Capítulo 36

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Un Mal Regreso

Narrador.

La chica colocaba su escrito en un sobre que ella misma hizo. Era de noche cuando iba en camino a la casa del alquimista, le fue difícil memorizar la ruta gracias a las rocas que intervenían en su vista. Llegó al lugar, abrió lentamente la puerta para evitar cualquier ruido que despertara la atención del muchacho. Observó a su alrededor antes de entrar, parecía que nadie estaba, por lo que sin más ingresó. 

Por el momento guardó la carta en su bolsa, decidió investigar y encontró hojas de papel con dibujos de Rapunzel y la flor Gota de Sol. Siguió caminando, aunque el crujir de unas cadenas la alarmó; se acercó a donde provenía el ruido... Varian había ido demasiado lejos.

—¡¿Reina Arianna?!— dijo sorprendida al verla encadenada —. ¿Qué sucedió?— buscó la forma de liberarla.

—Fue Varian lo que sucedió— agregó con suma confianza —. Hizo una emboscada al castillo usando a su mascota y luego me secuestró. Creo haberte visto alguna vez con mi hija.

—Varian cruzó la raya— espetó (T/N) sujetando una lima que encontró en la mesa —. Sí, pero no es momento para hablar de eso, su majestad.

—¡Te deje muy claro que no volvieras!— un fuerte brazo jalo a la inventora, ambas mujeres no se percataron de la aparición de Varian —. ¿No te lo advertí, (T/N)? Es más, ¿debería seguirte llamando así?

—¡¿Acaso has perdido la cabeza?! ¿Secuestrar a la reina de Corona?— gritó molesta (T/N) —. Varian, esta no es la solución para que tu padre salga del ámbar.

—¿Es necesario que te entrometas?— dicho esto, Varian la empujó.

Ella permaneció boquiabierta por esa actitud, agachó la mirada y notó a Ruddiger asustado, temblando por su mismo dueño, incluso del animal usó como un experimento salvaje.

—¡Estás tan loco que usaste a Ruddiger!

—No tuviste que volver— dijo entre dientes —. Yo mismo me estoy sacando adelante sin tu miserable ayuda.

La reina Arianna no podía ni abrir la boca, tenía miedo del alquimista, de lo capaz que era en hacerles daño, por más que se entrometiera le era imposible hacer algo.

—¿Quieres decir que no valgo nada para ti?— murmuró (T/N)  — ¿A pesar de lo mucho que te quiero, ya no soy nada?

—Es justamente lo que te estoy diciendo— sonrió de manera satisfactoria al mismo tiempo que dejaba su delantal en la mesa —. Si gustas, puedo seguir con una lista larga. Así que lárgate antes de que te use como Ruddiger— le dio la espalda, evitando cualquier contacto visual con ella y revisar la cadena.

Las lágrimas la invadieron de nuevo, apretó los puños y con la tristeza que la comía viva, colocó la carta en el bolsillo que resguardaba el delantal marrón. Esa era su última oportunidad de cambiarlo, de transmitirle el mensaje reflexivo que tanto anhelaba por decirle boca a boca.

Desafortunadamente, los dos no sabían que esa iba a ser la última vez en que se verían sin...

Abarrotes y ladrillos.



No Pierdas Esa Luz (Varian x Lectora) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora