire.

- ¡QUINN, ACERCATÉ A ÉL! - grito por encima del viento.

Quinn obedece y yo estiro el brazo. Estoy muy cerca, consigo rozar la tela de su camiseta.

- ¡MÁS, SOLO UN POCO MÁS!

Al fin lo agarro por el brazo y consigo montarlo delante de mi en el equus. Quinn va frenando nuestra caída lentamente para que ni Jiaz ni yo nos caigamos. Cuando creo que ya hemos parado de bajar saco de mi mochila la capa con la loba, me la pongo e invoco a la pompa. Entre que aparece y que no saco también la cuerda que metí cuando estuvimos en mi casa y con ella ato el cuerpo inconsciente de Jiaz al cuello de Quinn. 

La pompa se forma a un  metro escaso de nosotros y Quinn la atraviesa. Al segundo aparecemos en mi habitación de Kuorsa, la escuela de los olvidados. Jiaz está herido, necesita un médico y sería una estupidez volver a la Tierra ahora porque nadie podría ayudarle allí. Solo me quedaba esta opción: pedirle ayuda a Valentina.

- Vigila que nadie entre mientras no estoy - le digo a Quinn.

Abro la puerta y estoy a punto de salir al pasillo cuando aparecen Oumar y Valentina besándose como si la vida les fuera en ello. Que incomodo, nunca pensé que me llegaría a ver en una situación así.

- Eh... Valentina, Oumar... - les saludo.

Ambos se giran hacia mí asustados. Ni siquiera se habían dado cuenta de que estaba ahí.

- ¿Quién sos y que haces en mi habitación? - dice Valentina amenazante.

Claro, sigo llevando la peluca, el maquillaje y las calcomanías. Me deshago de la peluca inmediatamente y mi pelo ondulado sale de su prisión de plástico.

- Raidara Zanatu - digo con una sonrisa.

- ¡Kenya, la madre que te remil parió! - grita.

Automáticamente se tapa la boca con las manos, mira hacia ambos lados del pasillo, entra corriendo en la habitación agarrando a Oumar por el brazo y cierra la puerta con el cerrojo. 

- Necesito vuestra ayuda - digo rápidamente.

Valentina y Oumar no me dejan explicarles más porque me abrazan fuertemente, casi asfixiándome. Cuando finalmente se separan de mí Valentina me cuenta lo que pasó cuando me fui:

- El día que desapareciste Olimpia nos contó la profecía y dijo que tu destino era llevar a los dragones hasta Orama y matarnos a todos - suspira y traga saliva antes de continuar. - También dijo que te habían matado sus guardias mientras intentabas escapar y... nos enseñó tu cabeza.

- Bueno, como puedes ver estoy viva, y con todas las partes del cuerpo en su sitio. Y lo único que sé de la profecía es lo que me contaron Olimpia y Raquel... y esta última no tuvo demasiado tiempo para centrarse en los detalles. Por cierto, ¿sabéis algo de ella? - pregunto.

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