Capitulo 5: ¿Por qué eres un perro?.

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No podría decir cuanto tiempo había pasado. Tal vez dos semanas como mucho, pero parecía una eternidad y no contaba los días. ¿Para qué?. Estos días dormía en pequeños callejones húmedos y apestosos de algún lugar el cual no conocía, tal vez algún barrio bajo de Londres. Había cometido pecados y robaba ropa que colgaban las señoras en los patios de su casa y un par de billeteras de hombres que salían de sus trabajos sin que se dieran cuenta. Lo lamentaba realmente, pero debía mantenerme con vida. Con el dinero que hurtaba comía pero llevaba tiempo sin bañarme y me asqueaba a mi misma. Ava siempre estuvo guiándome, como si conociera los lugares a los que iba y me ayudaba a robar sin que nadie viera. Tal vez en su vida haya tenido que pasar por la misma situación, no lo se.

Ahora mismo llevaba horas caminando para no llegar a ningún lado. La lluvia no había vuelto a aparecer, y aun a las ocho de la noche hacía un calor horrible. Tenía unas cinco libras en mi bolsillo y buscaba un bar donde pudiera cenar. Estaba cansada, luego de eso probablemente deba buscar un callejón nuevo para descansar.

- ¡Hola preciosa! - oí que grito alguien. No quise voltear a ver, solo eso basto para alterarme, pero podía verlos por el rabillo del ojo: era un conjunto de motociclistas agrupados frente a un Café, justo el lugar donde quería entrar.

- ¿No quieres que te invite algo, cielo? - preguntó otro y me detuve pensando que era un terrible error. No quería estar allí, no quería meterme a ese Café pero mi estomago me dolía del hambre que tenía. Levanté la vista en busca de Ava y ella ya se encontraba frente a la puerta del lugar. Maldita sea.

- Vamos, cariño. No seas tímida – volvió a decir el primero. El tono de su voz me recordaba horriblemente a Marc. Tome aire y la retuve mientras me cargaba de valor para adentrarme al Café.

- Eso, pequeña – dijo otro más acercándose a mi – ven con papi.

- Vete – musité pero no creo que me haya oído. Los hombres rieron.

- No tengas miedo, muñequita – dijo otro también acercándose.

Me quede de piedra durando un momento y volviendo a retener el aire en mis pulmones corrí para adentrarme al lugar. Una vez dentro busque con la mirada un lugar vacío, había una al final junto a la ventana en la que se leía Café Cena. Me senté allí y sin saber el por qué, las lágrimas comenzaron a acoplarse en mis ojos. Tal vez haya sido el miedo, los nervios o el recuerdo. Deseaba de sobremanera que Ed estuviera allí para cuidarme.

- ¿Qué va a ordenar? - dijo alguien junto a mi causándome un respingo.

- ¿Disculpe? - dije limpiando las pocas lágrimas que cayeron.

- ¿Qué desea ordenar? - volvió a preguntar la camarera de rostro pecoso en tono aburrido.

- Oh – respondí viendo de reojo a Ava que tomo lugar frente a mi – un emparedado de queso, por favor.

La camarera anotó lo que le pedí y se fue dejándome respirar tranquilamente. Relaje mi cuerpo sobre el asiento y tiré mis brazos sobre la mesa. Ava me miraba casi inexpresiva, no había sonreído desde que nos fuimos. Parecía preocupada lo que también lograba alterarme un poco, se suponía que ella siempre me daba tranquilidad. Pero nada era tranquilo ahora mismo. Al cabo de unos minutos la misma camarera volvió con el plato con el emparedado, una jarra y una taza donde sirvió café. Estaba hambrienta pero no podía pedir más, por suerte esto solo salía 2 libras y con eso bastaría por hoy. Tome el emparedado del plato y comencé a comerlo. Mientras lo hacía mi ojos vagaron por un mapa que se encontraba en la mesa, era un mapa de Londres que tal vez alguien haya olvidado.

- Todo sería más fácil si supiera donde ir – dije en voz baja para que Ava escuchara.

Le di otro mordisco a mi emparedado mientras ojeaba el mapa. Westminster, Camden Town, Notting Hill...

La maldición de Callie || Draco Malfoy y tu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora