Esta cosa con la que tengo que compartir oxígeno

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Grito de dolor cuando caigo contra el suelo y una roca se me clava en la espalda. Hace tanto daño que me quedo durante un buen rato jadeando en el suelo sin atreverme a moverme, seguro que me he roto algo. Jiaz aparece en mi campo de visión, su figura recortada contra el cielo gris:

- Levanta, Kenya - dice dándome la mano para ayudarme.

De pie puedo ver el paisaje en su totalidad: todo roca negra, volcanes activos y fuego. En frente de nosotros entre el humo se puede ver situada sobre una colina la silueta de una ciudad amurallada coronada por un majestuoso palacio de una roca tan negra como el suelo. Impresiona de una forma bella y terrorífica al mismo tiempo.

- ¿Y Quinn? - pregunto.

- La perdimos en la tormenta. Habrá caído en otro lugar dentro de Firelands. 

He debido de poner cara de preocupación porque añade:

- La encontraremos. Mandaré patrullas de rastreo en cuanto lleguemos a palacio.

- Vale. ¿Killian está por aquí? - pregunto.

- Claro, está ahí mismo - contesta señalando detrás de él.

Antes no me había fijado pero el chico está de pie de espaldas a nosotros oteando el horizonte. Parece tranquilo, nada que ver con la última vez que lo vi cuando intentaba que Jiaz lo dejase en paz en el vestuario. Entonces se gira y clava sus ojos azules en los míos con una señal de reconocimiento mientras sonríe.

- Hola Kenya.

- ¿Me recuerdas? - pregunto alucinada.

- Sí, y siento lo del vestuario y todo eso. Entonces si que no te recordaba.

Por un momento vuelvo a ser la de antes, la Kenya que tenía como única preocupación si el tema 4 entraba en el examen o no, la Kenya que tenía un hogar y a la que no intentaban matar continuamente.

- No pasa nada. Eehh... 

Iba a decir algo más pero me lo pienso mejor. Killian no me dirigía la palabra salvo cuando no le quedaba más opción, ¿por qué debería entablar ahora conversación amistosa con él? Es entonces cuando me doy cuenta de que la Kenya que tenía una vida fácil murió en el momento en el que comencé a soñar con aquella loba. Jiaz nos saca del silencio incómodo diciendo:

- Bueno seguro que tenéis mucho que deciros y eso pero ahora no es el momento. Vamos al palacio, mi padre querrá recibir a Kenya y ambos necesitáis entrenamiento. En marcha.

 Lo dice molesto cosa que me sorprende, antes del viaje hacia aquí parecía una persona de trato y humor fácil. ¿Qué más le da si Killian habla conmigo? Tampoco es que a mi me apetezca hablar con él.

Jiaz comienza a caminar deprisa y a Killian y a mi no nos queda más remedio que seguirlo. Traspasamos las puertas de la ciudad sin problemas, los guardias y la gente con la que nos cruzamos se apartan y hacen una reverencia al ver a Jiaz que ni se gira para saludarlos y tampoco da muestras de verlos. Su rostro es una fría máscara sin más sentimientos que la indiferencia y la ira.

Entramos en una plaza en la que hay un mercado callejero en el que suena música, la gente está viendo a unos acróbatas de piel violeta bailar al son de una danza muy animada. Sin embargo en cuanto los músicos se percatan de nuestra presencia dejan de tocar y todos hacen sus reverencias. 

El respeto que tiene esta gente por la familia real me impresiona y me da miedo al mismo tiempo. Y lo que me provoca todavía más temor es que Jiaz ni siquiera se inmute, ¿no debería tener un poco de respeto hacia su pueblo aunque fuese solo por aparentar?

Después de subir todas las cuestas del mundo llegamos a los jardines que rodean el palacio. Parece que estemos en otoño, tanto los árboles como los arbustos tienen las hojas de colores amarillos, naranjas y rojos. El camino principal es de tierra negra, está bordeado unos castaños gigantes y llega hasta el impresionante edificio cuya cúpula me recuerda al Capitolio de los Estados Unidos pero en negro.

En menos de un minuto ya estamos entrando por la puerta principal escoltados por dos guardias. En el interior las paredes y las columnas siguen siendo de un negro azabache sin embargo el suelo es blanco y reluciente.

Llegamos hasta una puerta gigante de madera oscura y esperamos a que nos den la orden de pasar dentro.

- ¿De que va todo este rollo? - pregunta Killian molesto.

- Va de que te calles la boca un rato, fumeta drogadicto - dice Jiaz. - Te lo explicarán todo después.

- ¿Y si no me da la gana de hacerlo, zanahorio?

Los insultos han sido bastante acertados: llevo desde que recogimos a Killian oliendo el tabaco en su ropa y a Jiaz se le ve el pelo ligeramente anaranjado contra el negro de los muros.

- Vale, ya he aguantado suficiente a esta cosa con la que tengo que compartir oxígeno - dice Jiaz ya harto de todo - ¡Guardias!

A los pocos segundos tres soldados aparecen y escoltan a Killian fuera del palacio. Solo me da tiempo de decirle adiós con la mano mientras le lanzo una mirada de disculpa más por ser amable que por otra cosa. Una vez solos Jiaz se derrumba contra una columna y se deja caer hasta quedar sentado en el suelo.

- No puedo más - dice.

- Ya, no le hagas caso. Es un idiota.

Mis propias palabras me sorprenden. Hace una semana habría defendido a Killian con mi vida, ahora no creo que valiese la pena sacrificar tanto por alguien que nunca ha hecho nada por mí. Me acerco a Jiaz y me siento a su lado.

- No me refiero solamente a él - dice. - Volver aquí.... Este sitio me recuerda demasiadas cosas que preferiría olvidar.

Estoy a punto de preguntarle cuando un guardia sale de detrás de la puerta y nos indica que podemos pasar.

ORAMAWhere stories live. Discover now