Esto es la cárcel no un hotel con todos los gastos pagados

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- Seguimos vivos - oigo susurrar a Kenya entre la neblina de mi mente.

Me duele todo, me he debido de golpear la cabeza en la caída. El ala me duele como si me la estuvieran arrancando lentamente. Ni siquiera he abierto los ojos todavía cuando noto que Kenya se abalanza sobre mí abrazándome por el cuello mientras se ríe como una loca. Yo también la rodeo con los brazos mientras un escalofrío me recorre la espalda como si fuese el ronroneo de un gato.

Me encantaría quedarme así para siempre pero entonces un nombre asalta mis pensamientos como si fuese una pesadilla: Enys. He maldecido a Dabka todos y cada uno de los días desde que firmó ese tratado con el general de nuestro ejército. Sin embargo sigue siendo mi padre y debo respetar sus decisiones.

Me separo de Kenya y me pongo de pie. Lo he debido de hacer muy rápido porque ella me mira desde el suelo confundida.

- Me tengo que transformar y no puedo hacerlo si estás pegada a mí - digo.

Ella encoje los hombros como si no tuviera importancia y se levanta también. Acto seguido me transformo en un equus. Mi crin es blanca y mi piel es verde oscuro, tal y como prometí. Raidara Zanatu se sube a mi  lomo de un salto y yo troto hasta la entrada de la cueva. La oscuridad nos engulle durante un segundo pero al siguiente estamos dentro de un palacio.

A pesar de que se supone que Kenya ya ha pasado por aquí parece tan sorprendida como yo al observar la estancia circular rodeada de columnas gigantes de mármol jaspeado y la estrella de siete puntas hecha con diferentes tonos de madera que recubre el techo. La luz dorada del exterior entra por unas ventanas altas y rectangulares, iluminándolo todo y haciéndolo parecer mágico.

- Es por allí - dice Kenya sacándome de mi ensoñación.

Camino hacia el pasillo que ha señalado. Por el camino nos encontramos con varios olvidados, algunos también van con sus equus así que nadie nos mira raro. Tampoco parecen reconocer a Kenya, cosa de la que me alegro enormemente. 

Kenya me guía por otro pasillo, vacío y más ancho que los anteriores que parece terminar en unas escaleras. Estamos llegando al final cuando de repente una puerta se abre a nuestras espaldas.

- ¡Eh, chica! - dice una voz que me pone los pelos de punta. - ¿Puedes ayudarme un momento?

Noto como Kenya se tensa sobre mi lomo. Somos los únicos en el pasillo, no hay forma de escaquearse.

- Es la Líder, - susurra Kenya como disculpándose - si me negase sospecharía.

Si fuera por mí bajaríamos las escaleras a galope tendido, pero ella tiene razón. Lo mejor será actuar como si no pasase nada. Giro y voy hasta la puerta donde la mujer nos espera. Kenya desmonta.

- ¿El equus puede entrar conmigo? Se pone nervioso cuando no estoy y podría hacer daño a alguien - pregunta Raidara Zanatu intentando disimular su voz.

- Por supuesto. Pasad.

Y eso hacemos, una vez dentro lo observo todo con atención. La estancia es grande y está bien iluminada, no parece haber nada fuera de lo normal para ser un despacho. Entonces me fijo en un armario que no parece estar en su lugar, tapado por una sábana blanca, ¿qué ocultas Olimpia?

- ¿Con que necesitabas ayuda, Líder? - pregunta Kenya.

- Con la vitrina. Ayer tuvimos una presentación y mis ayudantes la dejaron ahí abandonada, si pudieras ayudarme a moverla al otro lado...

- Claro, sin problema.

Kenya... no hagas locuras, vayámonos de aquí, dile a Olimpia que te encantaría ayudar pero que no puede ser...

Si yo fuera un equus de verdad podría haberle dicho todo esto mentalmente, desgraciadamente para todos no tengo telepatía. Me tengo que conformar con esperar, observar y rezarle al destino para que no nos descubran.

Mientras están moviendo la vitrina, que parece pesar un quintal, la sábana que la cubría cae al suelo. No me puedo creer lo que hay dentro: las alas de mi padre. 

En los segundos siguientes soy incapaz de pensar. Me transformo en humano y cogiendo lo que tengo más a mano, lo cual resulta ser el paraguas de Olimpia, ataco. Pero la Líder de los olvidados ya estaba preparada y me atraviesa el costado con un puñal, ¿de donde narices ha sacado el arma?

Caigo al suelo, el dolor me está matando.

- Raidara Zanatu, cuanto tiempo. Veo que has hecho nuevos amigos - dice Olimpia dirigiéndose hacia Kenya.

Kenya retrocede lentamente mientras su Líder avanza hacia ella. Intento levantarme pero se me nubla la vista y vuelvo a caerme. Olimpia agarra a Kenya por la mano izquierda.

- Ahora voy a matarte, te romperé las piernas y luego te quemaré viva - escupe Olimpia.

Entonces Kenya hace algo inesperado, agarra su espada con la mano derecha y con un grito de rabia le corta la muñeca limpiamente a Olimpia. 

- Para poder hacer eso primero tendrías que cogerme - rebate Kenya.

Si no fuera porque no puedo levantarme y porque no es el momento, la besaría ahora mismo.

Un segundo después tengo a la olvidada a mi lado ayudándome a levantarme mientras Olimpia se retuerce de dolor y rabia en el suelo. Salimos de allí, yo medio arrastras, y bajamos corriendo las escaleras. 

A lo lejos oímos los gritos de Olimpia y los pasos de sus guardias que corren detrás de nosotros. Llegamos hasta una puerta, por suerte no está cerrada. Pasamos y la cerramos bloqueándola con un banco que había al lado. No es mucho pero nos dará algo de tiempo.

Hemos llegado a lo que parece ser una cárcel vacía. Kenya corre entre las celdas gritando el nombre de su equus. La sigo hasta una celda en la que se encuentra un equus negro majestuoso. Kenya forcejea con los barrotes hasta que se da cuenta de que es inútil.

- ¡Jiaz! ¿Eres gilipollas o qué te pasa? - me grita.

- Yo...

- ¿A qué venía lo de ahí arriba? ¡Casi consigues que nos maten a los dos!

- He visto las alas de mi padre, ¿como querías que reaccionara? ¡Llevo años preguntándome porque mi padre no se transforma nunca! - intento hablar en un tono moderado pero estoy seguro de que estoy gritando.

- ¿Era demasiado pedir que no la liaras? ¡Ya te dije que sería difícil! 

- ¡VALE YA LOS DOS! - grita una voz ajena. - Gritaros el uno al otro no va a sacarnos de aquí.

Kenya y yo nos giramos apara observar al equus.

- Si en vez de discutir me escucharais un poco habríais oído que el carcelero se dejó las llaves colgadas de ese gancho que hay detrás de vosotros

Kenya coge las llaves y libera al bicho. Se empiezan a oír unos golpes en la puerta, los guardias ya están aquí.

- ¿Sabes si hay otra salida, Quinn?

- Solo hay una. Esto es una cárcel, Kenya, no un hotel de vacaciones con todos los gastos pagados - contesta Quinn, sarcástica. ¿Desde cuando los equus son sarcásticos?

Nos toca ser creativos y pensar. Se oye un último golpe en la puerta, los pasos de los olvidados resuenan entre las celdas. No hay tiempo para pensar. Me transformo en dragón y reviento la pared del sótano lanzándome hacia el vacío. Lo último que recuerdo antes de perder la consciencia es que me he transformado en humano.



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